Del rap a la militancia religiosa extremista
Para los hermanos que perpetraron el ataque contra el semanario Charlie Hebdo la combinación de una integración social mal realizada, de un desarraigo total y las guerras de Occidente en Medio Oriente esbozaron un destino fatal.
Del rap a la muerte, de una práctica religiosa ocasional a la militancia extrema bajo la influencia o el impacto de la guerra de Irak. La trayectoria de Saïd y Cherif Kouachi, los dos hermanos que perpetraron el ataque contra el semanario Charlie Hebdo, tiene rasgos similares a la de muchos otros jihadistas oriundos de la inmigración que nacieron en Occidente. En un momento de su juventud, ambos, sobre todo Cherif, se cruzaron con predicadores encendidos que les mostraron o los ilusionaron con el nuevo camino. Un futuro de combates, gloria y heroísmo acuñado bajo el sol negro de las expediciones coloniales de Occidente. Sus destinos estuvieron marcados por las imágenes de la segunda invasión de Irak por parte de Estados Unidos (2003). La vida de Cherif empezó con la fascinación por la música, el rap, y se transformó cuando conoció al emir Farid Benyettou, el hombre que le hizo el puente para que pasara a formar parte de lo que hoy se conoce como el “círculo de las Buttes-Chaumont”. Se trata de una red que actuaba en el distrito XIX de París y que se dedicaba a enrolar y enviar combatientes a Irak. La meta consistía en integrarlos a la rama iraquí de Al Qaida, en ese entonces al mando de Abu Mussab al Zarkaoui.
En esa época, Cherif se había cambiado el nombre. Se hacía llamar Abu Issen. Su sueño de combatir en Irak quedó inconcluso. En 2005, la policía desarticuló el círculo “de las Buttes-Chaumont” y Abu Issen, que estaba a punto de tomar un vuelo hacia Damasco, fue detenido y encarcelado. Luego del juicio, en 2008, fue condenado a tres años de cárcel, de los que sólo cumplió la mitad. Según reveló el diario Le Monde, Cherif conoció a la mayoría de sus cómplices en el colegio. Su entorno lo describe como “el más violento y el más impulsivo de todos”. Vincent Ollivier, su antiguo abogado, lo define como un “aprendiz de perdedor, un chico de los mandados que fumaba mucho hachís y trabajaba entregando pizzas para comprar droga. Fumaba, bebía, llevaba barba y tenía novia, muy poco que ver con el retrato del islamista. Era un muchacho algo distraído, que no sabía muy bien qué hacer con su vida, hasta que un día se encontró con gente que lo hizo sentir importante”.
El punto a partir del cual la vida del joven jihadista francés cambió de rumbo fue la guerra de Irak. Su abogado, Vincent Ollivier, precisa que antes del conflicto iraquí el joven era un “musulmán ocasional”. Sin embargo, “la guerra de Irak lo trastornó”, sobre todo “la intervención norteamericana en ese país y los abusos cometidos por los soldados norteamericanos en la cárcel de Abu Ghraib”. Cuando salió de la cárcel, el joven no abandonó sus contactos con los movimientos violentos. La Justicia lo volvió a condenar debido a su participación en un plan para facilitar la fuga de Smain Ait Ali Belkace, un cuadro del movimiento armado argelino GIA, (Grupo Islámico Armado). Belkace había sido condenado a cadena perpetua por un atentado cometido en 2002 en el metro de París, que dejó 30 heridos. Sobre su hermano Saïd se conocen menos cosas. Nació en París, en 1980, y su actividad parece resumirse más a seguir los pasos de su hermano, a ayudarlo, antes que a una militancia jihadista plena. La combinación de una integración social mal realizada, de un desarraigo total, y las guerras de Occidente en Medio Oriente esbozaron un destino fatal.