Camino hacia la guerra: cómo los medios de EEUU venden una intervención en Venezuela como una “causa justa”

“El Cartel de los Soles” no nació de un operativo de drogas, ni tampoco de una mega investigación de crimen organizado, sino de una nota de prensa del medio español ABC el 27 de enero de 2015, cuando su corresponsal en Washington, Emili J. Blasco, citó las “confesiones” del exguardia presidencial de Hugo Chávez, Leamsy Salazar, frente a la Fiscalía Federal del Distrito Sur de Nueva York. Según Salazar, quien actuaba como informante de Estados Unidos, existía un “cartel” dirigido por Diosdado Cabello, entonces presidente de la Asamblea Nacional, un “operador del narcoestado en que Chávez convirtió Venezuela”.
Blasco, quien había sacado diversas noticias sobre salud de Chávez basada en informes de inteligencia estadounidense, fue el primero en lanzar una serie de notas donde se hablaba del fantasmagórico Cartel de Los Soles. Meses después, el 18 de mayo, Juan Forero, corresponsal de Wall Street Journal, habló de una investigación de la Administración de Control de Drogas (DEA), y fiscales federales de La Florida y Miami, sobre la “explosión del tráfico de cocaína” en Venezuela desde que “muchos narcos colombianos se mudaran a ese país”. Jackson Dieh, uno de los editores de Washington Post, fue mucho más allá, el 23 de mayo de ese año, al hablar de que que Chávez había convertido Venezuela en un “santuario para narcoguerrilla colombiana porque les permitió traficar con cocaína de Venezuela a los Estados Unidos con la ayuda del ejército venezolano”.
El Cartel de Los Soles se lanzó con fuerza en 2015; mismo año donde también fueron detenidos por la DEA en Haití, dos sobrinos de Cilia Flores, esposa de Nicolás Maduro, por supuestamente planificar el envío de drogas a Estados Unidos (años después, ambos fueron devueltos a Venezuela por el gobierno estadounidense). En paralelo a las notas de prensa, un coro de expertos en seguridad y exagentes de la DEA, como Mike Vigil, aparecieron en los medios de comunicación, cercanos a Washington, para construir el imaginario de que, en Venezuela, el Cartel de Los Soles controla todos los envíos de drogas producidos en Colombia.
Sin embargo, para buscar el origen del término, en realidad, hay que irse hasta principios de los años 90 cuando el general venezolano Ramón Guillén Dávila, jefe de los Servicios Contra Tráfico de Drogas de la Guardia Nacional venezolana, y su sucesor, Orlando Hernández Villegas, fueron acusados de haber introducido 22 toneladas de cocaína a Estados Unidos en una controvertida operación, implementada por la Agencia Internacional de Inteligencia (CIA), para infiltrar los carteles del narcotráfico colombianos.
Hasta el día de hoy, el Departamento de Justicia mantiene una acusación contra Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Vladimir Padrino López de liderar este cartel, que tiene como pruebas, por ejemplo, el testimonio del exjefe de inteligencia venezolano, Hugo Carvajal, y el exgeneral chavista Clíver Alcalá, ambos informantes de las autoridades estadounidenses. Sin embargo, no existen ni grandes decomisos de droga asociados al presunto cartel, ni tampoco se ha logrado una condena contra ninguno de sus supuestos miembros. Más bien toda la investigación federal se sostiene como una forma de darle credibilidad al despliegue de Donald Trump contra el “narcotráfico” en El Caribe. Para el consejo editorial del Wall Street Journal, por ejemplo, es claro que: “el régimen de Maduro es dueño del Cártel de los Soles, llamado así por las insignias que los generales venezolanos obtienen al ascender de rango. Estados Unidos lo considera un grupo terrorista extranjero y es conocido por dirigir una operación de cocaína integrada verticalmente, desde la hoja de coca hasta su distribución en las calles estadounidenses. Un beneficio geopolítico de una política estadounidense de vigilancia más agresiva del Caribe es que probablemente interrumpirá, al menos a corto plazo, los ingresos en dólares de la dictadura de Maduro provenientes del narcotráfico, de los cuales depende para mantenerse en el poder, incluso más que del petróleo”.
La narrativa, por supuesto, va alineada con las acusaciones del secretario del Pentágono, Peter Hegseth, de que Maduro es un “capo de un narcoestado, no elegido por los venezolanos, y los dichos del secretario de Estado, Marco Rubio, de que Maduro es “un líder que inunda de cocaína las calles estadounidenses”. Para Tom Rogan de Washington Examiner, un medio pro Trump; “Maduro es el jefe de facto de dos importantes grupos del crimen organizado responsables del contrabando de drogas y la violencia en suelo estadounidense. Estos grupos son el Cártel de los Soles y el Tren de Aragua”. Por eso, el Pentágono, según Rogan, considera que tiene suficientes fuerzas desplegadas en el Caribe “para tomar y mantener instalaciones estratégicas de Venezuela, como puertos y aeródromos, para ejercer presión sobre Nicolás Maduro”. Para Fox News, un medio que con frecuencia entrevista a altos funcionarios estadounidense, “Venezuela se ha convertido en la mayor amenaza para la seguridad estadounidense”. Por eso, para Brandan Buck, analista del ultraderechista Cato Institute, Estados Unidos está inmerso en una versión del siglo XXI de la “diplomacia de las cañoneras”.
Desde que el 5 de septiembre, la CNN reveló que Trump consideraba ataques dentro de Venezuela para presionar a Maduro, el ciclo de noticias estadounidense sostiene la tesis de una acción militar inminente, mientras los funcionarios trumpista se debaten el momento para concretar tal amenaza. Buena parte de las líneas editoriales de los medios estadounidenses respaldan la justificación legal, presentada por la Administración Trump frente al Congreso, para invocar la ley “de conflicto armado” que permite al presidente ordenar al Pentágono ataques en el extranjero, como el bombardeo a cuatro lanchas venezolanas acusadas de llevar drogas. Según los abogados de Trump, Estados Unidos “está en guerra contra los carteles que trafican drogas a Estados Unidos”. El argumento es que Venezuela es el responsable, en parte, de las muertes por sobredosis de 76 mil estadounidenses en 2023, la mayoría por consumo de fentanilo. Venezuela, sin embargo, no es ni un gran proveedor de esta droga, ni tampoco lo es de cocaína según The New York Times. Para el diario estadounidense, por las aguas venezolanas solo sale el 8% de la cocaína que llega a Estados Unidos, pero ni un gramo de fentanilo.
The New York Times, alineado, en general, con la línea demócrata, ha cuestionado la credibilidad de la teoría legal esgrimida por la Administración Trump y la veracidad de las acusaciones contra Maduro. Varios de sus reportajes sobre el tema, además, han precedido los esfuerzos de la bancada demócrata en el Senado, liderada por Adam Schiff, de California, y Tim Kaine, de Virginia, para restringir los poderes de “guerra” auto adjudicados por Trump debido a que la Administración Trump no ha presentado pruebas creíbles, y pasado, por encima, de la autoridad del Congreso. “Si bien compartimos con el poder ejecutivo la necesidad imperiosa de prevenir y disuadir que las drogas lleguen a nuestras costas, estallar barcos sin justificación legal corre el riesgo de arrastrar a Estados Unidos a otra guerra y provocar hostilidades injustificadas contra nuestros propios ciudadanos. Este uso no autorizado e ilegal de nuestras fuerzas armadas debe cesar”, argumentó Schiff. Si bien el proyecto de ley presentado por los demócratas fue derrotado en el Senado (por 51 contra 49 votos), demuestra los cuestionamientos más agresivos contra el plan trumpista.
Hasta la propia Hillary Clinton, la exsecretaria de Estado responsables de desastres como Libia, sostuvo que no existen pruebas de que las lanchas bombardeadas llevaran drogas. En su opinión, Trump usa el narcotráfico como pretexto para sentar las bases para una “acción militar” en Venezuela; “y quién se hará cargo, si nos deshacemos de Maduro. Podríamos tener una Somalia gigante en la costa de América Latina. Esto ni siquiera está bien pensado; si el objetivo es detener el flujo de fentanilo, ni siquiera viene de Venezuela sino de China y México”. La crítica refleja las diferencias entre demócratas y republicanos sobre cómo enfrentar al chavismo.: que orbita entre las negociaciones (para relanzar movimientos civiles insurreccionales en Venezuela) y el uso de la fuerza. Otros antiguos funcionarios de la Administración Biden, como Juan González, exjefe para América Latina del Consejo de Seguridad, han afirmado que no existen prueba que Maduro lidere un cartel del narcotráfico. “Esto nos puede llevar a un cambio de régimen que corre el riesgo de arrastrar a los soldados estadounidenses a otra guerra eterna”, aseguró González.
Pero no es el único lugar donde hay cuestionamiento; dentro del movimiento MAGA, para Steve Bannon, antiguo estratega de Trump, “existe controversia por la operación de drogas porque, quizás, el fentanilo viene más de México y del Partido Comunista chino que de Venezuela”. En su programa afirmó que; “Fox ha centrado su atención en Venezuela ya que hay que iniciar una guerra en algún lugar. No es que Maduro no sea brutal. Pero hay asesinos por todas partes. ¿Es eso lo que se supone que debemos hacer; vagar por el planeta provocando guerras? ¿Es esto lo que hacemos ahora?”. Para Laura Loomer, una influencer cercana a la Casa Blanca, por ejemplo, el premio Nóbel de la Paz a María Corina Machado es para alguien; ”que está fomentando y promoviendo activamente un cambio de régimen violento en Venezuela, y aparece en Fox News todos los días esperando que paguemos por ello, a pesar de estar llena de dinero. ¿Cómo es que nadie habla nunca de lo rica que es esta mujer? ¿De dónde sacó su dinero? ¿Cómo es que su impulso a un cambio de régimen es pacífico? Me parece increíblemente inapropiado que Fox News esté transmitiendo segmento tras segmento pidiendo una invasión estadounidense a gran escala de Venezuela para derrocar a Maduro”.
Esta discusión pública se refleja en las pujas internas que hay entre el secretario de Estado, Marco Rubio, y el enviado especial para Venezuela, Richard Grenell, alineado con MAGA y los intereses petroleros que ven en una intervención, la amenaza de perder el petróleo venezolano a manos de China. Después de que Trump cancelara las negociaciones con Venezuela, que según New York Times habían incluido la oferta de Maduro de condiciones preferenciales para las empresas energéticas, la mayoría de medios hablan de una supuesta directiva al Pentágono para que planifique ataques dentro de Venezuela y una supuesta frustración de Trump porque el presidente venezolano no ha decidido irse por su propia cuenta. Para el columnista de Político, Nahal Toosi; “Trump tiene muchos planes, incluyendo algunos que contemplan ataques aéreos contra objetivos del narcotráfico en territorio venezolano, pero no ha dado ninguna orden para eliminar directamente a Maduro. Pero no está convencido de enviar una fuerza de invasión total para derrocar a Maduro porque podría las alarmas en la base del MAGA, que tiene una fuerte inclinación aislacionista. ¿Pero una fuerza menor que persiga solo a Maduro, el capo de la droga? Quizás. La base de MAGA apoya mucho más la lucha contra los cárteles .
Para Toosi, además, “mantener una campaña anti Maduro sin etiquetarla como “cambio de régimen” tiene otras ventajas. Trump se vería débil si proclamara abiertamente que intenta derrocar a Maduro, pero no funciona (la última vez no dio buena imagen). Estados Unidos también sería menos responsable de las consecuencias potencialmente costosas en Venezuela si evita una invasión total y se atiene a una misión de aplicación de la ley”. Para Peter Feaver, exasesor de seguridad nacional de la administración de George W. Bush, lo que “busca Trump es una operación de cambio de régimen de bajo costo que le permita no aplicar la regla de Pottery Barn’”, un aforismo usada por el exsecretario de Estado Colin Powell, responsable de inventar que Saddam Hussein tenía armas químicas para justificar la invasión de Irak. Según esta regla, si un país destruye otro, es responsable después de su reconstrucción y su seguridad.
Trump, en definitiva, buscaría que los propios venezolanos paguen por los costos de cualquier desastre causada por su operación, vendida por los medios como una causa justa para apoyar la lucha de una Nobel de la Paz. Por eso, para el columnista de The Washington Post, Ishaan Tharoor, es un “premio a la sombra de la guerra”.