El genocidio de Israel en Gaza llega a un punto crítico con la hambruna

Descifrando la Guerra
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Foto: Omar al-Qattaa | AFP

El genocidio en la Franja de Gaza está entrando en una nueva fase con la extensión de la hambruna. Es el preludio para un exterminio a gran escala premeditado por Israel a través de la Fundación Humanitaria para Gaza (GHF). El Estado sionista y sus aliados occidentales están tratando de encubrir su responsabilidad ahora que ya no puede negarse la magnitud de la catástrofe.

La hambruna en Gaza alcanza un punto de no retorno

El genocidio en la Franja de Gaza ha superado un umbral irreversible, con al menos 154 palestinos muertos por inanición –el 80% de ellos menores–, según datos del Ministerio de Salud local. Esto indica que la hambruna ha alcanzado el nivel 5 (catastrófico) de la clasificación de IPC utilizada por las agencias internacionales.

En este punto, que es el más alto, la hambruna tiene secuelas irreversibles que afectan al desarrollo vital y no pueden paliarse totalmente. Para hacerse una idea, la esperanza de vida al nacer disminuyó aproximadamente 35 años en 2024. UNICEF advierte que la desnutrición severa se propaga “más rápido que la ayuda”, en medio de restricciones establecidas por Israel que obstaculizan la entrada de alimentos y suministros básicos.

“Estas muertes son inconcebibles y, sobre todo, evitables”, declaró el organismo internacional, mientras testigos en el terreno describen escenas dantescas. Las principales agencias internacionales –AFP, AP, BBC y Reuters– emitieron una alerta sin precedentes: sus corresponsales en Gaza “ya no pueden alimentarse a sí mismos ni a sus familias”. Estos profesionales enfrentan ahora la misma hambruna que documentan. También cabe recordar que Israel ha asesinado a más de 150 periodistas palestinos desde 2023.

El Programa Mundial de Alimentos de la ONU señala que el desastre que se desarrolla en Gaza recuerda a las hambrunas vistas en Etiopía y Biafra (Nigeria), en el siglo XX. “No se parece a nada que hayamos visto en este siglo”, declaró su director de emergencias, Ross Smith. Según el último informe de IPC, el peor escenario posible de hambruna se está desarrollando en la Franja de Gaza. Como explica la organización, cada vez hay más pruebas de que la inanición, la desnutrición y las enfermedades generalizadas están provocando un aumento de las muertes relacionadas con el hambre.

Destacan que la mayoría de los alimentos que distribuye la Fundación Humanitaria para Gaza, controlada por Israel y Estados Unidos, no están listos para el consumo y requieren agua y combustible para cocinar, que en gran medida no están disponibles. De hecho, GHF no reparte agua en sus paquetes porque es “demasiado cara” y hace inasumible el margen de beneficio por camión.

Al mismo tiempo, el consumo de alimentos se ha deteriorado drásticamente, y uno de cada tres individuos pasa días enteros sin comer. Entre mayo y julio de 2025, la proporción de hogares que sufren hambre extrema se ha duplicado. El umbral de consumo de alimentos para la hambruna (IPC Fase 5) ya se ha superado en la mayoría de las zonas del enclave.

La diversidad alimentaria se ha desplomado a su peor nivel desde el comienzo del genocidio, lo que ha desencadenado consecuencias tanto agudas como a largo plazo. Mientras que algunos hogares no comen nada en todo un día, los que sí lo hacen suelen sobrevivir solo con alimentos básicos como el pan. Esto ha tenido un impacto devastador en los grupos vulnerables –en particular, los niños menores de cinco años, las mujeres embarazadas y las mujeres en periodo de lactancia– que se refleja en el aumento de la prevalencia de la desnutrición aguda.

Los últimos datos, recogidos a distancia mediante entrevistas telefónicas en julio de 2025, confirman que el consumo de alimentos en toda la Franja de Gaza ha alcanzado su nivel más bajo desde el inicio del conflicto.

La situación ha empeorado drásticamente, ya que el 81% de los hogares declaran consumir pocos alimentos, frente al 33% en abril, y el deterioro más grave se observa en el norte de Gaza. Una tendencia similar puede observarse en la escala de hambre en los hogares, con un 24% experimentando hambre muy severa en julio, en comparación con el 4% en abril.

La mayoría de los hogares (86%) declararon no tener regularmente alimentos de ningún tipo y casi todos (96%) aseguraron haberse acostado con hambre varias veces en el último mes. Casi nueve de cada diez recurrieron a mecanismos de supervivencia extremadamente severos para alimentarse, como correr importantes riesgos de seguridad para obtener alimentos o rebuscar entre la basura.

Antes de abril, los adultos daban prioridad a la alimentación de los niños frente a la suya propia, por lo que más de la mitad de los hogares con menores seguían consumiendo legumbres, cereales y productos lácteos. Esta estrategia, combinada con la aplicación de programas de alimentación suplementaria a gran escala, parecía mitigar el aumento de la malnutrición infantil aguda a pesar de los altos niveles de inseguridad alimentaria. Sin embargo, desde abril, esa priorización ya no es suficiente para mantener la diversidad dietética y el estado nutricional de los niños.

Más de 20.000 niños han sido ingresados para recibir tratamiento por desnutrición aguda entre abril y mediados de julio, de los cuales más de 3.000 están gravemente desnutridos. Los hospitales han informado de un rápido aumento de las muertes de menores de cinco años relacionadas con el hambre, con 16 fallecimientos registrados entre el 17 y el 29 de julio.

Mientras que el consumo de lácteos por parte de los menores ha disminuido de forma constante desde enero, en el periodo abril-junio se produjo un fuerte descenso, pasando del 31% en abril al 18% en mayo y al 9% en junio. Es probable que las deficiencias de micronutrientes aumenten rápidamente junto con la desnutrición aguda, con graves repercusiones en la salud, el desarrollo y el riesgo de mortalidad de los niños.

Además, están aumentando las enfermedades diarreicas, que representan el 39% de las enfermedades notificadas en julio. Gaza ha estado al borde de la hambruna a lo largo de todo el año pasado, pero nunca superó el punto de inflexión. La obstrucción de la ayuda israelí mantuvo a los palestinos perpetuamente desnutridos, pero siempre cedió lo suficiente para evitar la mortalidad por hambre masiva.

Eso cambió en marzo, cuando Israel rompió el alto el fuego e impuso el bloqueo más duro de la guerra, que de facto continúa hasta el día de hoy. El resultado: las muertes por inanición, que antes eran casos aislados, ahora están surgiendo en grupos cada vez mayores; 54 muertos por hambre en la última semana, en comparación con los 68 registrados durante el resto del genocidio. Es probable que ambas cifras sean subestimadas, pero la tendencia en este caso es clave.

Hay que tener presente que las hambrunas se agravan rápidamente si no se controlan a tiempo, con un efecto exponencial. Las muertes por inanición deben prevenirse semanas antes, cuando las personas alcanzan un estado de desnutrición grave. Y esa desnutrición grave debe evitarse meses antes, cuando se instauran déficits alimentarios prolongados. Sin embargo, cuando la gente comienza a morir en grandes cantidades cada día, ambas ventanas de oportunidad ya se han cerrado.

Si esta hambruna ha cobrado impulso, acumulado durante meses de privaciones cada vez mayores y el colapso de la ayuda, es debido al bloqueo de Israel. Una vez que una hambruna se desata, el esfuerzo necesario para contenerla aumenta exponencialmente. Ahora se necesitaría una operación de ayuda de proporciones abrumadoras para revertir la inminente ola de mortalidad, y ello llevaría meses. Gaza está entrando en su capítulo más oscuro hasta el momento.

A estas alturas, la comida por sí sola no basta. Para las personas debilitadas por la inanición prolongada, la hambruna puede matar de múltiples maneras. Es necesario tratamiento por desnutrición –esto supone vitaminas y otros suplementos de emergencia–, asistencia sanitaria –las enfermedades pueden matar a las personas desnutridas antes de que lo haga el hambre–, agua limpia –para consumo y preparación de alimentos–, saneamiento –para prevenir la propagación de enfermedades– y otros recursos esenciales.

Israel diseña la hambruna en Gaza

Oxfam acusó a las autoridades israelíes de convertir la distribución de alimentos en una “trampa mortal”, calificando la situación como “no un fracaso logístico, sino una política calculada”. Cada día 100 palestinos son asesinados en los “corredores de distribución de ayuda” establecidos por Israel mediante la Fundación Humanitaria para Gaza.

Realidad que ha sido confirmada, una vez más, desde dentro. Anthony Aguilar, exmilitar estadounidense que trabajó como contratista de seguridad en la Franja de Gaza con la GHF, relató a la BBC:

“Sin duda alguna, fui testigo de crímenes de guerra por parte de las Fuerzas de Defensa israelíes. Utilizar proyectiles de artillería, de mortero, disparar proyectiles de tanque contra civiles desarmados es un crimen de guerra. Nunca había sido testigo de eso en todos los lugares en los que he estado desplegado en guerra, hasta que estuve en Gaza a manos de las [fuerzas israelíes] y los contratistas estadounidenses”.

Aguilar explica que “los emplazamientos no solo se han convertido en trampas mortales, sino que fueron diseñados como tales”. También relató que “tratamos a estos civiles en Gaza peor, con menos dignidad que la que tratamos a los combatientes del ISIS que se rindieron en Baghuz Fawqani en Siria en 2018”. Entre sus testimonios está el de un niño, Amir, que según cuenta:

“El 28 de mayo, en el punto de distribución seguro n.º 2, este niño, Amir, se me acerca, me tiende la mano y me la besa. No lleva zapatos. Se le cae la ropa de lo delgado que está… No tiene caja [de alimentos]… tiene media bolsa de arroz y lentejas, y nos daba las gracias… Caminó 12 kilómetros para llegar allí. Cuando llegó nos agradeció por las migajas que recibió… sus manos frágiles, esqueléticas y demacradas, y me besó y dijo ‘gracias’.

Luego recogió sus cosas, caminó de regreso al grupo, y le dispararon con gas pimienta, gases lacrimógenos, granadas aturdidoras y balas, y le dispararon a los pies y al aire… las FDI disparaban contra la multitud… disparaban… y disparaban contra la multitud y los palestinos, civiles, seres humanos, caían al suelo, y Amir era uno de ellos… Amir caminó 12 kilómetros para conseguir comida, no consiguió nada más que sobras, nos dio las gracias y murió”.

Amir, niño palestino asesinado por israel

Amir, un niño palestino de Gaza, recibe alimentos antes de ser disparado mortalmente por las Fuerzas de Defensa de Israel. Fuente: Anthony Aguilar

La GHF fue establecida para responder a las denuncias de Israel de que Hamas monopolizaba la ayuda humanitaria bajo el sistema de distribución de las Naciones Unidas. Sin embargo, documentos de USAID y la ONU, citados por Reuters y The New York Times, contradicen las acusaciones israelíes sobre el desvío masivo de ayuda por parte del grupo palestino.

Esto demuestra que el único objetivo era controlar la ayuda humanitaria para vincularla a las necesidades militares de Tel Aviv y poder aplicar un genocidio silencioso a través del hambre. Como explica Emma Graham-Harrison:

“Las matemáticas de la hambruna son simples en Gaza. Los palestinos no pueden irse, la guerra ha acabado con la agricultura e Israel ha prohibido la pesca, por lo que prácticamente cada caloría que ingiere su población debe traerse del exterior. Israel sabe cuánta comida se necesita. Lleva décadas calibrando el hambre en Gaza, calculando inicialmente los envíos para ejercer presión y evitar la hambruna”.

Israel ha calculado matemáticamente cuánta comida debe permitir que entre con el objetivo de generar las condiciones para que la hambruna se desarrollara. Entre marzo y junio, sólo autorizó el acceso al territorio de 56.000 toneladas de alimentos; según las organizaciones humanitarias, el mínimo necesario son 113.400 toneladas al mes.

Como ya explicamos, la GHF no fue diseñada para aliviar la hambruna, sino como herramienta política para vender al público que el Estado sionista estaba permitiendo la distribución de alimentos y otros insumos básicos. De esta manera, se podía avanzar la hambruna al tiempo que se absolvía a Israel de cualquier responsabilidad. A su vez, a través de la GHF se generaban las condiciones para construir campos de concentración y cumplir el objetivo de la limpieza étnica y el genocidio sobre la población palestina, al forzarla a moverse a los puntos de distribución más cercanos.

Israel y Estados Unidos han tratado de presentar a la GHF como una organización privada independiente, pero sus directores están vinculados a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y a figuras del ejército israelí. La financiación proviene tanto del gobierno israelí como del estadounidense.

Aguilar sostiene además que, mientras trabajaba en la sala de control, presenció cómo un soldado israelí daba instrucciones por radio a los contratistas para que dispararan contra los niños que se encontraban en el centro de ayuda. Después de contradecir esas órdenes, un alto cargo de Safe Reach Solutions, la empresa privada de seguridad asociada a la GHF, disciplinó a Aguilar, diciéndole que nunca dijera que no al cliente: las Fuerzas de Defensa de Israel.

Para justificar la presencia de la GHF, Israel ha destruido deliberadamente todos los servicios civiles de Gaza, como los de emergencia y la policía, que aseguraban que los convoyes de ayuda humanitaria pudieran moverse de manera segura.

Tel Aviv ha aplicado una estrategia consciente de destrucción para generar el mayor caos posible en el enclave palestino. De hecho, el Estado sionista ha financiado a grupos criminales para disputarle el poder a Hamas, grupos que venden la ayuda humanitaria a sobreprecio en el mercado negro.

El reconocimiento del Estado de Palestina

Recientemente, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, admitía que “hay una hambruna real en Gaza, no se puede fingir”. Y, sin embargo, Israel ha desplegado todo tipo de artificios para tratar de exculparse, calificando de “antisemitas” a todos los que se han alzado la voz. Ante las imágenes de niños muriendo de hambre, la propaganda israelí ha respondido diciendo que eran falsas, acusando de “libelo de sangre” o atribuyéndolas a enfermedades previas.

Al parecer, si lo niños que mueren de hambre en el campo de concentración, tienen parálisis cerebral, diabetes o fibriomialgia no hay nada de qué preocuparse. Después de todo, los jerarcas nazis también aseguraron en los juicios de Nuremberg que los judíos que habían muerto de desnutrición solo eran los viejos y niños que ya estaban enfermos.

Y Anna Frank murió de tifus, no en una cámara de gas, pero nadie afirma que se trataba de una condición médica preexistente. The New York Times, que se ha dedicado a blanquear este genocidio, se apresuró a corregir una de sus historias y aclarar que el niño Mohammed Zakaria al-Mutawaq –quien apareció en la portada del medio y murió con solo 18 meses de edad– tenía otros problemas de salud.

Pero, como relata su madre: “Mi hijo nació en diciembre de 2023, durante la guerra, sin ninguna enfermedad crónica. Los médicos le diagnosticaron macrocefalia, causada, según dijeron, por deficiencias nutricionales durante el embarazo debido a la guerra de Israel. Durante los últimos cuatro meses de desplazamiento, su condición empeoró debido a la grave escasez de alimentos. Fue entonces cuando desarrolló desnutrición aguda”.

No obstante, todo este revuelo en los medios occidentales, así como las condenas y preocupaciones de la comunidad internacional sobre la hambruna, tan repentinas, tienen un sólo propósito.

El cambio de discurso responde a una dura realidad: el genocidio ha llegado a su fase terminal, las muertes por hambre van a comenzar en cascada y quieren distanciarse lo máximo posible de este resultado. Incluso las organizaciones israelíes de derechos humanos B’Tselem y Physicians for Human Rights Israel han publicado sendos informes que concluyen que Israel está cometiendo un genocidio en Gaza.

Los Estados europeos buscan cubrirse para lo que viene. Por esta razón numerosos países han presentado su intención de reconocer el Estado palestino en septiembre, durante la Asamblea General de Naciones Unidas. Esta farsa diplomática es un intento de revivir la “solución de dos Estados”, un marco que siempre ha sido imposible y sigue siéndolo a día de hoy.

Al reconocer a Palestina nominalmente mientras Israel aniquila la Franja de Gaza y acelera el robo de tierras en Cisjordania, estas naciones no solo legitiman la ocupación israelí, sino que también encubren su propia complicidad en el genocidio. Francia, que lidera esta iniciativa, ha sido clara en que el propósito de esta medida es mejorar la posición de Tel Aviv en la región.

Por un lado, asegurar la existencia del Estado sionista bajo el disfraz de una “solución de dos Estados” para obtener el pleno reconocimiento de Israel y su “integración regional” mientras está perpetrando un genocidio. La declaración de varios países musulmanes –Catar, Arabia Saudí, Jordania, Turquía y Emiratos Árabes Unidos– condenando la resistencia palestina y llamando a Hamas a desarmarse va en este sentido.

Por otro lado, este reconocimiento también asegura un “Estado” palestino no soberano, gobernado por el colaboracionista pro-sionista Mahmoud Abbas al estilo de Vichy. Abu Mazen complementa así a la otra parte, con su traición a los palestinos y su condena de la resistencia, mientras cede en un nuevo compromiso de un “Estado desmilitarizado”; es decir, un bantustán no soberano incapaz de defenderse mientras se perpetra un genocidio.

Así, este “reconocimiento” de un “Estado palestino”, solo nominal, supone un rechazo explícito a la resistencia palestina legítima, que es calificada de “terrorismo”, y una reafirmación del apoyo a la colaboración con el Estado israelí.

Siguiente fase: anexión y colonización de Gaza

Israel ha reaccionado con ataques, pero también tratando de cubrirse, permitiendo la entrada simbólica de ayuda humanitaria desde el aire. No obstante, ha dejado claro a los periodistas que cubren los lanzamientos en paracaídas que no filmen imágenes aéreas de Gaza –que muestran el nivel de destrucción– o dejarán de permitir estas operaciones.

Esta ayuda no puede aliviar la hambruna, por la pequeña cantidad que pueden transportar los aviones. Y es que, una vez el Estado sionista se ha asegurado de que la hambruna ha llegado a un punto sin retorno, puede permitirse la entrada de bienes y suministros para así declararse inocente de las consecuencias.

El lanzamiento de estos paracaídas es totalmente indiscriminado, pues caen sobre una ciudad sumida en el hambre, donde la gente se lanza y pisotea por una bolsa de comida; es imposible establecer ningún orden. Los palestinos deben mirar al cielo, sin saber si el avión les lanzará bombas o comida. Muchas de las cajas caen en zonas militares cerradas por el ejército israelí, donde los palestinos que entran son disparados. Cabe recordar que el 88% del territorio ha sido declarado como zonas de la muerte, por lo que el “espacio seguro” para la población se está reduciendo a menos del 12%.

El anunció de Benjamin Netanyahu ha sido mal recibido por el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, que ha acusado al primer ministro de “bancarrota moral” por permitir la entrada de una pequeña fracción de ayuda humanitaria en Gaza. El ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, también está indignado y amenaza con hacer colapsar la coalición.

Por su parte, el ministro de Energía, Silvan Shalom, insiste en la importancia de estos gestos simbólicos, pues es lo que da cobertura al genocidio y asegura que no se impongan sanciones a Israel. “Aunque adherirnos al derecho internacional a veces puede ser emocionalmente desafiante, nos ayuda a seguir luchando para lograr nuestros objetivos”, declaró.

Netanyahu se dispone a proponer la anexión parcial de Gaza como el siguiente paso, que ya contaría con el visto bueno de Trump. Esta medida busca mantener a Smotrich en el gobierno. El plan otorga a Hamas unos días para acordar un alto el fuego; si se niega, Israel comenzará a anexionarse gradualmente partes del enclave, comenzando por las “zonas de amortiguación” y las regiones del norte cerca de Sderot y Ashkelon, con el objetivo de anexar eventualmente toda la Franja. Esta es una forma de compensar el aumento de la ayuda humanitaria, a pesar de la oposición de Smotrich y Ben-Gvir.

Las organizaciones de colonos ya están preparadas para entrar a Gaza y comenzar a asentarse dentro del territorio. Recientemente, 22 ministros del gabinete israelí y legisladores de la coalición han firmado una carta solicitando al ministro de Defensa, Israel Katz, que apruebe un recorrido por el norte del enclave realizado por grupos de colonos para examinar posibles sitios para futuras colonias judías.

Según defienden, “la Franja de Gaza ya no es un área geográfica, es el corazón vivo de la Tierra de Israel, una zona con profundas raíces bíblicas, históricas y nacionales”, argumentando que Tel Aviv debería colonizar el norte del enclave porque está bajo control total del ejército israelí y “vacío de residentes de Gaza”.

Sin embargo, si Hamas acepta el alto fuego, Israel busca utilizarlo como cobertura para construir un nuevo campo de concentración en el sur, donde hacinar a 600.o00 palestinos, en preparación para su expulsión forzada. La guerra tampoco terminará; será una pausa temporal para reanudar el genocidio en 60 días. De una forma u otra, Tel Aviv pretende continuar con su limpieza étnica.


"La realidad no ha desaparecido, se ha convertido en un reflejo"

Jianwei Xun
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