El peronismo trata de retener el poder en Argentina
La guerra interna que se venía larvando hace meses en el peronismo argentino ha estallado después de los malos resultados de la primera vuelta, que colocan a Mauricio Macri como favorito para la segunda, el próximo 22 de noviembre. Kirchneristas, más a la izquierda, y sciolistas, más al centro, han abierto una guerra sin cuartel para ver quién tiene la culpa del fiasco electoral. Daniel Scioli trata de calmar las aguas para evitar una derrota y se ha visto obligado a desmentir que haya presiones internas para que se retire.
El peronismo, según el análisis más extendido entre sus propios miembros, es una amalgama de corrientes de izquierda, centro y derecha unidas por un pegamento muy fuerte: el poder. Pero cuando lo pierden salen a relucir las diferencias con gran crudeza. Nada hay más duro en la política argentina que una guerra entre dos peronistas, como se ha comprobado en la reciente batalla por el control de la provincia de Buenos Aires, la más importante y desde el domingo en manos del macrismo. Ese espíritu autodestructivo, que jamás sale a relucir cuando hay poder, se ha desatado ahora con una virulencia inusitada ante la posibilidad real de perder el Gobierno después de 14 años ininterrumpidos, 12 de ellos con los Kirchner al frente.
En esa guerra hay todo tipo de rumores y el último era que Cristina Fernández iba a obligar a Scioli (del Frente para la Victoria) a retirarse para dejar que gane un Macri (de la alianza Cambiemos) debilitado -con un 34% de los votos- y a partir de ahí construir una oposición durísima y tumbarlo en dos años como sucedió con el radical Fernando de la Rúa en 2001, que abandonó la sede del Gobierno en helicóptero. Pero Scioli es incombustible. “Ni vale la pena contestar esa pregunta, porque mi vida es un testimonio de lucha y tenacidad”, señaló.
Ricardo Foster, referente del kirchnerismo y secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional del Gobierno, admite la confusión de estos días pero asegura que ahora vendrá el cierre de filas: “Eso de que Scioli se va a bajar es un rumor absurdo. Perdimos la provincia de Buenos Aires y eso generó mucha inquietud. Pero ahora tenemos claro que las opciones son de hierro. Se está jugando el país. Macri es el neoliberalismo, un enorme retroceso. Puede que algunos tengan dudas con Scioli, pero no sobre lo que representa Macri. Eso es lo que vamos a salir a recordar: Scioli es nuestro candidato, no hay dudas”.
Los sciolistas empujan al candidato a alejarse de Cristina Fernández si quiere ganar. “Alejarse no tiene sentido para él, aparecería como un acto insincero. Lo que tiene que hacer es incluir a todos, kirchneristas, peronistas en general, y a la izquierda que supone un 7% a 8% que nunca votaría a Macri”, asegura Forster.
Él y otros trabajan para calmar las aguas. Pero no siempre lo consiguen. El espectáculo del miércoles fue casi teatral. Kirchneristas y sciolistas culparon a los otros del mal resultado -una pírrica victoria por dos puntos- sin tapujos. Los kirchneristas admiten que les duele tener que votar al candidato elegido por la presidenta. Hebe de Bonafini, líder de Madres de Plaza de Mayo, fue directa: “A Scioli lo veo muy falso. Hizo mierda la provincia [de Buenos Aires], los hospitales dan vergüenza, las escuelas dan vergüenza. Pero hay que ir a votarlo sí o sí para que no gane Macri”. “Hay traidores dentro”, dijo De Bonafini sobre la guerra que se vive para determinar quién es el culpable de la derrota peronista en Buenos Aires. Es el territorio donde pretendían refugiarse los kirchneristas, que culpan a Scioli de haber jugado contra su candidato allí, Aníbal Fernández.
Desde Carta Abierta, grupo de intelectuales kirchneristas, cargaron contra el candidato. Horacio González, director de la Biblioteca Nacional, aseguró que iban a votarle pero “desgarrados”, porque está muy a la derecha de sus posiciones. “Cristina [Fernández] impuso a dedazo a un candidato que ni a ella le gustó jamás”, lanzó el escritor Mempo Giardinelli.
Les contestó el sciolismo con más crudeza aún. Para ellos, el problema de la campaña es que la presidenta ha aparecido demasiado. “Nadie se animó a decirle a Cristina que con cada cadena nacional [discursos de emisión obligatoria] perdemos 700.000 votos”, aseguró Alberto Samid, empresario muy cercano al aspirante. Gustavo Marangoni, hombre clave del sciolismo, calificó de “dinosaurios” a los intelectuales que critican al candidato. “Todos los que quieran que Scioli sea el próximo presidente, tiene que sumarse y dejarse de distraer con huevadas”, remató.