Destitución presidencial en Perú: Este país ha logrado mantener la democracia como una sorpresa, de traspiés en traspiés

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Foto: Reuters

 

La política peruana sufre desde 2016 una serie de turbulencias: el Congreso presentó dos mociones de destitución presidencial (vacancia), renunció el presidente, el nuevo mandatario disolvió el Congreso, se presentaron otras dos mociones de vacancia presidencial y la última acabó destituyendo al presidente.

La caída el lunes de Martín Vizcarra, sustituto de Pedro Pablo Kuczynski, dio paso a que Manuel Merino se convirtiera en el tercer presidente en cuatro años.

Parecería que Perú vive un momento de convulsión política extraordinaria tras años en los que los presidentes habían aguantado los cinco años de gestión. Pero la historia del país muestra que las crisis son más que frecuentes.

Solo en el siglo XX, hubo unos ocho golpes de Estado exitosos, además de una grave crisis económica a fines de los años 80 y el conflicto desatado por los grupos armados Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA).

En un artículo publicado en septiembre en The New York Times el politólogo Daniel Encinas recordaba estos hechos y citaba una frase atribuida al escritor peruano Martín Adán ante el golpe de estado de 1948: “Hemos vuelto a la normalidad”.

¿Qué tan cierto es que en realidad la inestabilidad y las crisis políticas son la “normalidad” de Perú? En BBC Mundo hablamos con Encinas sobre el tema.

¿Crees que Martín Adán habría dicho ahora la misma frase que se le atribuye?

Si, yo creo que un poco. Yo tomaba esa frase para decir que era posible que hubiéramos vuelto a la normalidad, pero también para llamar la atención de que creo que no estamos condenados a la inestabilidad.

O sea, hay fuerzas históricas que tienden al desequilibrio en el Perú. Si vemos la trayectoria peruana a largo plazo, el país está asociado a la inestabilidad.

La cita que se le atribuye a Martín Adán muestra la idea que teníamos los propios peruanos de que Perú era un país inestable, difícil de gobernar.

Pero creo que también hemos sido capaces de mostrarnos en estos últimos 20 años que podemos romper con esa inestabilidad como normalidad histórica y que hay que intentar algo nuevo para cuidar la estabilidad. Pero es algo que los congresistas no han querido.

¿A qué se debió que Perú haya podido romper con la aparente inestabilidad “histórica” los últimos 20 años?

Al terminar el mandato de Fujimori (2000), hubo un ambiente internacional mucho más prodemocrático y un gobierno que coincidió con el boom internacional de las materias primas.

El país creció económicamente, continuó el modelo económico de los 90 y eso le dio cierta estabilidad a los gobiernos.

Tuvimos una idea de milagro peruano (también político), pero era un mito, de desarrollo, de que el país estaba por fin encaminado, que básicamente consistía en dejar de lado la política y enfocarnos en la economía, que era mejor si la política no existía.

Era un mito porque teníamos un estado históricamente débil, unos partidos que eran más débiles, que sumaban intereses cada vez más particulares.

Fue una suerte de prosperidad falaz del nuevo milenio que [si bien] permitió que funcione el país, ya venía desacelerándose y mostrando sus contradicciones cada vez más fuertes en los últimos años.

Pero al mismo tiempo que se mantenían las contradicciones, imagino que debe haber sido fácil para algunos creer el “mito”, después de la crisis económica y el conflicto armado de los años 80.

Soy parte de una generación [nacida a inicios de los 90] que nuestro despertar político se da en un momento en el que el país había salido de una crisis terrible como la de la llamada década perdida de los 80.

Entonces crecimos y vivimos sin imaginarnos que una mayor precariedad o un regreso a la inestabilidad histórica era posible, cuando las señales de nuestra precariedad estaban ahí.

Creo que tiene que ver también con este mito de la generación ganadora, del Estado triunfante que derrota al terrorismo y que sale de la catástrofe de los 80, que alimentó la idea de que no había que cambiar nada, que prácticamente había que dejar el país tal cual lo configuramos luego del desastre de los 80.

Es una generación que ha estado pensando más en los años 80 o en otro fantasma, como Cuba o Venezuela, en escapar de ser el Perú de antes, y ha dejado de mirar al Perú de ahora, el Perú que somos, lleno de una serie de contradicciones.

Pero pese al “milagro económico”, a los “mitos”, los recursos como la vacancia, la disolución del Congreso estaban ahí. ¿Por qué vienen usándose ahora y con tanta frecuencia?

Teníamos muchos problemas de inestabilidad, pero nadie era lo suficientemente fuerte, todos eran bastante débiles, incapaces de acumular poder por encima de otros y lograban contrapesarse.

Pero en los últimos cinco años, vemos actores más fuertes que otros y que rompen este equilibrio que existía y creo que es cuando vemos esta crisis.

Por primera vez [en 20 años] se elige un presidente y un Congreso en el que la mayoría de oposición era abrumadora, muy, muy grande que desestabiliza por completo el gobierno de PPK al punto de forzar su renuncia.

Se rompe el escudo legislativo de los gobernantes y todas las contradicciones de la estabilidad precaria terminan explotando.

Entonces ocurre un quinquenio de abuso de mecanismos extremos, de vacancia, renuncia del presidente, disolución del Congreso, vacancia nuevamente.

O sea, no nos hemos despertado de repente en un Perú que rompe ciertas normas, sino que el equilibrio débil que había entre gobierno y congreso se rompió.

Entonces era solo cuestión de tiempo que se rompiera el equilibrio, de que Perú deje de mantener la estabilidad.

Hemos sobrevivido como una paradoja. Hemos logrado mantener la democracia hasta el momento como una sorpresa, de traspiés en traspiés y eso ha terminado explotando en los últimos cinco años.

Como dijo el politólogo Rodrigo Barrenechea, estamos asistiendo al fin del experimento de la democracia peruana sin partidos y me parece muy acertada la frase.

Y si el mismo Vizcarra estaba experimentando a gobernar sin partido, ¿crees que cometió un error al no presentar congresistas para las elecciones de enero o que se confió demasiado en su popularidad?

Finalmente Vizcarra sale por un Congreso donde tenía cero congresistas. Creo que sí fue un error. Con la popularidad que él tenía, debió haber intentado configurar un Congreso que le diera una mayoría cómoda para gobernar, o si no mayoritario, mínimamente a su favor, una bancada que le diera estabilidad. Pero esto es en teoría.

Vizcarra si bien fue muy mediocre en términos de gestión, fue muy bueno en términos simbólicos y políticos, y supo conectar con la población. Pese a la pandemia, disminuyó mucho su aprobación, pero no se dilapidó y siguió siendo el presidente más popular, posiblemente desde Fujimori.

Pero Vizcarra también es parte de la misma precariedad de partidos políticos que el resto de parlamentarios. No tiene partido político, no tenía una lealtad. Tampoco tenía una lealtad muy grande a quien era el presidente de su lista [PPK].

Pero había también la preocupación de que él pudiera intervenir [en las elecciones parlamentarias]. Entonces creo que él quiso dar una imagen de desprendimiento del poder. Ahora, sabiendo el resultado, podemos decir que fue un grave error.

Además que ya había lecciones históricas de que las cosas no funcionan muy bien cuando el presidente está solo, ¿no?

Yo creo que lo que vemos desde 2016 son varios episodios de una temporada a la que le podríamos llamar “la saga del presidente solitario”. Toda la serie se llamaría “Perú, inestabilidad política”, y finalmente lo que se ve es un enfrentamiento entre ejecutivo y legislativo que termina con uno u otro ganando.

Todos los episodios anteriores en los que el presidente no ha tenido mayoría en el Congreso, en que hemos tenido un gobierno dividido, hemos terminado en crisis institucional.

Ninguna democracia peruana ha sobrevivido a eso anteriormente y en este momento estamos en una etapa en la que tenemos que discutir si va a sobrevivir o no.

¿Crees que las protestas actuales, que se han desatado en varias ciudades, puedan tener efecto en esta discusión?

Hasta ahora, cuando la ciudadanía sale a protestar, no arma protestas nacionales y sostenidas porque la organización social también es precaria. Pero no sabemos qué pueda pasar con estas protestas. En cualquier caso, no quiere decir que sean irrelevantes. Al contrario.

Lo único que tenemos es calle y la indignación ciudadana para aumentar el costo de posibles arbitrariedades. Hay una ciudadanía que marcha porque cree que ha ocurrido un golpe o no reconoce legitimidad de un acto supuestamente pegado a la letra. Se debe garantizar su derecho a protesta, sin represión policial.

¿Crees que esta crisis de los últimos cinco años podrían ser un punto de inflexión o por el contrario, el anuncio de algo peor?

Es un momento de inflexión en el sentido de que por fin se ven las consecuencias negativas que todos esperaríamos de la configuración institucional del país.

Estos últimos cinco años muestran las bases precarias del supuesto milagro económico y político peruano.

La paradoja deja de existir y aparece más bien el Perú con una inestabilidad al desnudo.

Pero ¿el desenlace? ¿Qué va a suceder ahora, con este festín de reparto de poder en un país empobrecido y muriéndose, en el que el Congreso termina copando dos poderes (legislativo y ejecutivo)? Creo que todavía estamos por ver el desenlace, y siempre se puede estar peor. Hay que estar atentos.