Hasta hace poco, Juan Guaidó era una figura poco conocida dentro y fuera de Venezuela.
Pero en solo unos días, se ha convertido en uno de los más prominentes líderes de la oposición gracias a la última tormenta política que sacude al país sudamericano.
Guaidó, de 35 años, asumió a principios de este mes la presidencia de la Asamblea Nacional, el último organismo estatal bajo control opositor.
Aunque ha sido en las últimas 48 horas que ha emergido como la cara más visible del movimiento nacional e internacional que aspira a sacar a Nicolás Maduro de la presidencia por considerarlo un gobernante ilegítimo.
Primero con el escándalo que se armó porque supuestamente se había autoproclamado presidente encargado en un confuso discurso.
Y este domingo con su breve detención por parte de un grupo de agentes del Sebin que, según el gobierno, “actuaron de manera unilateral”.
Ascenso
Cuando comenzó 2018, Guaidó era un diputado más de la Asamblea Nacional, controlada por la oposición aunque despojada de sus funciones tras varias decisiones del Tribunal Supremo y la creación impulsada por Maduro de una Asamblea Nacional Constituyente “con poderes plenipotenciarios”.
De acuerdo con el sistema de turnos pactado por las fuerzas opositoras, le tocaba presidir la Cámara a Voluntad Popular, el partido de Leopoldo López, el dirigente opositor encarcelado tras la ola de protestas antigubernamentales de 2013.
Guaidó, que había sido uno de los más destacados activistas juveniles en un partido del que es miembro desde su fundación, fue el encargado de asumir la presidencia de la cámara.
Militante de Voluntad Popular, fue ascendiendo después de la condena de López y la salida del país de otros dirigentes opositores de alto perfil.
Con poco más de una semana en el cargo, su nombre copa los comentarios en las redes sociales venezolanas y se ha convertido en el líder sobrevenido de una oposición que pasaba por uno de sus momentos de mayor debilidad hasta hace solo unos días.
“Usurpador”
Fue a partir del 10 de enero cuando los acontecimientos se precipitaron.
Nicolás Maduro juró ese día su cargo como presidente para un segundo mandato presidencial.
Pero la oposición, que no quiso participar en las elecciones de mayo, no reconoce a Maduro como legítimo presidente de Venezuela.
Tampoco Estados Unidos, la Unión Europea o el Grupo de Lima, que reúne a la mayoría de países latinoamericanos y a Canadá.
Al día siguiente de la juramentación de Maduro, Guaidó se dirigía micrófono en mano a los asistentes a una concentración de protesta convocada en Caracas apelando a la fórmula del cabildo abierto, un mecanismo de participación popular recogido en la Constitución.
Allí denunció a Maduro como un “usurpador” (como ya han hecho líderes opositores en innumerables ocasiones) y llamó al Ejército, al pueblo de Venezuela y a la comunidad internacional a secundar los esfuerzos de la Asamblea para sacarlo del poder.
Convocó a los venezolanos a sumarse a una gran marcha nacional el próximo 23 de enero, una fecha de gran valor simbólico en el país por tratarse del día en que en el año 1958 cayó el gobierno del general Marcos Pérez Jiménez.
Pero también, que fue lo que más dio que hablar, hizo una declaración cuyo significado exacto se debate:
“Tenemos, apegándonos a la Constitución, apegándonos al elemento del 233, 350 y 333 asumir claro las competencias de la encargaduría de una Presidencia de la República porque lo dice nuestra Constitución”, dijo.
¿Presidente interino?
Periodistas y usuarios de redes sociales interpretaron que Guaidó se había declarado de hecho presidente en funciones del país, ya que la Constitución venezolana establece que, de producirse la falta del presidente, corresponde al titular de la Asamblea Nacional asumir de manera interina el poder ejecutivo y convocar nuevas elecciones.
Una interpretación que reafirmó un comunicado posterior de la Asamblea Nacional en la que se afirmaba que Guaidó “asumió las funciones de la presidencia de la República”.
Y que sin embargo poco después la misma Asamblea pareció retractar con una nueva versión de ese comunicado en la que no figuraba la mención a esa supuesta asunción de funciones y se limitaba a recoger la declaración de Guaidó.
La confusión se había extendido y muchos se preguntaban qué había querido decir exactamente Guaidó y cuáles eran los efectos prácticos de su anuncio.
No tuvo dudas el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, que mostró todo su apoyo al que calificó como “presidente interino” de Venezuela.
En medio de las dudas, el nombre de Guaidó sonaba cada vez más e incluso algunos medios internacionales lo presentaban como el líder dispuesto a asumir la presidencia de Venezuela.
María Corina Machado, dirigente de la fuerza política Vente Venezuela y una de las caras más reconocibles del antichavismo, mostraba en las redes su apoyo a Guaidó y lo animaba a perseverar.
Sin embargo, otros dirigentes opositores que han copado el protagonismo en los últimos años guardaban silencio.
Desde el gobierno, la ministra de Servicios Penitenciarios, Iris Varela, le lanzaba un claro tuit de advertencia.
La detención
Este domingo, un nuevo episodio confuso volvía a convertir el nombre de Guaidó en uno de los más pronunciados y lo hacía el hombre del momento en Twitter en Venezuela.
Su mujer, Fabiana Rosales, denunciaba en esta red social que había sido detenido por agentes del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN).
Pronto circuló un video con las imágenes que supuestamente recogían el momento de la captura de Guaidó.
Poco después, de nuevo su mujer anunciaba su puesta en libertad.
Y finalmente el vicepresidente del gobierno venezolano, Jorge Rodríguez, informaba en declaraciones a la televisión estatal de que los agentes que habían detenido a Guaidó habían actuado de manera “unilateral” y “arbitraria”.
Dijo también que los funcionarios habían sido destituidos y sometidos a un proceso disciplinario.
El de Rodríguez era un raro reconocimiento de que hay elementos armados a sueldo del Estado que actúan al margen de las directrices oficiales.
Guaidó apareció al rato en Caraballeda, en el Estado Vargas, en un acto en el que cientos de simpatizantes le esperaban, y contó: “Nos interceptaron, nos secuestraron unos minutos, pero aquí estamos”.
La oposición lleva tiempo insistiendo en que los mandos del Ejército deben dejar de obedecer al “ilegítimo” Maduro.
El 11 de enero, Guaidó reiteró su petición de que “la familia militar” se sume a la iniciativa contra Maduro.
Este domingo dijo que el incidente de su retención revela que “la cadena de mando” se ha roto en los cuerpos de seguridad.