Los golpes de Estado suelen tener en común que sus autores dicen que buscan defender el orden o “la democracia verdadera”.
Algo así volvió a suceder el miércoles en Burundi, con el general Godefroid Niyombare liderando una asonada “por el bien de la nación” y acusando al presidente Pierre Nkurunziza de “una violación flagrante de la Constitución” por buscar otra reelección tras 10 años en el poder.
A Niyombare cualquiera le diría que eso es un imposible, que un golpe, una acción violenta de ruptura de la legalidad, no puede ser “por el bien de la nación”.
De hecho, su acción fue condenada por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y por gran parte de la comunidad internacional.
El viernes, los golpistas presentaron su rendición y el presidente Nkurunziza regresó al país. Sin embargo, el llamado a protestas contra su gobierno continúa.
“En principio, la sociedad civil está contra los golpes, pero sentimos que los burundeses recibieron con alegría este intento de golpe, lo que muestra que el pueblo burundés necesita un cambio”, señaló Vital Nshimirimana, del movimiento contra el tercer mandato de Nkurunziza.
Las interpretaciones sobre el fracasado golpe de esta semana en Burundi son diversas y todos parecen querer hablar en nombre de la democracia. También los golpistas.
¿Juegos de palabras imposibles? Algunos académicos que han estudiado la historia de los golpes de Estado piensan que, en algunos casos, la expresión “golpe democrático” no es necesariamente un oxímoron.
Entre ellos, el jurista Ozan Varol, profesor asociado de la Facultad de Derecho de Lewis&Clark, que se presenta como quien primero acuñó el paradójico concepto del “golpe de Estado democrático” en un artículo publicado en 2012 en la Harvard Law Review.
BBC Mundo habló con Varol para que nos explicara su controvertida idea.
¿De verdad cree que existe el “golpe democrático”?
La respuesta es sí. Ese término lo usé por primera vez en un artículo publicado en 2012 en la Revista Legal Internacional de Harvard y se refiere a un golpe que pone fin a una dictadura y conduce a elecciones libres y justas.
El mejor ejemplo es el de 1974 en Portugal, cuando el país vivía bajo una de las últimas dictaduras de Europa, y los militares terminaron con ella e iniciaron el proceso que llevó a las elecciones dos años después y a consolidar una vibrante democracia.
Es a primera vista una idea controvertida. ¿Cuándo comenzó a pensar en “golpe democrático” como concepto?
Fue justo con la Primavera Árabe. Efectivamente, inicialmente cuando oyes el término golpe, asumes que es malo, te viene a la mente un grupo de oficiales corruptos que de forma violenta toma el poder para quedárselo de forma indefinida, no para un cambio democrático.
Pero con la Primavera Árabe y el golpe de Egipto, empecé a pensar en el artículo y a investigar si había golpes que no se ajustaban a la idea de que siempre son antidemocráticos.
Y el ejemplo probablemente más claro es el que ya mencioné, Portugal en 1974. Y también en mi país de origen, Turquía, hubo otro en 1960.
Pero en español, al ejemplo portugués lo llamamos “Revolución de los claveles”. ¿No será que son revoluciones a las que llama “golpe democrático”?
La revolución, tradicionalmente, hace referencia a casos en que es la gente la que toma el gobierno, como pasó en la Revolución Francesa, por ejemplo.
En la revolución, la gente no cuenta con el apoyo del ejército. En el caso portugués de 1974, el caso de Egipto en 2011 o el turco en los 60, siempre hay una oposición popular, pero fueron los militares los que dieron un paso al frente, dieron un golpe y supervisaron la transición democrática.
¿Hubo un “golpe democrático” en Egipto?
Egipto es un caso interesante. Inicialmente, el de 2011, pudo ser un golpe democrático porque los militares sacaron a Hosni Mubarak y hubo elecciones democráticas. Pero luego hubo otro golpe en 2013 y no fue democrático.
¿Y qué fue mal para que un golpe democrático derivara en otro que no lo fue?
El punto de partida fue cuando en 2011 los militares reciben la orden de acabar con la protesta en la plaza Tahrir. Tenían tres opciones, acatar la orden y disparar a los manifestantes, lo que hubiera ido contra sus intereses en el momento por varias razones: la primera es que tenían la imagen de una organización legítima y creíble, si fueran a disparar a su propia población se hubieran metido en problemas serios. El ejército egipcio, como el portugués y el turco, está formado de soldados que hacen el servicio militar obligatorio. Los soldados tenían amigos y familiares en la protesta. La orden de disparar hubiera causado deserciones.
Los militares también podrían no haber hecho nada. Pero si después la gente consigue derrocar a Mubarak, se quedan marginados y sin participar en la elaboración de la Constitución.
La última opción, lo que hicieron, era dar un golpe, tomar el poder dos años, regir el proceso de transición, supervisar la nueva Constitución para asegurarse de que protegía su autonomía y privilegios económicos y sociales.
¿Entonces dan el golpe para proteger sus intereses?
Efectivamente, en general los militares no dan estos golpes por su generosidad o por sus buenos corazones, sino por sus propios intereses.
Aunque el término “golpe democrático” sugiere una motivación altruista, en los tres casos que menciono (Turquía 1960, Portugal 1974 y Egipto 2011) los militares están impulsados, me parece, por defender sus propios intereses: pero el resultado final fueron elecciones libres y justas, y un regimen democrático.
En Egipto, la transición comenzó con una especie de colaboración entre los militares y los Hermanos Musulmanes, que era un partido conservador y establecido que el ejército pensó garantizaría estabilidad, pero se hicieron más poderosos de lo que los militares esperaban.
Cuando en 2012 Morsi resolvió que todas sus decisiones serían inmunes a la revisión judicial, eso fue un punto de inflexión. Los militares pensaron que los Hermanos Musulmanes se hicieron lo suficientemente poderosos como para desafiar su poder.
Y cuando empezaron las protestas, vieron la excusa perfecta para el golpe de 2013.
¿Qué caracteriza a un golpe antidemocrático?
Nunca se puede justificar un golpe contra un líder democráticamente elegido. Si vives en una democracia, si tienes una forma de sacar al titular del poder por las urnas, tienes que ir a las urnas. En esas circunstancias jamás podría darse un golpe democrático.
El problema en América Latina es que hay quien justifica golpes contra líderes elegidos democráticamente porque han tomado caminos o medidas consideradas no democráticas.
La misma crítica le hicieron a Morsi y esa fue una de las excusas de los militares para deponerlo. No me parece que un golpe se pueda justificar contra un líder democrático porque proyecta la imagen de tal vez avanzar por un camino no democrático.
Si pasa, es prematuro. A no ser que ya se haya convertido en autoritario, lo que significa, según la definición que yo le doy al término democrático, que ya no hay elecciones libres y justas.
Mientras haya oportunidad para organizaciones de oposición de participar y ganar, entonces un golpe no es democrático, sin importar las acciones antidemocráticas de ese líder particular.
Por eso no se me ocurre ningún golpe de los más recientes de América Latina que encaje en mi concepto de “golpe democrático”.
Sería demasiado fácil para los militares decir: “Bien, este presidente tomó estas dos decisiones antidemocráticos así que vamos a sacarlo con un golpe”. Eso es demasiado peligroso.
Precisamente, ¿quién decide cuándo es legítimo o no, o cuándo las elecciones son “justas y libres”?
Hay países en Latinoamérica que encajan en lo que los politólogos llaman “regímenes híbridos”, en que hay elecciones pero no son necesariamente competitivas porque el gobierno toma medidas para hacer virtualmente imposible una derrota.
En todos los casos que yo hablo de “golpe de Estado democrático”, era incuestionable que el gobierno era antidemocrático.
La Revolución de los Claveles se dio contra una dictadura, no hay duda de que el de Mubarak en Egipto era un gobierno autoritario con elecciones fraudulentas.
Cuando me refiero a la ausencia de “elecciones libres y justas”, no hablo de los “regímenes híbridos” que caen en un área de sombra entre la democracia y autoritarismo.
Los golpes a que me refiero se dan y se pueden dar exclusivamente contra dictaduras completas.
Pero Varol no es el único académico que piensa así. BBC Mundo habló con otros estudiosos del fenómeno de los golpes de Estado para preguntarles si coinciden en que existe y cuándo se puede hablar de un golpe democrático.
David Landau*
Se da si los militares toman el poder precisamente para poner en marcha una transición, pero es muy duro identificar esa situación y probablemente son muy raros. Es posible técnicamente, pero la intervención de los militares es casi siempre algo negativo para la democracia.
*Profesor de Derecho Constitucional y experto en América Latina de la Universidad Estatal de Florida(EE.UU.).
Alex Noyes*
La acción en sí misma es antidemocrática, de eso no hay duda, pero los académicos ahora están tratando de entender las consecuencias cuando históricamente estudiaban las causas de los golpes. La respuesta corta es no, la acción en sí es claramente antidemocrática. Pero algunos estudios tratan de entender si un golpe puede implicar un shock para un régimen que resulte en algo más democrático. A largo plazo, hay académicos que han señalado que puede haber pros y contras.
* Investigador del Departamento de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de Oxford (Reino Unido).