La demanda de marihuana legal en Uruguay desborda la oferta

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Foto: PABLO PORCIUNCULA AFP/Getty Images

En menos de nueve meses, el número de inscritos para acceder a la marihuana que se vende en las farmacias de Uruguay se ha disparado, generando escasez, colas de espera y un desafío logístico para las autoridades del país que controlan, en un caso único en el mundo, la producción, venta y distribución del cannabis. Sin embargo, otra tendencia detectada en tan corto periodo de tiempo ha sido la paulatina aceptación por parte de la población de este consumo regulado que inicialmente generó altos índices de desconfianza.

Uno de cada cien uruguayos forma ya parte del universo de personas registradas para acceder a alguna de las tres formas legales de consumo: como cultivadores, miembros de un club cannábico o comprador en farmacia. Pero sin duda, el cambio más espectacular se está dando en el último caso, las farmacias, donde se han superado los 23.000 autorizados para adquirir los sobres de hasta cinco gramos y dos variedades de la droga. Y el sistema está colapsando, ya que la producción no sigue el ritmo de la demanda.

En la farmacia Camaño de Montevideo han tenido que implementar un sistema de números que se distribuyen dos veces al día, a las nueve de la mañana y a las cuatro de la tarde. A partir de ahí se forman grandes colas que abarcan hasta cuatro calles y agotan todas las reservas.

Lino, el encargado de la farmacia, querría atender a más gente, pero no recibe suficiente mercancía, así que todos los días tiene que justificarse ante la clientela. Cuando se inició el proceso de la legalización de la marihuana en Uruguay, una de las grandes preocupaciones era la inseguridad, especialmente el temor a asaltos, o represalias de los narcotraficantes. Pero la realidad es que Lino sólo ha tenido problemas relacionados con las dichosas filas de gente: alguno que se cuela, peleas…

La facilidad con la que el público se ha adaptado a la novedad también ha roto los esquemas: “Nos hemos asombrado, aquí tenemos todos los días un collage de gente. Están los jóvenes, pero también gente mayor, algunos compran para evitar que sus hijos vayan a las bocas (puntos de venta ilegales). Tengo a un señor con esclerosis múltiple que usa la marihuana para aliviar los dolores, otro que compra para fabricar aceite y otro que hace brownies”, explica Lino.

La desconfianza disminuye

Uruguay es el único país del mundo en el que los telediarios anuncian el aumento del precio de la marihuana, de la misma manera que anuncian el de la leche o el pan, en un ambiente de total normalidad. No se registran asaltos ni hechos de violencia que puedan derivarse de la legalización, al menos hasta la fecha. Quizá por ello, un estudio acaba de revelar que la desconfianza de los uruguayos está disminuyendo: en 2012, cuando se inició el proceso, hasta un 70% de la población se declaraba contra la ley; Actualmente, un 44% está a favor y un 41% en contra, según la encuesta de Monitor Cannabis (centro de estudios de la Universidad de Ciencias Sociales), las universidades Católica, ORT (de Uruguay) y de California, y la empresa Factum.

Otro de los factores que explican la normalidad del proceso uruguayo radica en que los extranjeros no residentes no pueden acceder a la marihuana legal. Así, se ha evitado el turismo cannábico y experiencias como la de Holanda, en la cual el consumo quedó relacionado con la prostitución o los sex shops. No hay una zona del vicio en Montevideo, sino que el consumo y la producción se distribuye por todos los barrios, donde proliferan los grow shops para vender insumos a los autocultivadores.

Uruguay tampoco se ha convertido en un país de zombies, lleno de drogados. Esto se debe al control del THC, la principal sustancia psicoactiva del cannabis, que en los sobres de las farmacias no supera el 9%. Los usuarios acostumbrados a fumar o inhalar consideran que, con esos niveles, esa marihuana “no pega nada”. Lo cierto es que el artesanal, producida por los autocultivadores, alcanza un THC del 20%, pero la de las farmacias es, de lejos, la más vendida.

Sebastián Aguiar, coordinador de Monitor Cannabis y doctor en sociología, asegura que, con la demanda actual, Uruguay podría haber capturado el 50% de la demanda de cannabis al mercado negro. Pero, según sus cálculos, sólo un 20% de los registrados logran abastecerse de forma regular. “Los principales cuellos de botella estriban en primer lugar en la cantidad de producción permitida a las empresas, limitada a cuatro toneladas por año en total, lo que permitiría abastecer a 8.333 personas registradas. De cualquier modo, este tope tampoco se alcanzó por la bajísima cantidad dispensada efectivamente, debido a la producción efectiva de las empresas licitadas: en torno a media tonelada, es suficiente únicamente para 2.500 personas por mes”, explica Aguiar.

Además, sólo 12 farmacias (cinco de ellas en Montevideo) venden el producto, lo que implica problemas para cubrir el territorio nacional y reduce nuevamente la cifra de los que acceden al producto. “Viendo tantas colas, la gente se piensa que nos estamos llenando de dinero, nos llaman en Cártel de Cali y todo eso. Pero la verdad es que no estamos sacando grandes beneficios, precisamente porque el suministro no alcanza”, lamenta Lino, de la farmacia Camaño de Montevideo.

El resto del mercado se queda en manos de los narcotraficantes, como muestran las cifras de incautaciones de la policía, que se mantuvieron en 2017 en niveles similares a los de años anteriores. Aunque el sobre de cinco gramos de marihuana legal es barato (200 pesos, unos seis euros), en el mercado negro el precio del prensado paraguayo, el principal producto ilegal que llega a Uruguay, puede ser hasta tres veces más bajo.

“El gobierno va a tener que abordar seriamente el problema del suministro si quiere que la legalización funcione”, asegura Aguiar. Una de las grandes ambiciones de la experiencia uruguaya es arrebatarle el control del consumo de drogas a los narcotraficantes.