¿Es posible que en Venezuela haya una guerra civil como en Siria?

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Foto: Infobae

Las protestas antigubernamentales en Venezuela están en su tercer mes. Casi ni un día pasa sin nuevas escenas de anarquía en las calles o alguna acción horrenda de violencia estatal. Venezuela se está desintegrando.

Siria es el ejemplo más reciente y más inquietante de un país donde un punto muerto entre los manifestantes pacíficos y el gobierno degenera en una guerra declarada. ¿Podría Venezuela ir en la misma dirección?

A ambos lados del conflicto se suele advertir sobre la “guerra civil”, pero se lo hace mayormente como táctica retórica. El presidente Nicolás Maduro justifica su mano dura con los manifestantes argumentando que trata de salvar a Venezuela de los “terroristas” que quieren instigar un conflicto armado. Sus opositores dicen que la intransigencia del gobierno profundiza la desesperación del país y lo empuja hacia un cataclismo de violencia.

 

Incluso Luis Almagro, el secretario general de la Organización de Estados Americanos, evocó el término al vituperar a Maduro. “La guerra civil de las fuerzas represivas del Estado ejecutada contra personas desarmadas es la realidad del pueblo venezolano”, dijo en una declaración.

Los enfrentamientos callejeros en Caracas tienen un aire a militarización. En el frente, los disidentes aguerridos que se llaman “la Resistencia” usan escudos de madera, máscaras de gas y hondas para enfrentarse a las tropas armadas de la Guardia Nacional que arrojan gas lacrimógeno y los camiones hidrantes.

Con sus uniformes de combate dispares, los opositores venezolanos se parecen a los manifestantes ucranianos que ocuparon la plaza Maidan en Kiev durante la revolución del país en 2013-2014. Esos choques comenzaron pacíficamente pero se salieron de control cuando la policía comenzó a atacar el lugar ocupado, y los francotiradores mataron a los disidentes. Por fin los manifestantes expulsaron al presidente pro-ruso del poder. Pero desde entonces, en el Este del país el nuevo gobierno de Ucrania ha combatido a los separatistas apoyados por Rusia.

 

En Siria la caída en la violencia fue mucho más pronunciada e increíblemente más catastrófica. En la Primavera Árabe las fuerzas de seguridad reprimieron brutalmente a los manifestantes contra el gobierno de Bashar al-Assad, y la confrontación se convirtió rápidamente en un infierno, alimentada por armas y dinero de los poderes regionales que competían por influencia.

Muchos de los factores que condujeron a la guerra civil en estos países están ausentes del conflicto en Venezuela, y pocos expertos piensan que sea probable alguna clase de confrontación militar. Pero no es difícil imaginar un colapso institucional que sumerja al país en el caos homicida y la anarquía.

Los líderes de la oposición insisten en que la no-violencia es el único camino aceptable para protestar, y la enorme mayoría de los manifestantes han sido pacíficos. Sin embargo, los líderes de la oposición parecen incapaces de controlar a los militantes disidentes ansiosos por confrontar a las fuerzas de seguridad con cócteles molotov y armas caseras.

 

La gran mayoría de los muertos en Venezuela son civiles, incluidos algunos baleados mientras protestaban. Pero también han muerto miembros de las fuerzas de seguridad del país.

Phil Gunson, analista del International Crisis Group con sede en Venezuela, que intenta desactivar conflictos en el mundo, dijo que la posibilidad de una lucha más intensa y extendida “está claramente presente en Venezuela”.

No obstante, señaló que “en países como Ucrania y Siria hay una cantidad de aceleradores del conflicto casi inexistentes aquí”.

Venezuela es un país con una historia reciente de gobierno relativamente estable y democrático, apuntó. Sus vecinos no tratan de intervenir en el conflicto, ni amenazan con hacerlo. No necesita una “hoja de ruta” hacia la paz, dado que la constitución de 1999 se acepta ampliamente, aunque los planes de Maduro para reescribirla empeoran evidentemente las tensiones”.

 

El 30 de julio los venezolanos elegirán delegados para la asamblea constituyente, y los opositores a Maduro van a boicotear el acontecimiento. “La elección prevista para el 30 de julio podría ser un detonante que lleve a una escalada de la violencia”, advirtió Gunson.

Existen otras razones de preocupación, dijo.

Maduro y los dirigentes que lo rodean parecen decididos a mantenerse en el poder a cualquier costo, a pesar del creciente aislamiento regional y de las señales en aumento de las divisiones dentro del gobierno y las fuerzas armadas.

Una ruptura más espectacular dentro de las fuerzas armadas podría ser el peor de los escenarios si desata peleas internas. En Venezuela hay antecedentes de esta clase de motines: Hugo Chávez lideró un intento fallido de golpe de estado en 1992, que inició su ascenso al poder. Y cuando él era presidente, fue brevemente desalojado en un golpe en 2002, y luego reestablecido con el sostén de la oficialidad militar.

 

El problema es que las armas venezolanas no están solamente en los cuarteles. El país está atiborrado de armas ilegales. Maduro también ha armado a decenas de miles de simpatizantes para defender su gobierno y suscitó una crítica internacional extendida cuando anunció los planes para formar una fuerza de 500.000 “milicianos”.

“Esto no tiene que terminar en una guerra civil”, dijo Gunson. “Pero en este momento vemos una cantidad de luces rojas en el tablero, y la comunidad internacional debe actuar con mucha más rapidez y decisión para evitarla”.