A primera vista, el condado de Starr, en Texas, es un lugar tranquilo.
Sus colinas, suavemente onduladas, están cubiertas de mezquites y arbustos de poca altura entre los que se cruzan pequeños barrancos y arroyos, y muchos de sus pueblos parecen sacados de las viejas películas del Oeste.
La frontera con México nunca está lejos. En los días tranquilos de pueblos como Roma, los residentes y visitantes pueden oír charlas ruidosas, niños jugando o gallos cantando al otro lado del Río Grande.
Durante décadas, el entorno del condado, su proximidad al río y el acceso a las autopistas lo han convertido en un concurrido punto de paso para los emigrantes y, ahora, en el centro del acalorado debate sobre la seguridad fronteriza en Estados Unidos.
El gobierno del presidente Joe Biden anunció hace unas semanas que construirá un nuevo tramo de aproximadamente 32 km de muro fronterizo en la zona. Un anuncio que contrasta con la declaración del entonces candidato Biden en 2020 de que no construiría “ni un metro más de muro” como presidente. Detuvo la construcción en su primer día en el cargo.
Aunque el presidente Biden y funcionarios del gobierno afirman que la nueva sección del muro fronterizo se está construyendo a regañadientes -debido a fondos asignados por el gobierno de Donald Trump en 2019-, el anuncio desató una vez más un intenso debate sobre la controvertida medida de control fronterizo que fue una política emblemática del entonces presidente Trump.
La eficacia o no de los muros fronterizos para contener el flujo migratorio se ha convertido en un debate acalorado e intensamente político.
¿Las barreras son eficientes?
Los datos del Departamento de Seguridad Nacional publicados a finales de 2020 revelan que los nuevos muros redujeron la entrada ilegal en algunos sectores en casi un 90%. Los estudios académicos, entretanto, han sugerido resultados más modestos.
Un análisis de los datos del Instituto Cato, por ejemplo, señala que la Patrulla Fronteriza registró más detenciones y cruces ilegales con éxito incluso antes de que finalizara la administración Trump, lo que sugiere que el muro no tuvo éxito en última instancia.
Un tercer informe, publicado en la Revista Económica Americana: Economía Aplicada, encontró que las barreras fronterizas redujeron la migración en un 35%. Sin embargo, el estudio no encontró datos que sugirieran que las barreras fueran más efectivas que utilizar el financiamiento para contratar más agentes fronterizos.
El gobierno de Biden, por su parte, ha declarado repetida e inequívocamente que no cree que las barreras sean eficaces.
Doris Meissner, excomisionada del desaparecido Servicio de Inmigración y Naturalización de Estados Unidos, dijo a la BBC que las barreras pueden ser eficaces para “redirigir” los flujos de inmigrantes hacia zonas más fáciles de patrullar.
“La idea de tener una barrera allí [en el condado de Starr] es que los agentes y vehículos de la Patrulla Fronteriza no tengan que estar repartidos en distancias enormes, sino en distancias por las que cruza la gente”, explicó Meissner, que ahora trabaja en el Instituto de Política Migratoria, con sede en Washington DC. “Eso parece ser lo que están pensando con esta propuesta”.
No son impenetrables
El propio término “muro” es equivocado. En su sitio web, la Patrulla Fronteriza (CBP por sus siglas en inglés) considera que la barrera fronteriza va desde vallas de piquetes hasta diques de hormigón y acero o “barreras Normandía”, que consisten en grandes barricadas metálicas diseñadas para detener las intrusiones de vehículos, pero transitables para las personas a pie.
Según señala este organismo, la nueva construcción del muro consistirá en paneles de valla de acero de 18 pies (5,4 m) colocados en barreras portátiles de hormigón, reforzadas con “tecnología de detección” e iluminación.
Los expertos señalan que incluso los sectores con barreras altas y sólidas no son en absoluto impenetrables. Los migrantes encuentran a menudo la forma de trepar por las barreras utilizando escaleras o cuerdas o cortándolas o trepando a través de ellas.
“En realidad es más bien un obstáculo. Probablemente sólo tardarán unos minutos más en entrar en Estados Unidos”, afirma Adam Isacson, investigador del centro de estudios WOLA (The Washington Office on Latin America).
“No se trata en absoluto de una barrera infranqueable. Es más difícil pasar a los niños, o a los ancianos o discapacitados, y mucha más gente muere o resulta gravemente herida al caer. Pero no parece disuadir a la gente”.
Los muros, añade Isaacson, son también “irrelevantes si tu objetivo es entregarte” y solicitar formalmente asilo, lo que en los últimos meses ha constituido una “mayoría significativa” del número total de detenciones de inmigrantes. Una vez cruzado el límite internacional, los solicitantes de asilo pueden impugnar legalmente la deportación.
A lo largo de la frontera, donde las comunidades están acostumbradas a estar en primera línea del debate sobre la inmigración, las noticias sobre la ampliación de la valla suscitan sentimientos encontrados.
Varios residentes de ciudades fronterizas declararon a la BBC que, aunque quieren una frontera fuerte, se oponen a un muro. Otros están abiertos a la idea, pero les preocupa cómo se implemente.
Uno de ellos, el activista de Eagle Pass Jessie Fuentes, dijo que “luchó mucho” contra los anteriores esfuerzos de construcción de muros fronterizos, pero que en última instancia consideró que las barreras estaban “bien diseñadas” y “colocadas estratégicamente”.
“Las vallas sirven para algo”, afirmó. “Si va a ayudar al control de la Patrulla Fronteriza o a establecer una ruta donde los migrantes puedan encontrar refugio o alivio, entonces es algo bueno….”
Alex García, residente del condado de Webb -que colinda con el condado de Starr- dijo que “entiende” la necesidad de una barrera, pero le preocupa que los migrantes puedan “hacerse daño” al intentar cruzar y el impacto medioambiental.
Como concepto, los “muros” fronterizos son anteriores tanto a Biden como al expresidente Trump. Todos los presidentes recientes de EE.UU. han construido o mejorado partes de las barreras a lo largo de la frontera, incluidas 128 millas construidas durante el gobierno Obama.
Estas barreras, señalan los expertos, han tenido poco impacto a largo plazo en los flujos migratorios y en los motivos que determinan en última instancia cuántos migrantes llegan a la frontera entre Estados Unidos y México.
Arturo Sarukhán, que fue embajador de México en EE.UU. entre 2007 y 2013, afirmó que “no se puede salir por la fuerza de una crisis migratoria”.
“No se pueden afrontar los retos del siglo XXI con soluciones del siglo I antes de Cristo”, afirmó.
“El único efecto que tendrá esto es aumentar aún más los beneficios de la delincuencia organizada que se dedica al contrabando y la trata de personas, y juegos infructuosos con los flujos migratorios y los patrones de cruce que harán que se desplacen hacia zonas fronterizas más peligrosas”.