Del delirio de la guerra al consumismo tipo Silicon Valley

Por Carlos Rodriguez San Martín
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OTAN
Foto: AFP

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) cumplió en abril pasado un aniversario más desde su creación después de la Segunda Guerra Mundial. Luego de la rendición de Hitler en Rusia vino la capitulación de Japón, luego el ejército norteamericano alistó filas contra Corea. La guerra latente.

Los Estados Unidos querían una demostración de fuerza y se embarcaron de lleno en la construcción de una poderosa industria militar que acompañó el impulso y desarrollo de la revolución industrial en campos inimaginables. Fabricaron todo y para todos los gustos.

Los norteamericanos fumaban cigarrillos Marlboro, conducían automóviles Chevrolet y Ford, consumían whisky Johnnie Walker, se convirtieron en poderosos agricultores, la United Fruit Company es la demostración elocuente. Desarrollaron la incipiente industria tecnológica: ITT, INTEL y una larga lista de empresas se fundaron en California que habían sido desde sus orígenes tierras fértiles que no dependían de la efervescencia moderna del Este.

Sus profesionales se convirtieron en el paradigma de la revolución de la tecnología. De esa época se remonta Silicom Valey. No es que el Valle del Silicio son los Gates, Musk, Zuckerberg, Larry Page y los galácticos multimillonarios que afloran su pajarito y todas sus depravaciones incluidas.

Ellos llegaron 40 años después de que las poderosas familias de la Unión de Iglesias Congregacionalistas, dueñas de extensos territorios que no alcanzaban la vista, se convirtieron en promisorios ingenieros y contrarrestaron el germen al impulso de la moda de Nueva York, su mayor referente.

tecnología, seguridad, Otan

El periodista Tom Wolfe lo describe magistralmente en su libro El periodismo canalla y otros artículos. Silicon Valley fue la intrépida propulsión que materializó la verdadera revolución tecnológica, el de los microconductores, la pequeña cabeza de los dispositivos sin los que los aviones de la Boeing no podrían volar ni los cohetes de la NASA despegar a sus sucesivas misiones espaciales.

La OTAN acompañó de cerca las transformaciones porque su poderío bélico reforzó la grandeza de los Estados Unidos y la de sus aliados occidentales unidos todos para combatir el comunismo internacional. La amenaza latente de la Unión Soviética. Marx proclamó el materialismo dialéctico que formula como idea central que todo está en constante movimiento. Ese movimiento pareció atraer olas del gentío permisivo desde la década de los 50, mejor aplicada por los enemigos occidentales que por los rudos comunistas, embarcados en otras guerras transitorias que impusieron a la fuerza y privaron el desarrollo a las masas atrapadas en los países del Este europeo; satélites de un deformado circuito cerrado, en el que los microconductores nada tenían que hacer.

Culminada la conflagración bélica en 1943 el mundo se dividió en dos bloques cediendo paso a la guerra fría entre capitalismo y comunismo. La industrialización no paró, la fortaleza militar de los aliados occidentales tampoco y la OTAN configuró un escenario de defensa extendiendo sus dominios siempre bajo el pretexto de la amenaza comunista. Generó focos de conflicto y desató pequeñas guerras a veces con tanques a veces no, presumiendo un orden mundial creció y reforzó su dominio cultural y el control industrial.

En los ´80 el imperio ruso se debilitó internamente y propuso una salida de cambio: la transformación. La base filosófica de la espiritualidad colectiva periclitó germinando la “Perestroika”. Ese árido recorrido de la materia en movimiento culminó con la disolución. La URSS se desintegró a pedazos; los aliados, consumados bajo regímenes totalitarios en la Cortina de Hierro proclamaron la libertad cuando cayó el Muro de Berlín.

La cuartada de la carrera militar que ya no tendría sentido se reveló como el rollo de una película y ensayó la “Defensa Colectiva” ante cualquier tipo de ataque a uno de sus miembros -en total 30 países-. En 1989 la OTAN atacó la exYugoslavia, antes de dividirla y enfrentarla. Desde entonces su poder coercitivo rediseñó un nuevo modelo de sometimiento incumpliendo acuerdos contra la proliferación de armas nucleares y articuló su nuevo arsenal en todos los países aliados apuntando ojivas contra los rebeldes.

Ucrania iba a ser el siguiente y Putin trató de evitarlo.

 

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