¿Qué tiene que ver la inflación con el desplome de las criptomonedas?
Con la crisis de 2008, los bancos centrales –principalmente la Reserva Federal y el Banco Central Europeo– iniciaron una larga etapa de inyección de liquidez y tipos de interés prácticamente nulos, inéditos en la historia de las finanzas.
Mantener las economías con políticas monetarias tan laxas ayudó a la recuperación de las bolsas y sus índices, generando un desajuste entre la economía real y la financiera. Es decir, los valores del mercado no necesariamente reflejaban la realidad de las empresas cotizadas o de la economía.
Tras la pandemia ha habido un importante incremento en los precios: primero, por la crisis en la cadena de suministros, y ahora, con la guerra de Rusia contra Ucrania, por la subida en el precio de la energía y del trigo. Como resultado, la inflación ha alcanzado valores que no se veían desde hace años.
Medio punto arriba
En escenarios como este, los bancos centrales deben tomar medidas rápidas y efectivas que sirvan para enfriar la economía y controlar la inflación y, al mismo tiempo, para proteger el crecimiento de las economías.
Ya a finales de 2021, la Reserva Federal estadounidense (FED) anunció que el factor inflación no parecía un problema transitorio, resultante de la pandemia, sino más bien un problema estructural y de carácter más permanente. De ahí su aviso de que la retirada de estímulos (compra de bonos, bajos tipos de interés) podía ser más rápida de lo inicialmente previsto.
La decisión de la FED de principios de mayo de 2022 de subir medio punto los tipos de interés para controlar la inflación no fue bien recibida en los mercados. La noticia provocó el desplome de muchos índices y valores y marcó el inicio de una trayectoria a la baja y una corrección en los precios de los distintos mercados bursátiles, afectando principalmente al sector tecnológico.
Los valores que cotizan en el mercado bursátil NASDAQ (empresas de alta tecnología como Amazon, Apple, Cisco…) empezaron una senda bajista a principios de abril y, a mediados de mayo, la caída fue de alrededor del 4 %.
Las tecnológicas, a la baja
Los elevados costes de inversión de las tecnológicas hacen que también lo sean sus niveles de deuda, especialmente en sus primeros años de operaciones. Si los tipos de interés suben, el coste de su deuda también. Ya sea la deuda previamente contratada (si es a tipo variable pagará más intereses) o si necesitan contratar nueva deuda, puesto que será más costosa.
El mercado de los criptoactivos, tanto criptodivisas como tokens, no escapa a este factor tecnológico. Aunque sea un mercado no regulado, no deja de ser un mercado altamente tecnológico y digital. Así pues, ante los escenarios de guerra, inflación y subida de tipos, muchos inversores decidieron salir de ese mercado y buscar valores refugio.
Estas decisiones financieras han provocado enormes desajustes, como la caída del bitcóin (BTC) con respecto a los valores alcanzados en 2021. El 12 de mayo cayó por debajo de los 26 000 dólares, cuando en noviembre del año anterior un bitcóin llegó a valer 67 000 dólares.
Como este mercado puede generar elevados rendimientos en el corto plazo, es posible que algunos inversores hayan podido recoger ganancias de estas fluctuaciones. Precisamente, la incertidumbre provoca que las inversiones en criptodivisas y tokens se enfoquen especialmente en el corto plazo y que, por tanto, los índices de volatilidad sean muy elevados.
Inestable y volátil
A menudo se habla del mercado cripto refiriéndose tanto a los tokens como a las criptomonedas. Pero una criptodivisa es una moneda digital creada en su propia blockchain, como bitcóin, ethereum y terra, entre otras, mientras que los tokens son monedas digitales que se crean o desarrollan en una red ya existente. De hecho, crear un token es mucho más fácil que crear una cripto porque se parte de un protocolo anterior y no se comienza desde cero.
Pero las criptodivisas son difíciles de usar como medio de pago porque su precio varía continuamente a lo largo de un día y su valor no es estable. Sin embargo, los criptoactivos sí han funcionado como alternativa de inversión, principalmente para el corto plazo.
Caída en cadena
La plataforma Terra creó dos criptomonedas para pagos online: terra (Luna) y terra USD (UST) que cotizan en el mercado de criptoactivos. UST es lo que se conoce como una moneda estable, al estar vinculado su valor al del dólar americano (la relación UST/dólar es de alrededor de 1).
Las stablecoins se consideran criptos de menor riesgo porque aseguran una paridad con una moneda física fuerte (generalmente el dólar americano) y, a priori, restan volatilidad a su cripto principal (en el caso de Terra, Luna/UST). La forma de funcionamiento es que, a través de un contrato inteligente (un programa de instrucciones insertado en la cadena de bloques de la cripto), se crean o se destruyen tokens (monedas digitales desarrolladas dentro de una red ya existente) para mantener la paridad de la moneda estable con la moneda física.
La inestabilidad generó una sobreoferta de UST, que se movió un 30 % por debajo de la paridad con el dólar y llegó a cotizar por debajo de los 0,80 dólares. Esto restó liquidez e hizo desplomar el valor de Luna en más de un 70 %, situando su precio en prácticamente 0 dólares.
Más conocimientos técnicos y financieros
La caída de Luna ha revelado que los procesos vigentes para mantener la paridad son inestables y, por tanto, no reducen ni el riesgo ni la volatilidad de los criptoactivos.
El mercado cripto también se ve afectado por las decisiones económicas de los bancos centrales. El miedo en los mercados bursátiles colapsó a Terra y sus dos monedas, lo que llevó el pánico al mercado cripto e hizo caer al bitcóin, que arrastró a su vez al resto de criptomonedas.
Una vez más, se pone de relieve que no solo son necesarios conocimientos tecnológicos para entender el procedimiento y la estructura de los criptoactivos, sino que también es requisito indispensable tener conocimientos y educación financiera para invertir en este tipo de activos.
Este artículo fue publicado originalmente por The Conversation
Una versión de este artículo fue publicada originalmente en el blog de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC.