Asalto al Capitolio: Uno de los grandes problemas es la idea de que Estados Unidos es un país excepcional

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Foto: Getty Images

 

Un Capitolio fuertemente cercado y custodiado por la Guardia Nacional en los días finales de la presidencia de Donald Trump.

Es la imagen que le llega al mundo del corazón político de Estados Unidos, cuya democracia es considerada la más vieja del mundo.

Después del asalto a la sede del Congreso, el pasado 6 de enero en Washington D.C., por una turba de seguidores del presidente, Donald Trump, la capital ha recurrido a una vigilancia fuerte que pueda parar cualquier brote violento.

Con Trump negándose a asistir a la toma de posesión de Joe Biden, el FBI buscando a los responsables de invadir el Capitolio y la Cámara de Representantes presionando al vicepresidente para provocar la renuncia de Trump, Estados Unidos parece sumido en la crisis.

¿Es posible, entonces, que Estados Unidos siga promoviendo su imagen de ejemplo demócrata ante el mundo?

Especialistas en política exterior como la estadounidense Emma Ashford, creen que es imposible sin que se resuelva el agudo conflicto político interno.

“No es posible construir una coalición de democracia para promover los derechos humanos y valores liberales si no puedes hacer eso mismo en tu propio país“, dice la politóloga e investigadora del centro de estudios estadounidense Atlantic Council.

Ashford cuestiona si la élite que diseña la política exterior de EE.UU. se está haciendo la pregunta sobre cómo dar lecciones al mundo a partir de una democracia herida. Y si los planes de Biden de “restaurar el liderazgo digno del país en el escenario mundial” son realistas.

Lo que sigue es una entrevista telefónica con Ashford, resumida y editada para mayor claridad.

Después de ver estos eventos de la semana pasada en EE.UU., no solo el asalto al Capitolio, sino el acto de varios legisladores de rebelarse contra los resultados electorales y la negativa de Trump de asistir a la toma de posesión de Biden, ¿cómo todo esto afecta el rol y la imagen de Estados Unidos en el mundo?

Obviamente daña la imagen de Estados Unidos. Los últimos cuatro años han sido muy negativos para la imagen del país, aunque tampoco hay que decir que todo estaba perfecto antes de este periodo. Bajo el gobierno de Trump, la imagen del país ha sufrido.

Creo que es más complicado descifrar lo que significa para el rol que tiene el país en el mundo. Ha habido un debate en Washington sobre si los eventos de la semana pasada significan que EE.UU. debería enfocarse en sus asuntos internos o en su política exterior.

Desde mi punto de vista, creo que es realmente el momento para poner el foco sobre lo que está pasando internamente. Es difícil ver cómo Estados Unidos puede promover la democracia o defender los derechos humanos en el exterior cuando nuestra imagen se ha dañado tanto con lo que ha pasado internamente.

Estados Unidos se ha presentado por años como la imagen de una democracia estable y ha utilizado esto para promover la democracia en el extranjero. ¿Cuál ha sido el impacto de esto?

En primer lugar, creo que es bueno aclarar que Estados Unidos nunca ha sido una democracia perfecta. Incluso durante la Guerra Fría, se les impedía votar a los afroestadounidenses.

Pero ha servido como inspiración para muchos alrededor del mundo para alcanzar sus propias metas democráticas o mejorar su historial de derechos humanos.

Eso no significa que EE.UU. siempre ha sido útil; hay lugares donde la participación del país ha causado un daño profundo a esas causas democráticas.

Pero el sistema bajo el que funciona EE.UU. ha sido a menudo visto como un ejemplo.

¿Y cuáles son los impactos negativos de esa imagen de EE.UU. en el mundo? Algunos hablarían del uso de ese mensaje de promoción de la democracia para intervenir en asuntos de otros países.

Este es uno de los grandes problemas, la idea de Estados Unidos como un país excepcional. Creo que eso ha permitido que el país acepte más fácilmente la idea de que puede interferir en el extranjero temporalmente.

Madeleine Albright, la secretaria de Estado del gobierno de Bill Clinton, decía que EE.UU. tenía la capacidad de anticiparse al futuro en comparación con otras naciones. Y eso, francamente, es ridículo.

Estados Unidos es un país con sus fallas y aspectos positivos, como cualquier otro país. Y creo que, especialmente en Washington, los políticos se enfrascan en esa mitología y ven que el rol de Estados Unidos es mayor del que debería tener.

¿Cree que estos eventos violentos de toma del Capitolio presentan una crisis existencial ante la manera tradicional en que EE.UU. ha construido su reputación en el mundo?

No creo que este momento represente un punto de inflexión en ese sentido. Esto es algo que pudimos haber visto venir dada la forma en que las cosas se han desenvuelto estos años. No creo que esto fuese inesperado ni que sea totalmente diferente.

Pero sí creo que es una oportunidad para la gente, especialmente en Washington, de detenerse a pensar en el futuro y en lo que Estados Unidos está haciendo en el mundo.

Por ejemplo, la campaña de la administración entrante de Joe Biden prometió restaurar el liderazgo digno del país en el escenario mundial.

Pero a la luz de la violencia que vimos en días recientes, tenemos que entender qué significa eso exactamente. No es posible construir una coalición de democracia para promover los derechos humanos y valores liberales si no puedes hacer eso mismo en tu propio país.

Creo que es una pregunta para las élites de política exterior de Washington, y es una pregunta que no se están haciendo todavía realmente.

Desde su punto de vista, ¿cómo debería ser el enfoque de política exterior de Estados Unidos?

Quisiera ver que Estados Unidos continúe estando comprometido con el mundo, pero quisiera que ese compromiso estuviese menos enfocado en lo militar.

Entonces, reducir la intensidad de la guerra contra el terrorismo, buscar maneras de establecer lazos con aliados de Europa que no solo estén relacionados con la OTAN o con despliegues militares, buscar las maneras de establecer compromisos en el mundo que no solo estén relacionados con lo militar.

Creo que es una visión que está aumentando su popularidad en Washington, pero especialmente se está volviendo más popular entre los estadounidenses. Y tiene el beneficio de ser un enfoque más humilde hacia la política exterior, algo que este momento realmente necesita.

Algunos pueden decir que las instituciones democráticas fueron puestas a prueba pero hasta ahora han funcionado en el marco de la crisis. Pero usted ha dicho en un artículo reciente que la única institución que conserva la confianza de los estadounidenses es el Ejército. ¿Por qué solo el Ejército?

El Ejército es visto como bipartidista y efectivo, pese a muchos de los fracasos producidos en la guerra contra el terrorismo. Pero a menudo es visto como apolítico y capacitado para funcionar de manera eficiente.

Una mirada a las encuestas que se hacen en el país sobre las instituciones apunta a que la gran mayoría de los estadounidenses opinan que el Congreso no está haciendo un buen trabajo, ni el presidente. Hay una falta de confianza en las instituciones.

Fue maravilloso que los legisladores volvieran al Capitolio en la noche del 6 de enero, después del asalto, para terminar su trabajo de votar para certificar la elección y la victoria de Biden.

Pero fuimos afortunados, porque la evidencia que ha ido surgiendo con los días indica que pudo haber habido un derramamiento de sangre en el Capitolio.

También menciona en su artículo que la política interna de Estados Unidos se tambalea bajo el peso de décadas de abuso partidista. ¿A qué se refiere?

Ha habido una tendencia creciente en Estados Unidos a la política polarizada y partidista. Los legisladores de los dos principales partidos han ido volviéndose más extremos.

Hace 20, 30 años, al observar el análisis que los politólogos hacen de las medidas y acciones tomadas por el gobierno en función de qué tan extremas o ideológicas fueron, se observa una superposición entre los demócratas muy conservadores y los republicanos muy liberales.

Y ese no ha sido el caso en años recientes, cada vez se están alejando más esos polos. Y el resultado de eso es la toma de decisiones más extremas, desde ambos lados, pero en especial del Partido Republicano, para intentar hacer que sea más difícil que el oponente gane puestos de gobierno, por ejemplo, y todo eso ha afectado la confianza en el gobierno de EE.UU.

¿De qué manera el presidente Trump desafió las suposiciones o conceptos sobre la política exterior de EE.UU.?

Creo que hay un entendimiento general de que estos años han sido negativos para Estados Unidos, pero hay cosas que Trump hizo que son bastante positivas. Él cuestionó la tradicional ortodoxia de Estados Unidos, en especial hacia la política exterior.

Dijo que la guerra en Irak había sido un error, y cuando lo dijo en 2016, más del 70% de la población del país estaba de acuerdo con esa aseveración, aunque ningún otro republicano lo admitía entonces.

Trump también ha intentado rebajar el conflicto en Afganistán, también dijo que EE.UU. ha pasado demasiado tiempo peleando guerras en el extranjero y estos son sentimientos que resuenan con los estadounidenses. Así que creo que esa es una de las áreas donde ha tenido algún tipo de impacto en política exterior, al cuestionar estas suposiciones.

¿Dice usted que el enfoque de EE.UU. hacia la política exterior, en particular el plan que tiene la administración entrante de Biden, de alguna manera no corresponde con entender que hay una crisis interna y que, por eso mismo, será muy complejo promover la democracia en el extranjero?

Creo que, aparte del debate sobre si es una buena política o no (la de Biden), creo que básicamente no es realista considerar esta propuesta tan ambiciosa de crear una coalición democrática, y de hacer retroceder a China o a Rusia y otros estados autoritarios cuando estamos atravesando por estos eventos a nivel interno.

Simplemente no creo que tengamos la capacidad, el poder o, francamente, la atención para llevar a cabo esa política exterior tan ambiciosa.

¿Qué cree que debe pasar dentro del país para que EE.UU. vuelva a ganar esa reputación en el mundo?

No es mi área de especialidad. Pero como politóloga, sugeriría que se considere una reforma institucional.

Hay muchas áreas donde el sistema estadounidense no responde efectivamente a las necesidades de los votantes. Aspectos como el colegio electoral, el gerrymandering (manipulación de las circunscripciones electorales para producir un efecto determinado sobre los resultados electorales), incluso el Senado, cuyo sistema tiene un sesgo hacia las zonas rurales del país. Estos elementos hacen que sea difícil que EE.UU. resuelva su disfunción interna.