Habrá segunda vuelta electoral en Chile
Pese a todos los pronósticos de la centroizquierda chilena y al optimismo de la exmandataria socialista, Michelle Bachelet, la candidata de la Nueva Mayoría no logró triunfar en primera vuelta en las elecciones presidenciales de este domingo: la pediatra de 62 años obtuvo un 46,68% de los votos con un 99,34% de las urnas escrutadas, y deberá competir en la segunda vuelta con la postulante de la derecha, Evelyn Matthei, el próximo domingo 15 de diciembre.
La abanderada del oficialismo se situó en segundo lugar con el 25,01% de la votación. El resultado representó para el oficialismo un esperanza inesperada: aunque la ventaja de la expresidenta es holgada y supera a Matthei por 21%, la derecha estaba preparada para una derrota definitiva en la jornada electoral.
En tercer lugar ha quedado el exsocialista Marco Enríquez-Ominami, con un 10,93% de las preferencias, mientras que el empresario independiente Franco Parisi le pisó los talones con un 10,13% de respaldo. Ninguno de los otros cinco candidatos, que representaban una posición antisistema, lograron superar el 3%.
Bachelet, durante la mañana, se mostró confiada cuando fue a votar a un colegio de la zona oriente de Santiago: “Nos gustaría ganar en primera vuelta porque hay muchas cosas que hacer”, señaló la pediatra que gobernó Chile entre 2006 y 2010. Por la tarde, sin embargo, los resultados echaron por tierra las pretensiones del centroizquierda y los rostros en el hotel San Francisco, donde estaba congregado el sector, eran de decepción.
Cerca de 13 millones de chilenos estaban llamados a votar en las primeras presidenciales y parlamentarias que se realizan con el nuevo sistema de inscripción automática y voto voluntario. Los últimos cómputos apuntaban esta noche a que la participación fue de menos un 50%, por debajo de las proyecciones de las autoridades para estas elecciones donde debutó la inscripción automática y el voto voluntario. En las presidenciales de 2009, cuando el sufragio era obligatorio, votó un 56,6%.
Para Bachelet era importante ganar en primera vuelta, puesto que era una muestra de fuerza para su agenda de reformas. El centroizquierda ha logrado doblar a la derecha en dos circunscripciones senatoriales y en diez distritos de diputados, lo que deja a la coalición con mayoría en ambas cámaras. El resultado, sin embargo, les impedirá aprobar reformas que requieren de altos quórum en el Congreso.
Los candidatos del Partido Comunista, que apuesta a llegar al Gobierno de la mano de Bachelet después de 40 años en la oposición, obtuvieron buenos resultados y lograron doblar su número de diputados, de tres a seis. La exlíder de los estudiantes Camila Vallejo obtuvo una votación que le permitirá en marzo entrar al Congreso.
Una de las novedades de esta elección ha sido el triunfo en las urnas de los exlíderes estudiantiles de las movilizaciones de 2011: Vallejo y la comunista Karol Cariola, Giorgio Jackson del movimiento Revolución Democrática, y Gabriel Boric de los Autonomistas.
Esta elección ha sido la más polarizada en términos ideológicos desde el plebiscito de 1988, que selló la salida del dictador Augusto Pinochet. Para los analistas, en estos comicios estaba en juego el modelo de desarrollo futuro: en la agenda de esta campaña entraron en discusión grandes reformas políticas, económicas y sociales, como nunca antes en los últimos 25 años.
El programa de Bachelet gira en torno a tres grandes pilares: reformas en la educación, el régimen tributario y una nueva Constitución. Con el peso de las protestas estudiantiles de 2011 sobre las espaldas, la líder de la oposición propone gratuidad universal en la educación universitaria en un plazo de seis años y el fin del lucro en todo el sistema educativo que use recursos públicos. El Estado, de todas formas, respetará la existencia de un sistema mixto.
Una pregunta que se ha instalado en el sector empresarial, la derecha y entre los propios partidarios de Bachelet es hasta qué punto quiere llevar a Chile hacia la izquierda. En el entorno de la expresidenta sostienen que pretende llevar adelante este paquete de reformas profundas, pero gradualmente, cuidando la gobernabilidad y sin renunciar a acuerdos políticos con la derecha en el Congreso, que fue uno de los sellos de los Gobiernos de la Concertación (1990-2010).
La expresidenta quiere evitar escenarios de polarización y no está en un registro ni revolucionario ni chavista, afirman sus colaboradores cercanos. Bachelet tiene la convicción de que el malestar y las protestas callejeras de 2011 mostraron el cierre definitivo de un ciclo político que se prolongó dos décadas, enfocado en la superación de la pobreza, y que Chile debe centrarse ahora en trabajar por mayor equidad.
En el entorno de la expresidenta, sin embargo, recalcan que su programa de Gobierno no contempla bajo ninguna circunstancia socavar las bases del modelo chileno, una economía de mercado heredada del régimen de Pinochet. En el bacheletismo indican que pretende fortalecer el Estado y aumentar la protección social, como los países nórdicos.