Cómo frenar a Bolsonaro, un presidente que insiste en el fraude y sigue el modelo de Trump

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Foto: A. Wong / Getty

Los opositores del mandatario brasileño sopesan desde un amplio frente político hasta impulsar un ‘impeachment’

 

La invasión del Capitolio, instigada por el presidente derrotado en las últimas elecciones de Estados Unidos, envió una señal de advertencia a Brasil, especialmente después de que Jair Bolsonaro señalara que el movimiento insurgente pro-Donald Trump podría tener una versión tropical en dos años. “Si usamos el voto electrónico en 2022, ocurrirá lo mismo”, comentó esta semana el presidente brasileño en un nuevo intento de desacreditar sin pruebas el sistema electoral de Brasil y pedir la vuelta del voto en urna física. Ante otra demostración de aprecio por las tácticas de Trump por parte de la máxima autoridad del país, no faltaron notas de repudio y advertencias por parte del Tribunal Supremo sobre el estado de la democracia. Pero la pregunta que se plantean los analistas, los partidos de la oposición y otros políticos es otra: ¿qué se puede hacer para evitar un posible intento de dar una patada al panorama institucional o incluso ensayar un golpe más clásico en las próximas elecciones?

Para el abogado Pedro Abramovay, director de Open Society en América Latina, al insistir en la teoría del fraude en las urnas, Bolsonaro y sus partidarios han plantado la semilla de una estrategia para permanecer en el poder en caso de derrota en las próximas elecciones, previstas para 2022. “Se hace evidente la intención cuando Bolsonaro hace este tipo de demostraciones. Estamos hablando de un presidente que construyó su vida política desacreditando la democracia”, explica el jurista. En respuesta inmediata a las declaraciones del presidente brasileño, el Tribunal Superior Electoral (TSE) condenó el ataque al sistema electoral y subrayó que su presidente, Luís Roberto Barroso, “se ocupa de los hechos y las pruebas, que deben presentarse por los cauces pertinentes”.

Abramovay cree que, además de que las instituciones deben ejercer de contrapeso a las declaraciones antidemocráticas del Gobierno y del bolsonarismo, es esencial que tengan apoyo en el ecosistema político. “Si las Fuerzas Armadas no están dispuestas a cumplirla, la Constitución no vale nada”, explica el abogado. “El Supremo Tribunal Federal sólo podrá hacer cumplir la Constitución si hay fuerzas políticas articuladas lo suficientemente poderosas para impedir las intenciones golpistas del presidente”. Recuerda que, en países como Hungría y Turquía, que han experimentado recientemente el surgimiento de Gobiernos autoritarios, el Estado democrático se ha ido derrumbando gradualmente a partir de los ataques graduales a las instituciones.

En una línea similar, Andrei Roman, fundador de la consultora Atlas Político, que desarrolla encuestas de opinión sobre la popularidad de Bolsonaro y las preferencias de sus electores, ve un factor común entre el Brasil y los regímenes autoritarios que puede ser decisivo para una hipotética inclinación golpista. “En el contexto actual, es cada vez más difícil identificar el momento exacto en el que se produce un golpe de Estado”, dice el politólogo. “La infiltración de los militares en el Gobierno ocurre en Brasil de la misma manera que ocurrió con Chávez, en Venezuela, o con Orbán, en Hungría. Tener actores que compartan la idea de un régimen autoritario en posiciones estratégicas es aún más preocupante que la popularidad del presidente”, apunta.

Roman señala que, según las últimas encuestas de Atlas Político, entre el 10% y el 15% de la población brasileña apoya la toma del poder por parte de los militares, un porcentaje similar al de los que apoyan la teoría de la manipulación de las urnas. El índice puede aumentar, dependiendo de la actuación del Gobierno y de la radicalización de Bolsonaro en los próximos meses, pero no lo suficiente, según el politólogo, para mantener el apoyo popular a un eventual juicio por golpe de Estado o para fomentar las reacciones de las alas radicalizadas de su propia base o de la policía, por ejemplo.

Por otro lado, Pedro Abramovay considera alarmantes las manifestaciones de miembros del Ejército, como el excomandante Eduardo Villas Bôas, que incluso amenazó con una intervención militar si el Tribunal Supremo concedía el hábeas corpus al expresidente Luiz Inacio Lula da Silva en 2018, y del ministro Augusto Heleno, general retirado, que insinuó, en tono amenazador, hace meses que la incautación de los celulares del Bolsonaro, según lo determinado por el alto tribunal, podría tener “consecuencias impredecibles para la estabilidad nacional”.

En Estados Unidos, la postura neutral de los militares fue puesta a prueba ante la resistencia de Trump a reconocer el resultado de las elecciones, que ganó el demócrata Joe Biden. Días antes de la invasión del Capitolio, los diez exministros de defensa de Estados Unidos vivos, incluyendo prominentes republicanos, difundieron una carta conjunta condenando las acusaciones de fraude de Trump y su deseo de involucrar a los militares.

Uno de los reflejos de la invasión del Capitolio es la exigencia, por parte de oponentes del bolsonarismo, a los militares de que cumplan su papel institucional. “Y si (o cuando) ocurre una invasión golpista, similar a la de Estados Unidos, en el Congreso Nacional, ¿de qué lado estarían las Fuerzas Armadas?”, preguntó el gobernador de Maranhão, Flavio Dino, del Partido Comunista del Brasil. “La historia de Brasil justifica la pregunta. Espero que defiendan la Constitución y no estén del lado de los alborotadores y los milicianos”.

La oposición al Bolsonaro está organizada en dos frentes con vistas a las elecciones 2022. Uno de ellas aboga por la inmediata destitución del presidente a causa de la desastrosa gestión de la crisis sanitaria provocada por la pandemia del covid-19. La otra, cuyos entusiastas en buena medida también apoyan el impeachment, está tratando de allanar el camino para un amplio frente con el fin de reducir sus posibilidades de reelección.

El jueves pasado, el Partido de los Trabajadores (PT) presentó la 60ª petición de impeachment contra el presidente, esta vez por una apología a la tortura por la provocación dirigida a la expresidenta, Dilma Rousseff. Según las cifras de Atlas Político, la popularidad del Bolsonaro, que cayó casi 10 puntos porcentuales al principio de la pandemia, volvió a bajar ligeramente en diciembre. La mayoría de los entrevistados por la consultoría (55%) dijeron que apoyaron el impeachment del presidente hasta julio del año pasado. En abril, en el punto álgido de las tensiones por la caída de exministro de justicia Sergio Moro, Datafolha había mostró que el porcentaje de partidarios de la declaración era del 45%.

En el balance final de la invasión del Capitolio, Trump terminó siendo castigado en las redes sociales por incitar a los partidarios con el discurso del fraude electoral. Ahora se espera que las redes, especialmente Facebook, donde Bolsonaro ya ha publicado información falsa en su tradicional live semanal, adopten una postura similar en Brasil. Isabela Kalil, antropóloga y politóloga que estudia los movimientos de extrema derecha en Brasil desde 2016, señala que el bolsonarismo ya ha utilizado técnicas similares a las de los estadounidenses radicales para instigar una insurrección contra los poderes judicial y legislativo. En marzo, después de que el presidente compartiera un vídeo en el que animaba a sus partidarios a manifestarse contra el Congreso, un seguimiento coordinado por Kalil identificó la acción de los perfiles que pedían actos antidemocráticos frente a los cuarteles militares. “Desde el punto de vista de la base bolsonarista, tuvimos un ensayo de lo que podría suceder en 2022”, dice la investigadora.

Mientras que la invasión del Capitolio reunió a grupos neonazis, antivacunas y supremacistas blancos, simbolizados por QAnon, un movimiento que se adhiere a varias teorías de conspiración, la radicalización pro-Bolsonaro proviene de sectas como la “300 por Brasil”, liderada por la extremista Sara Winter, que incluso fue arrestada y acusada de amenazar a los jueces del Tribunal Supremo.

Además de la investigación del Supremo sobre las noticias falsas sobre la presunta existencia de una máquina de odio y desinformación impulsada por los bolsonaristas, Facebook eliminó en julio decenas de cuentas vinculadas al clan Bolsonaro por utilizar robots y perfiles falsos. El contragolpe en las redes es visto como una medida clave por la politóloga Kalil. “Grupos de la extrema derecha ya están migrando a otras redes, como Parler. La contención de esta ola requiere una respuesta firme de las instituciones democráticas”. Este sábado Bolsonaro invitó a sus seguidores, en una publicación de Instagram, a seguirlo en Parler, un día después de que Google, Amazon y Apple suspendieran la aplicación hasta que la red social aclare su tendencia autoritaria.