América Latina pierde inversión extranjera por tercer año consecutivo

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La economía mundial crece, pero esta fase alcista del ciclo no se traduce en mayores inversiones hacia América Latina y el Caribe. De poco ha servido la elevada liquidez en los mercados internacionales -tras las políticas monetarias laxas en todo el mundo desarrollado- y los beneficios de las grandes empresas, claramente al alza. La inversión extranjera directa (IED) en la región cayó en 2017 por tercer año consecutivo, hasta los 161.000 millones de dólares, según los datos publicados este jueves por el brazo de Naciones Unidas para el desarrollo económico en la región, la Cepal. Es un 3,6% menos que en 2016 y la cifra está un 20% por debajo de 2011, cuando tocó su pico máximo. El promedio de la caída oculta, en cambio, que el fenómeno no fue generalizado ni homogéneo: mientras 12 países registraron incrementos en la IED el año pasado, los datos negativos de Chile (-48%), Brasil (-9,7%) y México (-8,8%), tres de las mayores economías del subcontinente, lastraron el resultado final.

El año verdaderamente negro para Latinoamérica y el Caribe fue 2016. Durante 2017, en cambio, la economía de la región retomó el crecimiento, con un 1,3% de incremento del PIB. Pero no fue suficiente para recuperar las cifras negativas de IED registradas en los dos años anteriores: aun así la caída en la inversión en Latinoamérica y el Caribe es notablemente inferior a la media mundial -3,6% frente a 23%-. Buena parte de la caída de la inversión en el último lustro tiene que ver con el abaratamiento de las materias primas -aunque parcialmente revertido en 2017-, que han frenado la inversión en industrias extractivas a lo largo y ancho de la región. “Ya no hay apetito por este sector”, ha subrayado la secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, durante la presentación, en la Ciudad de México, del estudio La inversión extranjera Directa en América Latina y el Caribe.

Chile fue el mayor golpeado por esa caída en el precio de los productos básicos y, muy especialmente, del cobre: pasó de recibir inversiones por 30.000 millones de dólares en 2012 a menos de 6.500 en 2017, con un diferencial absoluto de 5.600 millones de dólares entre ambos ejercicios. La otra pata del problema fue Brasil, inmerso en una recesión de la que apenas está levantando cabeza. Ente 2015 y 2016, el PIB brasileño se redujo un 7% y desde el pico inversor alcanzado en 2014, con 97.000 millones de dólares, el gigante sudamericano perdió más de 27.000 millones de dólares en llegada de nuevos capitales del exterior. Como en la región en su conjunto, el 1% de crecimiento registrado el año pasado en el gigante brasileño no ha servido aún para revertir los efectos negativos del derrumbe.

En México, la segunda mayor economía de Latinoamérica, la inversión extranjera disminuyó casi un 9,9% en 2017, un año especialmente complicado por la retórica proteccionista de Donald Trump. Sin embargo, pese a las continuas amenazas del presidente estadounidense, la sangre no ha llegado al río, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) -del depende el 80% de las exportaciones y la tercera parte del PIB mexicano- sigue vigente y los inversores no han retirado su confianza en el país norteamericano. Ni siquiera las empresas automotrices, las más amenazadas en el escenario que dibuja Trump, han rebajado su apuesta por México: las pérdidas de inversión se concentran en sectores como el químico o el de bebidas, mientras la IED manufacturera, mucho más valiosa y estable, sigue dominando.

La excepción del Cono Sur americano fue Argentina, que pasó de recibir inversiones por 3.260 millones de dólares en 2016 a más de 11.500 millones de dólares en 2017, una subida superior al 253%. El salto se explica, fundamentalmente, por la nueva apertura económica impulsada por el Gobierno de Mauricio Macri el ejercicio pasado. “Argentina vuelve a su normalidad”, ha destacado Bárcena. “Lo que pasa es que hubo un periodo en el que no llegaba nada de IED: no es que el flujo sea muy alto, pero sí se recupera respecto al año anterior”. El otro país que completa el quinteto de países punteros en la región, Colombia, registró un nivel de inversión extranjera directa prácticamente estable respecto al año anterior. En cambio, la jefa de la Cepal valora la capacidad de las autoridades colombianas para diversificar la inversión recibida, mucho menos dependiente del sector petrolero que en el pasado.

Con todo, la dependencia de Naciones Unidas para el desarrollo económico ve un horizonte de buenas oportunidades en América Latina y el Caribe, y destaca que las inversiones destinadas a recursos naturales y servicios cayeron desde 2011 un 63% y 11%, respectivamente. “Pero en el sector de manufacturas aumentaron levemente. Esta recomposición da oportunidades para focalizar las inversiones en aquellos sectores con más capacidad para impulsar el cambio estructural y el desarrollo sostenible de la región, proceso que debe ser acompañado de políticas que apoyen el desarrollo de capacidades en los países receptores”, sostiene la Cepal.

Los principales aportantes de IED en América Latina siguen siendo Estados Unidos y, sobre todo, Europa, que ya representa más del 40% de la nueva inversión en la región. “Los inversores europeos han invertido en planta [productiva], no solo han comprado empresas en la región”, enfatiza Bárcena. “El mercado interno latinoamericano cada vez es más dinámico y eso es muy atractivo para ellos”. Esta vez la Cepal pone especial énfasis en la importancia del Viejo Continente para el subcontinente, en plena renegociación de un acuerdo comercial con Mercosur y pocos meses después de la firma del nuevo tratado con México. Por el contrario, el peso de China cae por dos factores: las crecientes restricciones en muchos países y, sobre todo, el giro en los planes estratégicos de Pekín, que en 2017 miró con mucho menos ahínco al exterior que un año antes.

La Cepal destaca que los inversores miran ahora con buenos ojos los negocios en energías renovables, telecomunicaciones y automóviles, aunque no tanto como para recuperar los niveles de aportes externos recibidos en años anteriores y producir, en el mediano plazo, una transformación en el perfil productivo de la región. El dinero se concentrará aún en las economías domésticas de los países líderes. “A pesar de la recuperación de los precios de las materias primas y del interés en nuevos productos como el litio, no se repetirán los grandes flujos de IED hacia los recursos naturales de la última década”, subraya el informe. A futuro, Bárcena pide concentrarse en la calidad y no tanto en la cantidad de las nuevas inversiones: “Ya no necesitamos que venga cualquier tipo de IED. Es importante que sean buenas inversiones, que creen empleo, capacidades locales e innovación. Y que incorporen a la pequeña y mediana empresa en las cadenas de valor”. Ante la creciente incertidumbre por el proteccionismo y el nacionalismo económico, esta apuesta por la calidad da doble rédito: no solo aumenta la competitividad, sino que hace a los países más resistentes frente a los embates de una guerra comercial en ciernes.

 

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