Brasil ante las elecciones más disputadas en décadas
La tendencia en el tramo final de la campaña es que Dilma Rousseff viene en una curva ascendente, mientras que Marina Silva baja y Aécio Neves se queda en un tercer lugar.
De aquí al domingo 5 de octubre, cuando poco más de 143 millones de electores decidirán quién presidirá al país por los próximos cuatro años, en Brasil cada día tendrá más de 24 horas. Son las elecciones más disputadas en los últimos 54 años y el resultado sigue siendo imprevisible. Aunque en los últimos días el escenario haya ofrecido una cierta estabilización en las tendencias de voto, la volatilidad del electorado hace que cualquier previsión sea considerada arriesgada.
Concretamente, lo que se ve es que Dilma Rousseff no sólo resistió a la formidable irrupción de Marina Silva como logró retomar la delantera y librar un espacio de razonable comodidad. Los más recientes sondeos de distintos institutos -cuyos resultados son divulgados cuatro veces por semana- muestran, en su promedio, que la actual mandataria viene, en los últimos quince días, en una curva ascendente. Y Marina Silva vive una etapa contraria: luego de haber logrado alcanzar a Dilma en las intenciones de voto en la primera vuelta y de abrir una ventaja de nueve puntos en la segunda y decisiva ronda electoral, perdió espacio y ahora está en una desventaja que parece consolidada. El tercer candidato, Aécio Neves, sigue relegado a un sitio inédito para su partido, el PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña) en los últimos 20 años: no participar de la segunda vuelta.
En los resultados de los sondeos, los números son divergentes, pero no la tendencia: Dilma sube con fuerza, Marina baja, Aécio se queda en el mismo sitio, con ligeras oscilaciones que no son suficientes para acercarlo de manera concreta a sus dos adversarias.
El fenómeno Marina Silva, la ambientalista y evangélica que reemplazó la candidatura de Eduardo Campos, del Partido Socialista Brasileño, muerto en un accidente aéreo, no se mantuvo. Además de sus incoherencias y de la fragilidad de su discurso, Marina fue víctima del pesado bombardeo de críticas tanto de Dilma como de Aécio Neves. Su propuesta, que gira alrededor de un eje bastante vago -crear espacio para que se implante una ‘nueva política’ en lugar de la ‘vieja política’ dominante-, todavía parece atractiva para una enorme porción del electorado.
Pero luego de no sólo amenazar a Dilma en la primera vuelta sino también de aparecer como favorita en la segunda, su candidatura empezó un lento pero firme y acentuado derrumbe. Curiosamente, en esa trayectoria, que coincidió con la recuperación de Dilma, la mandataria contó con la firme e importante colaboración de Aécio Neves. El candidato neoliberal atacó a las dos con formidable contundencia. Ocurre que su electorado es básica y esencialmente contrario al PT de Lula da Silva y, por consecuencia, de la candidatura de Rousseff. Así que su virulencia contra Dilma no resultó en ninguna pérdida específica: son votos que ya estaban perdidos. Ya con Marina, se dio a la inversa: parte de su electorado flotante, y que no era precisamente anti PT, había sido arrebatado precisamente de Aécio.
Con sus ataques, pretendiendo siempre dejar claro que las dos adversarias son harina del mismo costal, y que sólo él es la diferencia, lo que logró fue quitarle votos a Marina. Y esos votos se dividieron en partes desiguales: un pequeño porcentaje volvió a Aécio, y la mayoría se destinó a Dilma Rousseff. Además, bajó sensiblemente el número de los brasileños que, en los sondeos electorales, se mostraban indecisos o dispuestos a anular su voto. Y parte sustancial de esos votos sin rumbo ni dueño se dirigieron a la candidatura de la actual mandataria.
Esa trayectoria errática y muchas veces incongruente del electorado ha sorprendido a los analistas e inclusive a los estrategas de las campañas de las tres candidaturas. De aquí al domingo, Dilma seguirá atacando a Marina, mientras resalta sus realizaciones y las conquistas logradas a lo largo de su presidencia y de las dos anteriores, de Lula da Silva, quien sigue siendo, y con inmensa distancia, el principal liderazgo de la política brasileña. Marina seguirá defendiéndose y lanzando sus propuestas de difícil comprensión, mientras ataca a Dilma asegurando que no se trata de ataques, pero sí de debate político. Y Aécio se mantendrá en su lucha de ínfimas posibilidades: lograr superar a Marina e ir a la segunda vuelta con Dilma. Es él quien más tiene que perder: será la primera vez en veinte años que su partido queda fuera del embate electoral. Además, su candidato al gobierno de Minas Gerais tiene muy pocas posibilidades de éxito, y él mismo está en segundo lugar y perdiendo -también en el ámbito regional- y favoreciendo a su coterránea Dilma Rousseff.
En los últimos días, y aunque el PSDB desmienta enfáticamente, emisarios del ex presidente Fernando Henrique Cardoso reforzaron sus contactos con el equipo de Marina Silva. El objetivo es muy claro: en una eventual segunda vuelta que ponga frente a frente a la evangélica y a la actual mandataria, los socialdemócratas quieren tener participación y voz. Hay buenas y justas razones para eso: al fin y al cabo, los programas económicos de ambos son absolutamente parecidos. Y el PSDB, a estas alturas, está cansado: son 12 años lejos del poder, y ya que su candidato no lo logró, quizá Marina sea el camino para llevarlos de vuelta a Brasilia.