Instrospección & Proyección | La vacuna del bien y el mal

0
343
Foto: Revista dat0s 235

La vacuna contra la covid-19 ha encontrado a una población angustiada por los efectos irreparables de un encierro mundial que sometió a todos quedándose en casa. La vacuna como todo tiene adeptos y críticos.

La vacuna contra el nuevo coronavirus se va a convertir en uno de los episodios insólitos este 2021, detrás de la que se ocultan aberrantes contradicciones y millonarios negocios. Atisbos de una esperanza de alto precio. Se calcula en promedio que una vacuna costará entre 5 a 15 dólares. Casi la mayoría de los países del mundo han destinado cientos de millones de dólares para adquirir la vacuna de al menos 7 laboratorios que desde que apareció la pandemia a comienzos de 2020, han estocado reverendas puñaladas de optimismo, confianza y seguridad que deviene en la inmunización colectiva.

Que quede claro que no todos los habitantes del globo terráqueo tendrán condiciones para acceder a la vacuna. La euforia ha resignado a quienes se oponen a ser adiestrados en esta generalidad que impone el orden mundial. Tampoco accederán a la vacuna las poblaciones pobres en los países subdesarrollados, que representan alrededor del 40 por ciento de la masa poblacional

El panorama es aún aterrador. Con quien uno hable sea quien sea y desde la posición que ocupe, demuestra cierta esperanza de que la vacuna devuelva la normalidad. No parece ser el caso y si lo es, de una voluntad impuesta. Al comenzar la pandemia a principios de 2020, la mayoría de los ciudadanos en muchas partes del mundo aplaudieron la celeridad con las que sus gobiernos dispusieron aviones para retornar a sus compatriotas varados en algún punto del mapa. Lo que pasa hoy a casi un año de ese hecho humanitario es que las naves surcan los cielos transportando vacunas por millones para experimentar en el organismo a fin de inmunizarlo del covid-19. ¿Será esto verdaderamente así? La pregunta cabe y no está resuelta hasta que estos laboratorios multinacionales, acompañen desde sus gigantescos monitores las campañas de vacunación.

El ruido que ha generado la vacuna no parecía sólido hasta que la imagen de una dama de más de 90 años posó para las cámaras de las agencias de noticias mostrando una sonrisa expiatoria y de acompañamiento propagandístico aún incierto. En el mismo cuadro seguido de imágenes repudiables, varios mandatarios de los países del primer mundo, han seguido el ejemplo. El electo presidente estadounidense Joe Biden ha hecho lo propio compartiendo sonrisas a flor de piel con su vicepresidenta Kamala Harris. Y otros varios que no dicen nada posiblemente por su incorporación al selecto grupo.

Los laboratorios han desarrollado enclaves sacrosantos abriendo la puerta para que de las campañas de vacunación no se libre nadie. Los comunicados de las poderosas compañías farmacéutica comenzaron a formar cuerpo de atención por lo que se viene, desligando cualquier responsabilidad sobre efectos secundarios. Otro punto que incorpora la maloliente redacción en todos los idiomas es a juzgar por ellos mismos, información adicional solo y cuando los contratos de venta estén sobre la mesa. El chantaje obliga a tener precaución. Además, todos los laboratorios quieren garantías de seguridad de que una vez soltado el buey no perderán la soga. Cien por ciento de indemnización en caso de eventuales acciones judiciales por efectos adversos y, en caso eso ocurra, no ser sometidos a tribunales locales de los países que adquieran las dosis.

En esta parte del globo usamos ejemplos impúdicos por su tamaño. Brasil el más poblado con 230 millones de habitantes se mueve a jugar los intereses en círculos de extraña peculiaridad. Las vacunas sustitutas del carnaval comenzarán a suministrase el 20 de enero. Brasil ha comprado 9 millones de dosis a la farmacéutica CoronaVac con posibilidades de acrecentar veinte millones de muestras adicionales. Para el 21 de enero también está prevista la llegada de más 15 millones de dosis de la vacuna desarrollada por el laboratorio AstraZeneca de Oxford que tiene sociedad con Microsoft.

Parecería que todo se desarrolla en paz y armonía, pero no es así. El clima previo ha sido de disputas políticas, falta de planeamiento; clima normal en países latinoamericanos llevados de la mano de Dios por la mueca de desigualdad y disputas entre unos y otros. Políticos, claro, que hurgan hasta los ojos para vacunar a la población, la mayor cantidad posible.

La inmunización en los 27 estados que componen la Unión Europea ya comenzó desde el pasado 27 de diciembre. Allí quien aplaude es el laboratorio Pfizer. Con reglas similares, la farmacéutica espera que la Agencia Europea de Medicamentos (AEM) levante señal para iniciar la vacunación. Los Estados Unidos comenzó a suministrar el inmunizante desde mediados de diciembre 2020. La FDA, agencia reguladora de medicamentos, recomendó la aprobación del uso en casos de emergencia del medicamento desarrollado por la farmacéutica Moderna.

Independientemente de los laboratorios, cronogramas y procedimientos, hay una discusión mundial en torno a la obligatoriedad de la vacuna y restricciones para quienes se opongan a recibir la dosis. Mientras unos alertan sobre los peligros de la falsa contradicción entre libertad y soberanía absoluta cuando se trata de salud pública, los otros creen todo lo contrario. Los primeros indican que “un ser humano no puede comprometer la libertad, la salud y la vida de otras personas”. Ya los segundos alertan sobre los riesgos de usar la vacuna. Observan que lleva un componente esterilizante desarrollado para controlar el crecimiento de la población, tema de debate desde que el coronavirus apareció en Wuhan.

Se sabe que hay una población reacia a ser vacunada comparativamente similar al grado de aceptación de sus jefes de Estado. Los ciudadanos de los países cuyos presidentes no siguieron los protocolos e impusieron una normalidad incluso en los peores momentos del contagio, se resisten a la vacuna. Otro segmento de la población hace cortocircuito con laboratorios por el país de origen. Muchos no confían en la fabricación de los laboratorios chinos. En cambio, se muestran a favor de las norteamericanas, seguidas de las que se están fabricando en Inglaterra y finalmente en Rusia.

Toda esta parafernalia tiene un clima de conexión con una realidad lacerante que ha golpeado en el corazón de una parte, la minoría de la población mundial, sin capacidad de reacción, sometida obligatoriamente a recluirse en su tecnología 5G, mientras crece la brecha entre los que tienen y quienes probablemente no sobrevivan el cataclismo.