Hernández presidente reelecto en Honduras por TSE

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Foto: AFP

Como el primer presidente en buscar la reelección desde el regreso de la democracia a Honduras en 1981, Juan Orlando Hernández ya tenía garantizado un lugar en los libros de historia.

Pero después de un dilatado escrutinio, marcado por acusaciones de fraude, el capítulo con su nombre será definitivamente más extenso -y estará más lleno de controversia- de lo que muchos habían anticipado.

Tres semanas después de las elecciones, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) declaró ganador el domingo ganador al líder del conservador Partido Nacional con una ventaja de 1,7% de los votos, unos 50.000 sufragios, por sobre su más cercano perseguidor, Salvador Nasralla, el candidato de la llamada Alianza de Oposición Contra la Dictadura.

Tras el pronunciamiento del TSE, la Organización de Estados Americanos (OEA) pidió llamar a nuevas elecciones al argumentar que “no puede dar certeza respecto al resultado”.

La reelección de Hernández ya era de por sí polémica porque la Constitución hondureña todavía prohíbe que “el ciudadano que haya desempeñado la titularidad del Poder Ejecutivo” vuelva a ejercer como presidente e incluso pena con la pérdida de la ciudadanía a quien la incita o promueva.

El mandatario de 49 años, sin embargo, pudo participar en la contienda amparado por una cuestionada resolución de la Corte Suprema de Justicia que en 2015 declaró inconstitucional el artículo 239 de la Carta Magna.

Y, para sus críticos, la forma en la que terminó asegurándose su segundo mandato no hace sino confirmar su disposición a hacer lo que sea con tal de mantenerse en el cargo.

“Es una persona que sabe unir dos cosas: inteligencia y ambición“, le dijo a BBC Mundo, antes de los comicios, Ismael Moreno, coordinador del Centro de Investigaciones y Análisis de la Compañía de Jesús en Honduras (ERIC).

“No sé qué es lo que más tiene”, señaló.

Cuna conservadora

La historia del hombre conocido como JOH empezó un 28 de octubre de 1968 en la ciudad de Gracias, departamento de Lempira, donde creció como el número 15 de 17 hermanos.

Completó sus estudios en el Liceo Militar del Norte, en San Pedro Sula, de donde egresó con el grado de subteniente de infantería para inmediatamente después cursar estudios de derecho en la capital, en la Universidad Nacional de Honduras.

Ahí empezó su andadura en la política, desempeñándose como presidente de su asociación estudiantil en 1988 y 1989. Después de su graduación entró a la primera secretaría del Congreso como asistente de su hermano Marcos Augusto, quien se desempeñaba como diputado.

Y luego de cursar estudios de administración pública en la Universidad Estatal de Nueva York, se presentó como candidato a congresista por el departamento de Lempira, al que representó durante cuatro períodos legislativos desde 1998.

Según Moreno, al provenir de una de las zonas más tradicionales del país, Hernández se vinculó naturalmente, y desde muy joven, con los sectores más conservadores del Partido Nacional, convirtiéndose en una especie de delfín de políticos como el expresidente Rafael Leonardo Callejas.

Eso le permitió ascender rápidamente dentro de las filas del Partido Nacional y en el Congreso, haciéndose con la presidencia del Legislativo en 2010, durante el reacomodo que siguió al golpe de Estado en contra del presidente Manuel Zelaya.

Una vez ahí, Hernández maniobró para destituir a cuatro magistrados de la Corte Suprema de Justicia contrarios a la reelección, que el máximo tribunal eventualmente autorizaría algunos años más tarde.

JOH llegó a la casa presidencial por primera vez en 2014 luego de derrotar por 250.000 votos a Xiomara Castro, la esposa del hombre que él ayudó a derrocar por supuestamente querer reelegirse.

Esa elección también estuvo manchada por denuncias de fraude. Y en buena medida, el actual mandatario es visto como la continuidad de la alianza político-empresarial que apoyó el golpe de Estado contra Zelaya y gobierna el país desde mediados de 2009.

Para Moreno, una de las cosas que ha ayudado a convertir a JOH en “el político más joven con la carrera más meteórica de la historia de Honduras”, es que los grandes empresarios hondureños lo aceptan “como uno de ellos”.

Es un hombre que sabe planificar a largo plazo”, destaca además el director de ERIC. Y en eso parece coincidir Amílcar Flores, un joven dirigente del Partido Nacional, para quien la principal razón del éxito de Hernández es que garantiza resultados.

“Es un político que cuenta con credibilidad porque a pesar de las críticas de los opositores ha demostrado con trabajo y resultados la eficiencia de su gestión“, le dijo Flores a BBC Mundo antes de los comicios.

“Juan Orlando no improvisa. Un gran acierto en su gobierno fue la instalación del sistema de Indicadores de Gestión Eficaz que le permite saber el progreso de cada proyecto, cada ministerio”, asegura.

Pragmático

Al mandatario, por su parte, le gusta presentarse a sí mismo como un hombre pragmático, pero con valores. Y no dudó en distanciarse de uno de sus hermanos, Antonio, cuando fue acusado de vínculos con el narcotráfico.

“Nadie está por encima de la ley y cada quien es dueño de sus propios actos”, escribió en su cuenta de Twitter en marzo luego de las acusaciones, hechas por el cabecilla de una banda local de narcotraficantes.

Su disposición a extraditar a Estados Unidos a varios sospechosos de narcotráfico también ha sido presentada como evidencia de su voluntad de limpiar un país profundamente penetrado por el crimen organizado, aunque eso no ha disipado completamente las sospechas.

Durante su primer mandato inició un proceso de depuración de la policía nacional así como del Partido Nacional, acelerando un cambio generacional que lo ha consolidado como su líder indiscutible.

Y, para Amílcar Flores, quien trabaja como coordinador de seguimientos del programa de becas 20/20 del gobierno hondureño, la decisión de invertir en la juventud ha sido clave para su éxito.

Según Flores, el programa de becas ya beneficia a jóvenes de escasos recursos que cumplen hasta 20 horas de voluntariado al mes con los que ayudan a generar “cambios positivos”.

“Y el presidente obtiene de este programa un plus muy especial: 15.000 testigos contándoles a sus familiares y amigos, con obras, que Honduras realmente está cambiando”, le dice a BBC Mundo.

El sacerdote Moreno, sin embargo, no cree que eso baste para describir al mandatario hondureño -que también es un exitoso hombre de negocios con intereses en la agroindustria, la hotelería y telecomunicaciones, entre otros rubros- como un reformista.

“Él no es un reformista, sino político y empresario con enormes ambiciones y una gran capacidad pragmática para enfrentar los retos coyunturales y acomodarlos a su favor”, asegura.

“Por los próximos 50 años”

Para Moreno, la juventud de JOH y su estrecha alianza con la élite empresarial del país ha convencido al mandatario de que está llamado por Dios a gobernar por muchos años.

“Él dijo que venía para asegurar que el Partido Nacional esté en el poder por los próximos 50 años o más. Y ya sabemos qué significa eso en el contexto centroamericano”, agrega.

Hernández ha dicho estar interesado en regular el tema de la reelección, para limitarla a un máximo de dos mandatos, y acusa a la oposición por la falta de progreso en ese tema.

Y para su próximo período promete consolidar “los logros” de su primera gestión, especialmente en materia de seguridad y trabajando para atraer más inversión privada.

“Le hemos demostrado al pueblo hondureño que este gobierno es muy diferente a los anteriores; hemos enfrentado las cosas que nadie quiso enfrentar como el narcotráfico y la inseguridad generada por pandillas”, le dijo al diario local La Tribuna poco antes de las elecciones.

“Lo que viene para Honduras poca gente se lo puede imaginar. Hay más esperanza, somos uno de los países con mejores condiciones para invertir, tenemos que aprovecharlo y no regresar al pasado”, dijo.

Su receta para acabar con la violencia, sin embargo, es más mano dura, y su estrategia para generar empleos se centra en el polémico esquema de las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE), mientras que muchos críticos todavía dudan de su nivel de compromiso en la lucha contra el narcotráfico.

Y su victoria en las elecciones no implica el final automático de los profundos -y a menudo violentos- conflictos sociales que afectan a Honduras, que sigue siendo uno de los países más violentos y desiguales del continente.