Activistas climáticos e inversores ponen contra las cuerdas a las petroleras más poderosas del mundo

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Foto: ESSAM AL-SUDANI / Reuters

Algunas de las petroleras más grandes del mundo están viendo cómo activistas climáticos e inversores están poniendo contra las cuerdas el negocio de los combustibles fósiles. A la sentencia de la justicia holandesa que obliga a la petrolera Shell a reducir un 45% sus emisiones de dióxido de carbono se le une otra importante victoria al otro lado del Atlántico: la dirección de Exxon, la mayor petrolera de EE UU, se ha visto obligada a admitir que 2 de sus 12 miembros sean los propuestos por un minoritario fondo de inversión cuya acción se centra en la lucha contra el cambio climático.

Dejar las reservas de crudo y gas bajo tierra es una de las peticiones que los activistas contra el cambio climático y muchos científicos repiten desde hace años como fórmula para lograr que el calentamiento global se quede dentro de unos límites manejables. Y dejarlas bajo tierra es, básicamente, lo que propone ahora la Agencia Internacional de la Energía (AIE) cuando advertía en un reciente informe de que para cumplir el Acuerdo de París ningún Gobierno del mundo debería autorizar nuevas explotaciones de combustibles fósiles. El informe supone un nuevo puñetazo en la mesa de los consejos de administración de las grandes petroleras, golpeados ahora por la sentencia de Shell y los cambios en el consejo de Exxon.

“Ambas noticias suponen una victoria para el clima”, valora Betsy Middleton, miembro del grupo holandés de pequeños inversores Follow This, que presiona desde hace años a Shell para que adquiera compromisos de reducción de sus emisiones. “Las petroleras han actuado con demasiada lentitud hasta ahora”, sostiene. “Necesitamos inversores que los obliguen a cambiar desde dentro, y necesitamos buenas políticas y gobernanza para guiarlos desde fuera”, añade Middleton.

Cambiar desde dentro es lo que buscaba el pequeño grupo de inversores Engine No.1, que en la asamblea de accionistas de esta semana presentó una terna alternativa a la de la dirección de Exxon para que entraran como miembros al consejo del gigante petrolero varios expertos en energías verdes. Finalmente, este fondo, que defiende la diversificación de los combustibles fósiles y reducir las emisiones de carbono, logró que dos de sus candidatos entraran en el consejo de administración -formado por 12 miembros-. Con un pequeño 0,02% de las acciones, Engine No.1 empezó su campaña de concienciación para transformar las prácticas y los objetivos del gigante del crudo en diciembre y a partir de marzo logró convencer a otros accionistas, como los grandes fondos de pensiones de trabajadores públicos de Nueva York y California.

Pero entre todos los apoyos conseguidos destaca el del poderoso fondo BlackRock, que posee casi el 7% de las acciones de la compañía y que apuesta por “la necesidad de revisar la estrategia empresarial ante la posibilidad de que la demanda de combustibles fósiles pueda declinar rápidamente en las próximas décadas”. Larry Fink, el consejero delegado de BlackRock, ya advirtió en una carta pública a principios de este año de que la principal apuesta de su fondo serían las inversiones relacionadas con el cambio climático.

“Nunca antes había sucedido algo por el estilo”, explica Ana Barreira, directora del Instituto Internacional de Derecho y Medio Ambiente. Su organización lleva desde 2017 practicando ese activismo en las asambleas de accionistas de grandes compañías como Enel o el Banco Santander, donde presionan para que estas empresas reconduzcan sus actividades e inversiones relacionadas con los combustibles fósiles. Pero, como explica Barreira, entrar en el consejo de administración de uno de los gigantes del petróleo es algo que no tiene precedentes. Middleton, de Follow This, añade: “Se ha enviado el mensaje a otras grandes petroleras de que si no toman las medidas necesarias, los inversores exigirán un cambio”.

El ingeniero Jorge Morales, autor del libro Adiós, petróleo (Alianza Ensayo), considera que “la sentencia de muerte” a este combustible fósil “está firmada desde hace muchos años”. “Desde la crisis del petróleo de 2007 se han reducido las inversiones en los nuevos yacimientos, pero muchas de estas empresas han basado su estrategia en mentir”, añade en referencia a los estudios que apuntan a cómo Exxon engañó durante décadas sobre la influencia de los combustibles fósiles en el calentamiento global.

Exxon, junto a Saudi Aramco, Chevron, Gazprom, National Iranian Oil Co, BP y Shell forman parte de la lista de las 20 multinacionales dedicadas a los combustibles fósiles que han sido responsables del 35% de todo el dióxido de carbono y el metano emitidos por todo el sector energético mundial desde 1965, según un estudio del Climate Accountability Institute. Al caso de Exxon se le une también esta semana lo ocurrido en la asamblea de Chevron, otra gran petrolera estadounidense: más del 60% de los accionistas aprobaron una declaración pidiendo que la empresa reduzca sus emisiones de gases de efecto invernadero.

En el caso de Exxon y Chevron, a la presión de los activistas y de los grandes fondos de inversión, se le añade el giro emprendido por Joe Binden en su país. Tras la etapa de Donald Trump, que protegió a la industria del crudo y el carbón, el presidente demócrata se ha fijado como uno de sus objetivos el impulso a las renovables y a la descarbonización como forma de generar empleo. Dario Kenner, investigador de la Universidad de Sussex y colaborador del Climate Accountability Institute, valora los movimientos de los grupos de inversores activistas, pero no cree que la solución completa a las emisiones de efecto invernadero pueda venir por esa vía únicamente. Kenner recuerda que estas empresas invierten mucho en labores de presión a los Gobiernos de todo el mundo para “asegurar subsidios a los combustibles fósiles y los permisos para extraer” el petróleo y el gas. “Es importante reconocer que la gran mayoría de los combustibles fósiles solo permanecerán en el suelo si los Gobiernos eliminan gradualmente la extracción del petróleo, gas y carbón y el uso de estos combustibles por parte de la industria y los consumidores”, opina Kenner.

Sentencia sin precedentes

El otro gran aldabonazo de esta semana ha sido el de la sentencia de Shell, que obliga a la compañía a disminuir sus emisiones un 45% en 2030 respecto a los niveles de 2019, un plan más ambicioso que el presentado por la dirección de la multinacional hasta ahora. “La sentencia envió un mensaje claro a todas las grandes petroleras y a sus inversores de que tienen una responsabilidad legal por el impacto que su negocio tiene en el clima”, sostiene Middleton.

Michael Burger, director ejecutivo del Centro Sabin de Derecho sobre Cambio Climático, de la Universidad de Columbia, cree que el impacto más directo de esa sentencia -que será recurrida, con lo que ahora se iniciará una batalla judicial- pasaría por que la empresa deba “producir y vender menos combustibles fósiles” para reducir sus emisiones. “El tribunal determinó que la producción y venta de combustibles fósiles amenaza los derechos humanos y que las empresas de combustibles fósiles como Shell, según la legislación holandesa, tienen la obligación de reducir esa amenaza”, explica Burger, un experto en litigios climáticos. En 2020, según el estudio que elaboró junto a la agencia del medio ambiente de la ONU, había activos en el mundo 1.550 litigios climáticos -el 80% en EE UU-. Pero Burger sostiene que es la primera vez que un tribunal de justicia ordena a una petrolera que reduzca sus emisiones en un porcentaje concreto.

 

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