El niño asesinado por cuatro adolescentes estremece México
Ocurrió en un barrio pobre del extrarradio de Chihuahua capital: se lo llevaron de la puerta de su casa, lo ataron a un árbol en un paraje apartado, lo torturaron, lo asfixiaron y, cuando vieron que estaba muerto, lo enterraron en un hoyo. No sería una noticia extraordinaria en los periódicos de México, especialmente en los desgraciados últimos ocho años, de no ser porque la víctima tenía sólo seis años y sus asesinos, entre 12 y 15.
El aséptico relato en rueda de prensa, el pasado sábado, del fiscal de la Zona Centro, Sergio Almaraz Ortiz, estremece. El niño Christopher Márquez Mora desapareció del umbral de su puerta el jueves por la noche. El viernes, al no encontrarlo, su madre puso denuncia ante la policía. Un día después, otra madre llamaba a las autoridades: su hijo de 15 años no pudo más y le había confesado que él y otros cuatro -dos chicas de 13, un chico de 15 y otro de 12- convencieron al pequeño Christopher -todos se conocen en el lugar, tres eran primos suyos- de ir a jugar con ellos. El juego era «el secuestro». Amarrado a un tronco, Christopher fue apedreado y ahogado con un palo. Una vez sin vida, cavaron un hoyo para enterrarlo, detrás de la cárcel aledaña a las casas donde viven. La idea fue de una de las chicas, que, ya boca abajo el cadáver, aún le asestó una veintena de puñaladas con una navaja. Encima pusieron piedras y ramas y un animal muerto. Así lo encontraron el sábado.
El Sistema Nacional para Desarrollo Integral de la Familia (DIF), que se ocupa de la asistencia social a menores, quitó a los padres de los adolescentes la custodia, por «omisión de cuidados». Los dos de 15 años serán detenidos y podrían ser juzgados por una pena máxima de 10 años, según Almaraz. Los otros tres quedarán bajo libertad tutelada y recibirán otro tipo de sanciones por ser menores de 14.
El forense de la Fiscalía General del Estado, Carlos Quiroz Ochoa, que interrogó a las agresoras, pidió a los jueces no minimizar las responsabilidades penales de los asesinos. Según declaró a la prensa local, a los adolescentes «no se les fue la mano», sino que tuvieron muestras de sadismo sexual y que forman parte de “una nueva generación de psicópatas de esa edad a punto de brotar” producto de la violencia desatada en los últimos años en Chihuahua, uno de los estados más castigados por la guerra despiadada entre cárteles.