Cuba y México acercan sus relaciones

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Foto: AFP

México y Cuba trabajan para reencauzar sus relaciones, que desde finales de los noventa hasta mediados de los 2000 sufrieron un deterioro diplomático fuerte y que en los últimos seis años permanecieron enfriadas. Este martes la cancillería de México anunció que el presidente Enrique Peña Nieto se reunirá en La Habana con el mandatario cubano Raúl Castro -durante la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que se hará entre el 28 y el 30 de enero- con el propósito de “relanzar” sus relaciones bilaterales.

México y el régimen castrista tuvieron una relación sólida, básicamente pragmática en la segunda mitad del siglo pasado, pero desde la década de los noventa -en la que México firmó el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y adoptó un discurso crítico con la falta de libertades en Cuba- el vínculo se ha ido desgastando a base de roces diplomáticos, aunque sus intercambios mercantiles se han mantenido y México no ha variado su postura tradicional de rechazo al embargo estadounidense.

Hoy parece que ha llegado otra fase. Con la vuelta al gobierno hace un año en México del antiguo partido hegemónico, el Partido Revolucionario Institucional, viejo conocido de La Habana, y en el contexto de la incipiente apertura económica de Cuba, las autoridades de ambos países han ido dando pasos de acercamiento.

Peña Nieto y Raúl Castro se vieron en enero de 2013 en una cita internacional en Chile. En septiembre, el canciller mexicano, José Antonio Meade, viajó a La Habana, y el canciller cubano, Bruno Rodríguez, visitó México DF en noviembre. Rodríguez dio una conferencia en la que agradeció a México su respaldo contra el bloqueo y en la que dijo que los cambios paulatinos de Cuba son “una oportunidad” para los empresarios mexicanos.

Pero el hecho más relevante de la visita del canciller de Castro vino de parte del gobierno de Peña Nieto: su secretario de Hacienda, Luis Videgaray, anunció que México le condonaba a Cuba un 70% de su deuda, unos 340 millones de dólares de un total aproximado de 500. “Queremos tener una relación cercana, no solo de amistad entre nuestros pueblos, sino económica (…) y esta situación era un obstáculo para que fluyeran bien las cosas”, dijo Videgaray, brazo derecho del presidente y cerebro del actual plan de despegue económico de México.

La condonación de la deuda supuso un mensaje claro de la voluntad del nuevo gobierno mexicano de dar carpetazo a las desavenencias que hubo entre ambos países desde finales de los noventa. Con el PRI aún en el gobierno, en la Cumbre Iberoamericana de La Habana de 1998, el presidente mexicano Ernesto Zedillo criticó en su discurso la represión de las libertades civiles en Cuba y Fidel Castro lo consideró un ataque: su respuesta fue afirmar que los niños mexicanos conocían más a Mickey Mouse que a sus héroes nacionales, es decir, que México ya era otro, que había bajado del pedestal a sus glorias insurgentes del siglo XIX para hacerle un sitio bien cómodo al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, o traicionado a la Patria por un ratón.

El siguiente roce serio ocurrió cuando el presidente Vicente Fox, del Partido Acción Nacional, visitó La Habana en febrero de 2002 y se entrevistó con opositores cubanos. Poco después, en marzo, Fidel Castro acudió a una cumbre de la ONU en Monterrey, México, y abandonó de golpe la cita. Posteriormente, el líder cubano argumentó que su ventolera se debió a que Fox, para contentar a Estados Unidos, lo presionó para que estuviera el mínimo de tiempo posible en aquella cita. Castro puso en evidencia a Fox publicando una grabación de una comida durante la cumbre en la que el presidente mexicano le sugirió lo siguiente: “Comes y te vas”.

En 2004, con Fox todavía en el cargo, Cuba y México volvieron a reñir a propósito de la deportación de un empresario mexicano involucrado en una trama de corrupción política y detenido en La Habana. En aquel momento, Fox llegó a expulsar al embajador cubano.

Después, de 2006 a 2012, durante la presidencia de Felipe Calderón, la relación se apaciguó pero no pasó de una mejora en las formas. Calderón fue a La Habana en 2012, hacia el final de su mandato. Hacía diez años que un presidente mexicano no iba a Cuba. Fue una visita de guante blanco. Calderón evitó reunirse con la oposición y le regaló los oídos al gobierno cubano condenando el embargo.

Ahora, Peña Nieto y Raúl Castro enfilan una nueva etapa en la que la aproximación entre Cuba y México muestra un aspecto técnico, limpio de calenturas verbales e ideológicas. Según Rafael Rojas, investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas de México y profesor visitante en Princeton, se está dando “un giro importante”, pero cauteloso.

Rojas considera que Peña Nieto no quiere hacer “movimientos pronunciados” ni expresar un “entendimiento pleno” con Cuba, sino canalizar el asunto con sobriedad. Interpreta que el gobierno de México ha visto en esta cumbre de la CELAC una ocasión idónea para acercarse a Castro bajo pretexto de la causa común de un “latinoamericanismo” emergente, algo que, según él, armoniza con la intención que le atribuye al presidente cubano: “más realismo y menos chavismo”, lo que implicaría cultivar más y sin grandes aspavientos los vínculos cubanos con potencias económicas como México y Brasil.

Con todo, la supuesta estrategia de amistad posideológica de México con Cuba presenta un problema para Peña Nieto. La disidencia, o cómo tocar el tema de los derechos civiles sin cabrear a Raúl Castro ni decepcionar a Estados Unidos.

Ricardo Pascoe, embajador de México en La Habana a principios de los 2000, afirma que Peña Nieto afronta una encrucijada: “Cuando un presidente mexicano va a Cuba hay indudablemente una exigencia de Washington de que en su discurso debe hacer un planteamiento sobre derechos humanos y reunirse con los disidentes. Y si no se reúne con ellos, lo cierto es que esto va a generarle dificultades con Estados Unidos, con el que además, conceptualmente, tiene más cercanía. Es un viaje complicado que no puede evadir”. Pascoe presume que tal vez la condonación de parte de la deuda haya predispuesto a Cuba a asumir sin acritud un posible discurso prodemocrático o una foto con los opositores.

México es el tercer socio comercial de Cuba en América Latina y el Caribe, pero su mayor pilar económico es Estados Unidos, lo que le complica la vía de acercamiento a La Habana, una línea de trabajo que de hecho Peña Nieto ha mantenido en segundo plano.

Su primer viaje como presidente electo incluyó -de sur a norte de América Latina- a Argentina, a Chile, a Brasil, a Perú, a Colombia, a Guatemala, pero no a Cuba, que solo está separada de México por el canal de Yucatán, unos 200 kilómetros de costa a costa, y en sus discursos sobre relaciones internacionales ha hecho énfasis en que México debe expandir su comercio con los países del Pacífico, latinoamericanos y asiáticos, aparte de seguir desarrollando su integración económica con Estados Unidos y Canadá.

Este mismo martes, el mismo día en que se anunció la cita con Raúl Castro, el encargado de la Secretaría de Economía, Ildefonso Guajardo, afirmó que es el momento de profundizar en el Tratado de Libre Comercio. Aunque a los Castro no les guste el ratón.

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