Donald Trump ya tiene a sus judíos: los mexicanos

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Foto: REUTERS

A México todavía le dura el temblor de piernas tras la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. No se trata de ese temor difuso que se ha adueñado del resto del mundo, sino de miedo real. Trump ha insultado, denigrado y amenazado a los mexicanos de tantas formas, que solo con que cumpla un tercio de sus perversas ocurrencias el efecto será catastrófico para el país. Por eso el presidente Enrique Peña Nieto, en un gesto más propio de tiempos de guerra fría, reunió de urgencia a su gabinete nada más confirmarse el resultado de la votación. Su primera medida: sacar a las 7 de la mañana al ministro de Hacienda y al gobernador del Banco de México a calmar a los mercados financieros y tratar de amortiguar el desplome del peso mexicano, que aun así se ha devaluado un 13%.

“Si hemos de tomar en serio las promesas de campaña de Donald Trump contra México, hay posibilidad de una guerra económica, comercial, estratégica, diplomática y étnica”, advirtió el historiador Enrique Krauzeuno de los pilares intelectuales de México, en horario de máxima audiencia. “La historia nos enseña que cuando los demagogos llegan al poder, tienden a cumplir las promesas que plantearon. Hay que tomar en serio lo que dijeron. Por eso estamos en tiempo de incertidumbre, debemos estar muy alerta”, señaló Krauze. Y concluyó en un llamamiento a filas: “Es importante entrar en negociación y prepararnos también para lo peor. Los demagogos en el poder tienen una especie de destino que les marca su propio narcisismo, megalomanía y paranoia”.

Son declaraciones propias de los años treinta del siglo XX. Pero es Trump quien durante un año se ha referido a México en términos de entreguerras para agitar a las masas conservadoras. No hay otro país que el billonario haya citado más y con mayor inquina en su campaña. Los mexicanos son, para el nuevo presidente de Estados Unidos, lo mismo que los judíosfueron para el nazismo: parásitos que embrutecen la grandeza de América. Son criminales, asesinos y violadores que roban la riqueza de Estados Unidos enviando remesas a su país y usurpan el trabajo a las honestas clases obreras blancas.

La solución de Trump es deportar en masa a los 11 millones de mexicanosindocumentados y obligar a su país a pagar la construcción de un muro a lo largo de la frontera. Solo así América será grande otra vez. Si México se resiste, la respuesta será la guerra. Todo eso y mucho más ha repetido el presidente electo en sus incendiarios discursos ante auditorios entregados a la ira de su líder. ¿Les suena?

“Uno no se da cuenta cómo los inmigrantes de este país viven en una enorme presión psicológica, una vida de tensión constante, una vida de inquietud. Muchos decidirán regresarse a México, incluso llevarse a sus hijos que pudieran ser ciudadanos estadounidenses y no arriesgar la separación de la familia. Pudiera darse un éxodo importante de familias mixtas, que tienen indocumentados, pero también ciudadanos y residentes (estadounidenses)”, vaticina Tony Payán, director del Centro de Estudios sobre México del Baker Institute for Public Policy de la Universidad Rice, al portal ‘SinEmbargo‘.

La oleada de odio hacia los hispanos no se ha hecho esperar. Ha habido pintadas en viviendas de familias mexicanas, también en universidades. Ha habido señores blancos diciendo en plena calle a muchachas latinas: “Estoy deseando que Trump nos pida que os violemos a todas y os mandemos de vuelta”. Aunque el episodio hasta la fecha más inquietante, y más viral, es el de niños blancos gritando “¡construid el muro!” en el comedor de la escuela dirigiéndose a un grupo de compañeros latinos.

“Mexicanos, centroamericanos, grupos de latinos, todos están en peligrode ser objeto de esta tensión racial, demográfica y cultural que se está dando en Estados Unidos. Trump debería salir y calmar los ánimos, pero no estoy seguro que sepa cómo hacerlo, que él entienda cuál es la bestia que despertó, el monstruo que creó. No estoy seguro que tenga la capacidad de volver a meterlo en el ánfora”, prosigue Payán.

También Edgardo Buscaglia, director del International Law and Economic Development Center e investigador principal en Derecho y Economía en la Universidad de Columbia, considera en ‘SinEmbargo’ que la presidencia de Trump “es un tsunami” para México. “La primera tormenta traerá una crisis migratoria y violaciones masivas a los derechos humanos contra las minorías hispanas, que ya se comenzaron a dar en Estados Unidos. Luego viene una ola económica: depreciación del peso, mayor inflación, inestabilidad económica y política”.

Buscaglia no duda en ubicar el conflicto Trump-México en un rango de crisis internacional. “Tienen que intervenir la ONU y la OEA (Organización de los Estados Americanos) para ayudar a México, que tiene que reconstruir su pacto nacional para enfrentar el tsunami que se viene de Estados Unidos, no solo de violaciones de derechos humanos a sus compatriotas, sino en materia comercial y de seguridad”.

Igual que Krauze, el investigador cree firmemente que Trump sí aplicaráparte de sus medidas anti-México: “Hará lo que realmente dijo que iba hacer, porque la credibilidad de este hombre depende de que cumpla los disparates que propuso”. Por eso, “México tendrá que crear políticas de contención social. Si empiezan a retornar cientos de miles de migrantes se va a desatar una crisis social en el país. Esto sucederá en los próximos seis meses, no necesitamos esperar a que Trump asuma el poder”.

Las cuatro plagas que asolarán México

Entre todos los exabruptos y amenazas que ha dedicado el nuevo presidente de Estados Unidos al pueblo mexicano, destacan cuatro medidas radicales que, de aplicarse combinadamente, asolarían México como cuatro plagas bíblicas. Más en un país que crece a un anémico 2% anual y tiene en la residencia de Los Pinos al presidente menos popular de las últimas décadas.

Las deportaciones: La primera amenaza es la deportación masiva de indocumentados, la medida estrella del programa migratorio de Trump. La carrera del odio y la xenofobia comenzó precisamente con este asunto y con la ya célebre afirmación: “Cuando México nos manda a su gente, no manda a los mejores. Nos traen drogas. Nos traen crimen. Son violadores. Aunque algunos, supongo, son buenas personas”. No importa que las estadísticas desmientan esa infamia. Los mexicanos son culpables por definición. Preguntado por cómo acometerá la operación, Trump ha repetido que será una expulsión “humanitaria”. Si a bordo de camiones militares o de autobuses, libres o encadenados, aún no lo ha decidido. Lo que sí sabe es que semejante acción costaría unos 500.000 millones de dólares.

El muro: La segunda política del odio hacia México va en el mismo sentido, y es el abyecto muro que debe recorrer los 3.000 kilómetros de fronteracompartida. “México aún no lo sabe, pero va a pagar la construcción de un hermoso muro”, ha insistido el nuevo presidente de Estados Unidos. No solo eso. México es quien deberá pagarlo, lo que agrava aún más lo humillante de la propuesta. Su construcción y posterior mantenimiento se estima en 10.000 millones de dólares al año. Si México se niega, Trump lo tiene claro: la guerra. “Créame, cuando rejuvenezca a nuestros militares, México no querrá jugar a la guerra con nosotros”, dijo en entrevista a la NBC.

Las remesas: Donald Trump opina que los mexicanos roban a Estados Unidos mediante el envío de remesas a sus familias al sur de la frontera. El volumen es, sin duda, sustantivo. Más de 25.000 millones de dólares al año (18% del total de remesas de EEUU) que sostienen a centenares de miles de familias. En realidad, las remesas son el principal ingreso del país azteca, más incluso que las ganancias por el petróleo. Trump lo sabe y no dudará en secuestrarlas al mínimo gesto de desobediencia del Gobierno mexicano. Por ejemplo, si se niega a financiar el muro.

El TLC: La última pero más importante amenaza para México es el futuro del Tratado de Libre Comercio (TLC), por el cual fluyen libremente bienes y capitales a lo ancho de la frontera sin ningún arancel desde 1994. Ese acuerdo ha convertido a EEUU en el principal socio comercial de México con muchísima diferencia, y a México en el tercer socio comercial de EEUU, en una relación bilateral de 531.000 millones de dólares en 2015.

Sin embargo, Trump aborrece el TLC (“es el peor acuerdo comercial de la historia”) y ha regalado los oídos de sus votantes del ‘cinturón oxidado’ al señalarlo como el culpable de su zozobra, al trasladar progresivamente todas las manufacturas a México. En campaña amenazó a Ford, General Motors y Chrysler con gravar hasta con un 35% de impuestos todos los automóviles que produzcan en México. Si Trump aplica medidas radicales para recuperar la industria automotriz (y todo indica que lo hará porque para eso lo han votado en Michigan, Ohio y Wisconsin), más de un millón de mexicanos podrían quedarse en el paro. Y ni hablar si extiende el gravamen al resto de industrias.

Donald Trump ha encontrado en México y los mexicanos a su chivo expiatorio, a sus particulares ‘judíos’ causantes de todos los males que asuelan la primera potencia mundial. Como dijo antes de la votación José Antonio Crespo, analista político del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), “este es el suceso más importante en Estados Unidos para México desde la guerra de 1846”, que terminó con la pérdida para el país azteca de un tercio de su territorio. Hoy, como entonces, México ha vuelto a perder.