EE.UU.: resistentes contra Trump buscan un tercer candidato
Caen uno a uno y cada vez quedan menos que se resistan. Los pesos pesados del Partido Republicano cierran filas con su candidato a las elecciones presidenciales de noviembre, el magnate neoyorquino Donald Trump. No importa que en el pasado les insultase. Ni que ellos mismos, hasta hace unas semanas, le considerasen un “cáncer” para el conservadurismo, como dijo el exgobernador de Texas Rick Perry, ahora converso al trumpismo. Sólo un grupo muy reducido se resiste y especula con una tercera candidatura. Tres nombres destacan: el excandidato presidencial Mitt Romney, el senador por Nebraska Ben Sasse y la gobernadora de Nuevo México, Susana Martínez.
El club de insultados, humillados y despreciados contrarios a Donald Trump acaba de perder a uno sus miembros más conspicuos, el senador por Florida Marco Rubio. Rubio, hasta hace unos meses la gran esperanza del Partido Republicano, fue uno de los rivales de Trump en el proceso de primarias. Trump le llamaba little Marco, el pequeño Marco, y se burlaba de los sudores que le inundaban en los debates televisados. Rubio llamaba a Trump estafador y decía que era un peligro para la seguridad nacional poner a su alcance el botón nuclear
Todo olvidado. Rubio dice que para él será un placer hablar en la convención de Cleveland (Ohio), que en julio consagrará a Trump como candidato. No es la única víctima que sucumbe. Para el senador por Arizona, candidato presidencial en 2008 y prisionero de guerra en Vietnam, John McCain, no ha sido un problema que Trump se mofase de su heroísmo: ahora le apoya. Y, como Rubio y McCain, decenas de republicanos que al principio no se tomaron en serio la candidatura del magnate neoyoquino, después se le opusieron al constatar que rompía con la ortodoxia del partido y finalmente llegaron a idéntica conclusión: mejor Trump que la probable candidata demócrata, Hillary Clinton.
Otro argumento: la promesa de Trump de nombrar jueces conservadores en el Tribunal Supremo, cuyo poder para definir el curso de la sociedad estadounidense -en cuestiones como el aborto, las armas de fuego o los derechos civiles- excede al de la Casa Blanca o el Congreso.
Queda por sumarse al movimiento un personaje central en la constelación conservadora: Paul Ryan, speaker o presidente de la Cámara de Representantes, y auténtico ideólogo del republicanismo durante los años de Barack Obama. A él se deben las propuestas más afinadas de recortes en el estado del bienestar, propuestas que colisionan de frente que las ideas de Trump. Ryan ya ha dicho que le une con Trump el deseo de derrotar a Clinton, y ha dado a entender que lo acabará apoyando. Pero se ha reservado la declaración explícita de apoyo, con la esperanza de convertir a Trump -un hombre sin una ideología codificada, capaz de contradecirse en una misma frase- a la ortodoxia conservadora.
Ryan confiaba en que, tras convertirse en el nominado in péctore, hace un mes, Trump rebajaría el volumen, sería más presidencial. No ha sido así. Continúa insultando a diestro y siniestro. Cree que su papel de bully, de acosador de patio de colegio sin pelos en la lengua le ha servido para derrotar a 16 rivales republicanos y llegar donde está ahora, a un paso de la Casa Blanca. No está dispuesto a aceptar lecciones de nadie. Es indomesticable, y esto complica las cosas para algunos conservadores a los que, por disciplina de partido, les gustaría defender a su candidato, pero que no se ven haciendo campaña por un demagogo xenófobo y machista.
El resistente más conocido es Romney, que hace cuatro años ocupaba la plaza de Trump: candidato republicano a la presidencia. Romney ha dicho que se siente obligado a atacarlo porque un día sus nietos le preguntarán: “¿Y tú qué hiciste para frenar Trump?” Otro miembro del exiguo club anti-Trump es el senador Sasse, un cristiano evangélico apegado a los valores familiares y al dogma conservador de un Estado federal reducido mínimos.
Ambos ha merecido los epítetos de Trump, como la gobernadora Martínez, que además de republicana es mujer e hispana, dos grupos clave para ganar elecciones y a los que Trump ha ofendido. Por criticar en privado la retórica contra los inmigrantes de Trump y por reservarse el derecho a apoyarle, Trump se ha lanzado contra ella. Trump tiene la piel fina. Si no le rinden pleitesía, se siente agraviado. “Ella no fue amable”, se justificó Trump esta semana. “Y, ¿creéis que voy a cambiar? No cambiaré. Tampoco con ella”.
UN DESCONOCIDO FUERA DE UN MINÚSCULO CÍRCULO CONSERVADOR
El último nombre que ha sonado como tercera opción -entre el republicano Donald Trump y la probable candidata demócrata, Hillary Clinton- es el de David French, un excombatiente en Irak, jurista experto en la Constitución y columnista en la revista conservadora National Review. French es un absoluto desconocido fuera de un círculo minúsculo, pero podría reunir las cualidades necesarias -conservador pata negra, hombre de familia e intelectual íntegro- para atraer a algunos republicanos horrorizados por Trump que creen impensable votar a Clinton.
Es una incógnita si esta candidatura, auspiciada por otro intelectual de la derecha, William Kristol, el director de la revista neoconservadora Weekly Standard, acabará prosperando, o se quedará en otro globo sonda del mermado frente anti-Trump.
Una cosa es indudable: este sector, etiquetado como la facción Never Trump, o Nunca Trump, cada día pierde acólitos y corre riesgo de desaparecer por falta de comparecientes. Que sólo haya sido capaz de reclutar a un candidato anónimo como French evidencia las dificultades de los Nunca Trump para plantar cara ante el candidato republicano. Quizá sea el certificado de muerte de un movimiento más identificado con las élites intelectuales del partido en Washington y Nueva York -el mundo de las revistas y los think tanks- que con los votantes republicanos. Algunos republicanos anti-Trump proceden de la órbita neoconservadora, halcones en política exterior que temen que Trump represente un retorno al aislacionismo. Algunos intelectuales neoconservadores, como Robert Kagan o Max Boot, han expresado su preferencia por Clinton ante Trump.
Una opción para los anti-Trump podría ser el Partido Libertario, que este fin de semana eligió al exgobernador de Nuevo México, el exrepublicano Gary Johnson, como candidato a las elecciones del 8 de noviembre. Los libertarios, en EE UU, defienden un gobierno reducido a la mínima expresión. En 2012, Johnson no llegó al1% de votos.
La resistencia de Mitt Romney, candidato a la presidencia en 2012 y uno de los críticos más contundentes de Trump, a ser el tercer candidato es sintomática. Ningún político de primera fila parece dispuesto a encabezar una tercera candidatura al estilo de la del millonario tejano Ross Perot en los años noventa.
TRUMP A ESCOCIA TRAS EL REFERÉNDUM
Donald Trump viajará a Reino Unido el 24 de junio, un día después del referéndum sobre la permanencia en la Unión Europea. El candidato republicano a la Casa Blanca participará en la reapertura de su complejo de golf Turnberry, en Escocia. En plena campaña electoral en Estados Unidos, y al final de la británica, será un viaje con una alta carga política. Trump se ha pronunciado en favor del brexit, la salida de la UE, y ha chocado con el primer ministro británico, el conservador David Cameron. En enero el Parlamento británico llegó a debatir si prohibirle la entrada al país. El magnate es de origen escocés por vía materna. Reino Unido es, desde la Segunda Guerra Mundial, el aliado privilegiado de EE UU.