Niza, Berlín, Londres y, ahora, Estocolmo. El patrón se repite. Un lobo solitario se hace con un vehículo, preferiblemente un camión, e irrumpe a gran velocidad en una zona peatonal atropellando a un elevado número de personas. Muchos mueren en el acto, otros quedan horriblemente heridos. A mano, el terrorista lleva un arma secundaria, un cuchillo o una pistola, para prolongar la masacre cuando el vehículo se detenga. Las fuerzas de seguridad europeas se enfrentan a un nuevo estilo de terrorismo -azuzado por Estado Islámico (ISIS)- que es muy difícil de detectar e impedir y que genera un enorme impacto por el mínimo coste material de su ejecución. Es el terror ‘low cost’.
En septiembre de 2014, el influyente miembro de ISIS Abu Mohamed Al-Adnani, difundió un comunicado que entonces pasó desapercibido para muchos. En él exhortaba a todo islamista a atentar contra infieles en Occidente y, por primera vez, apuntaba la posibilidad de emplear vehículos como armas. “Si puedes asesinar a infieles americanos o europeos -especialmente a malévolos y sucios franceses- o australianos o canadienses o cualquier infiel entre los infieles que azuzan la guerra, incluidos los ciudadanos de los países de la coalición contra el Estado Islámico, entonces confía en Alá, y asesínales de cualquier forma o manera. Da igual cómo. Revienta su cabeza con una roca o acuchíllales o atropéllales con tu coche o tírales desde un lugar elevado o ahógales o envenénales”, proponía Al-Adnani.
Poco más de dos años después, con las imágenes de la masacre en el paseo marítimo de Niza recientes aún en la retina, el número de noviembre de la revista ‘Rumiyah’, un órgano de propaganda en inglés del ISIS, detallaba las posibilidades de un vehículo, a ser posible pesado, para perpetrar un atentado “más allá de las líneas enemigas”. Niza, donde al menos 86 personas murieron atropelladas y centenares resultaron heridos, fue una “magnífica demostración” del potencial asesino de un camión como arma terrorista, argumentaba el texto.
La publicación, detallaba además las ventajas de un coche. “Los vehículos son como los cuchillos, son extremadamente fáciles de adquirir. Pero, frente a lo que sucede con los cuchillos, que pueden ser causa de sospecha si se le encuentran a uno encima, los vehículos no levantarán ninguna duda por su amplio uso en todo el mundo”. Además, el artículo en Rumiyah daba instrucciones sobre cómo llevar a cabo este tipo de ataques y animaba a atentar en “mercadillos al aire libre, festivales, desfiles y mítines políticos”. El artículo estaba ilustrado con una imagen de un populoso desfile del día de Acción de Gracias de Nueva York con el pie de foto “Excelente objetivo”.
Horror en Estocolmo
Ayer en Estocolmo sucedió así. Un hombre enmascarado robó con violencia por la mañana un camión de reparto de cerveza de la marca Spendrups y horas mas tarde entró a gran velocidad en la principal calle peatonal de la ciudad, Drottninggatan, en una concurrida zona comercial, atropellando a todos los peatones con quienes se topó a lo largo de decenas de metros. Finalmente, el atacante estrelló el vehículo contra la entrada de los grandes almacenes Åhléns y salió corriendo. El camión comenzó a arder. Según las últimas informaciones divulgadas por la policía de la capital sueca, al menos cuatro personas han muerto y otras quince han resultado heridas. Además, se ha detenido a un sospechoso, del que no han trascendido detalles.
El caso, inmediatamente, remite a otras acciones terroristas de los últimos meses. Principalmente al primero de este tipo de atentados en Europa y el que más víctimas provocó, el de Niza del pasado julio. En la fiesta nacional del 14 de julio, cuando miles de personas se congregaban en el Paseo de los Ingleses tras un espectáculo de fuegos artificiales, Mohamed Lahouaiej Bouhlel, un tunecino de 31 años, accedió con un camión a la zona cerrada para el público y arremetió contra la multitud durante centenares de metros, hasta que fue abatido por la policía, aún dentro de la cabina del vehículo. Mató a 86 personas y dejó heridas a más de 500.
Cinco meses después del atentado de Niza se produjo el ataque de Berlín. Con un modus operandi calcado. En él Anis Amri, tunecino de 23 años, irrumpió con un camión robado en un mercadillo navideño en Berlín y mató a doce personas. El joven fue abatido por casualidad cuatro días después en Milán. Y hace apenas dos semanas se repitió la secuencia de hechos en Londres. En la capital británica Khalid Masood, un inglés de 52 años, alquiló un todoterreno, se metió en la acera del puente de Westminster y atropelló a todos los peatones que pudo, para empotrar a continuación el vehículo contra la verja del parlamento británico. Entonces salió del coche y atacó con un cuchillo a un policía, pero fue abatido a tiros por otros agentes. Mató a cinco personas.
Ataques sencillos y de gran impacto
El terrorismo ‘low cost’, según los expertos, es terriblemente efectivo. Sencillo de preparar y enormemente mortífero. “Se consigue un tipo de operación no sofisticado pero muy efectivo, con un gran impacto y aterrador”, explica Charlie Winter, investigador del Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización y la Violencia Política. A su juicio, lo que hace tan terrorífico este terrorismo es la facilidad para ponerlo en práctica. “Para llevar a cabo un ataque no se necesita conocer a alguien que sepa fabricar una bomba o comprar una pistola”, destaca.
“Las barreras de entrada son prácticamente cero”, manifiesta por su parte Peter Bergen, director de Seguridad Internacional en el centro de estudios Nueva América, en referencia a los impedimentos para llevar a cabo un atentado de este estilo. “Lo único que tienes que saber es conducir”, advierte. Winter, por su parte, agrega que es una amenaza “muy difícil de combatir”. En su opinión, no hay una “solución rápida” a este fenómeno del terrorismo de bajo coste.
Rita Katz, directora del grupo SITE Intelligence, dedicado al estudio del terrorismo islamista, considera casi imposible impedir este tipo de ataques. “No es un tipo de ataque que se pueda controlar elevando la seguridad y logrando información sobre quienes tienen armas u otras variables que llaman la atención”, razona Katz. “Cada coche se convierte de golpe en un arma potencial. Es realmente muy difícil de detener”, indica esta experta.
El primer ataque suicida en un país nórdico
Suecia no sufría un atentado desde diciembre de 2010, cuando el iraquí naturalizado sueco Taimour Abdulwahab al-Abdaly hizo explotar dos bombas en el centro de Estocolmo. Tan solo murió el terrorista en esta acción, en la que otras dos personas resultaron heridas. Medios locales describieron entonces los hechos como el primer atentado suicida ligado al terrorismo islámico en los países nórdicos.
Desde entonces, las fuerzas de seguridad suecas han desbaratado al menos dos grandes tramas islamistas para atentar en el país. La primera en 2011, en Gotemburgo, donde al parecer se pretendía atentar contra un festival de arte. La segunda, en 2016, cuando se arrestó y condenó al joven sueco Aydin Sevigin por tratar de atentar con una bomba de fabricación casera.
En general, los expertos consideran que el riesgo de atentado islamista en los países nórdicos no es tan alto como en otros países occidentales más involucrados en la lucha contra el ISIS, pero la situación está cambiando rápidamente en los últimos años. Suecia, por ejemplo, se encuentra en el tercer nivel de alerta de los cinco de su escala de seguridad. Una de las razones para ello es que unas 300 personas han abandonado el país recientemente para unirse al Estado Islámico.