
China es el tercer socio comercial más importante de Estados Unidos. El comercio de bienes entre ambas potencias ascendió el año pasado a 585.000 millones de dólares.
El pasado martes se renovó la tregua arancelaria entre Estados Unidos y China por otros 90 días, hasta el 10 de noviembre, en el marco de la guerra comercial iniciada por Donald Trump en abril. Esta pausa en los aranceles se había firmado inicialmente el 11 de mayo y expiraba el 12 de agosto. Un día antes, el lunes, el presidente estadounidense firmó una orden ejecutiva para extenderla.
Por el lado chino, el ministro de Comercio también hizo oficial esta pausa, posponiendo la inclusión de las empresas estadounidenses –seleccionadas en abril– en las listas de restricciones comerciales y de inversión. Por tanto, las tarifas se mantendrán en un 30% para los productos chinos que ingresen a Estados Unidos -frente al 145% previo a la tregua– y en un 10% para los bienes estadounidenses que se exporten al país asiático –en comparación con el 125% anterior–.
Cronología de la tregua entre Estados Unidos y China
Este paréntesis en la escalada arancelaria se fraguó en las reuniones celebradas en Ginebra, Suiza, entre funcionarios de ambos países el pasado mes de mayo. Más adelante, en junio, las dos delegaciones volvieron a encontrarse en Londres. Esta segunda ronda se produjo tras una llamada telefónica entre el presidente chino, Xi Jinping, y su homólogo Trump.
Tras la cita en la capital británica, Pekín aprobó solicitudes de exportación de tierras raras a Estados Unidos, fundamentales para la producción de una amplia gama de bienes, incluidos de sectores críticos como la electrónica, la industria aeroespacial o la automoción. A cambio, Washington retiró algunas de las sanciones impuestas a China, como los controles a la exportación de microchips.
Finalmente, negociadores chinos y estadounidenses se volvieron a reunir a finales del pasado mes de julio en Estocolmo, Suecia. Tras estos encuentros, los funcionarios estadounidenses regresaron a Washington con la propuesta de ampliar la tregua más allá del plazo establecido en Ginebra.
Asimismo, Trump rebajó recientemente algunas restricciones, permitiendo a gigantes tecnológicos como Nvidia y AMD volver a exportar chips avanzados a China a cambio de pagar al gobierno el 15% de los ingresos generados por estas ventas.
Tensiones y efectos en el comercio
Aun así, las tensiones bilaterales han persistido. La administración Trump sigue presionando para que TikTok se separe de su propietario chino, ByteDance, y pase a manos estadounidenses, una medida a la que Pekín se opone. Además, en junio, el líder republicano amenazó con imponer aranceles adicionales del 10% a los países que se alinearan con los BRICS, grupo del que China es miembro fundador.
En añadido, en el marco de la guerra de Ucrania, la Casa Blanca también ha instado a China a que detenga sus compras de petróleo procedentes de Rusia, llegando a amenazar con imponerle aranceles secundarios, como ya hizo en el caso de India.
China se ha defendido argumentando que sus vínculos económicos y energéticos con Moscú son legítimos y legales. Aun así, el sábado 16 de agosto, en una entrevista con Fox News tras la reunión con el presidente ruso, Vladimir Putin, Trump afirmó que en dos o tres semanas podría pensar en aplicar tarifas adicionales al país asiático.
En cuanto a los efectos en el comercio bilateral, en el primer semestre de 2025 las importaciones estadounidenses de productos chinos disminuyeron un 15% respecto al año anterior. Por su parte, las exportaciones estadounidenses a China cayeron un 20%. Asimismo, el déficit comercial con la potencia asiática se redujo en junio hasta alcanzar su nivel más bajo en más de dos décadas.
La particularidad de China en las negociaciones
Si comparamos el desarrollo de las negociaciones entre ambas partes con el resto de países, incluyendo importantes socios comerciales de Estados Unidos como Japón, Corea del Sur o la Unión Europea, cabe preguntarse por qué la administración Trump ha mostrado una aparente flexibilidad en los plazos y las medidas aplicadas a Pekín.
En este sentido, hay que entender que China es el tercer socio comercial más importante de Estados Unidos. El comercio de bienes entre ambas potencias ascendió el año pasado a 585.000 millones de dólares. La economía estadounidense depende de muchos productos manufacturados chinos –desde televisiones y lavadoras hasta ropa– y otros bienes estratégicos como las tierras raras.
Sin embargo, Washington ve a Pekín como un rival económico a largo plazo, y la rivalidad militar entre ambos hace que las negociaciones sean muy sensibles. En añadido, la mayor resiliencia de la economía china y su capacidad de diversificación en sectores como el de los semiconductores pueden darle una ventaja estratégica frente a Estados Unidos en caso de aumentar las medidas restrictivas.
En definitiva, todo apunta a que las negociaciones se alargaran. La semana pasada, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, declaró que los funcionarios estadounidenses se volverán a reunir con sus homólogos chinos en dos o tres meses. Por último, también se espera que Trump se reúna con el presidente Xi Jinping a finales de octubre, en el marco de la cumbre de Cooperación Económica Asia-Pacífico que se celebrará en Corea del Sur.