La dolarización de Milei

Por Redacción datos con PS
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Foto: AP

El plan de Milei eliminaría el peso por completo, basándose en la creencia de que cerrar la “imprenta” del banco central frenará efectivamente el gasto público.

Pero esto es una ilusión. El gasto público está impulsado por muchos factores más allá del simple “dinero fácil”, y la dolarización probablemente haría que a Argentina le resultara aún más difícil financiar su déficit. Además, no habrá margen para realizar ajustes a través del tipo de cambio –por ejemplo, para impulsar la competitividad– porque el control de la política monetaria cederá a la Reserva Federal de Estados Unidos. Como lo demostró la experiencia de Argentina con la junta monetaria, exponer la economía interna obstaculizó notablemente la capacidad de las autoridades argentinas para responder a los shocks externos en 2001.

Contrariamente a lo que aparentemente cree Milei, la dolarización plantea un desafío para lograr la estabilidad macroeconómica. Los responsables políticos sensatos deberían resistirlo en lugar de alentarlo.

El problema es que los sistemas bancarios dolarizados son vulnerables a fluctuaciones desestabilizadoras del tipo de cambio, cambios repentinos en los flujos de capital y shocks externos en general. Las entradas de capital, por ejemplo, pueden exacerbar los descalces cambiarios, dejando a las monedas de los países receptores susceptibles a la depreciación del tipo de cambio. Mitigar este riesgo a menudo requiere la imposición de restricciones adicionales a la política monetaria.

Pero la estabilidad macroeconómica no es la única cuestión en juego. Las monedas nacionales representan independencia monetaria y desempeñan un papel importante en la configuración de la identidad cultural.

La soberanía monetaria es una característica esencial de los estados y economías modernos. Implica no sólo la autoridad del Estado para emitir moneda dentro de su propio territorio, sino también el poder de gestionar la oferta monetaria y fijar tasas de interés, supervisar y establecer regímenes cambiarios e imponer controles monetarios y de capital que afectan las reservas del banco central. La moneda que emite el Estado se reconoce como moneda de curso legal, lo que significa que debe aceptarse para la compra de bienes y servicios y para el pago de deudas. Los bancos centrales garantizan que la moneda nacional fluya a través del sistema bancario y actúan como prestamistas de última instancia para los bancos comerciales.

En este contexto, el plan de Milei de dolarizar a Argentina parece confundir la soberanía monetaria con el control sobre los mecanismos de facturación, liquidación de transacciones y acumulación de ahorros. Además, se alinea con la creencia libertaria de que el papel y el tamaño del Estado deben reducirse dramática e irreversiblemente.