
La escalada militar de Estados Unidos en el Caribe vuelve a poner en tensión a la región. La Celac reclamó preservar a América Latina como zona de paz. La Argentina se mantuvo en silencio y reafirma su alineamiento con Washington.
Ampliar los escenarios de participación internacional siempre es importante y positivo para un país periférico y de ingreso medio como la Argentina. Es una idea elemental de la política exterior, que podría refrendar cualquier diplomático, del signo que sea. Pero que este gobierno al parecer no contempla.
Argentina acaba de abandonar su postulación al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. En noviembre pasado retiró la misión que estaba participando de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2024. En su mensaje ante la Asamblea General de la ONU del año pasado, el presidente Javier Milei rechazó el Pacto por el Futuro y la Agenda 2030. Hasta el momento en que se escribía esta nota, la Cancillería no había respondido a la consulta sobre si la Argentina participó este lunes de la reunión de emergencia de cancilleres de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) para analizar el despliegue militar de los Estados Unidos en el Caribe meridional.
La reunión, virtual y a puertas cerradas, había sido convocada por Colombia, que ocupa la presidencia pro tempore del grupo. La canciller colombiana Rosa Yolanda Villavicencio informó que durante el encuentro se trató la “necesidad de preservar a América Latina como una región de paz, libre de cualquier forma de intervención”, tanto como de recurrir al diálogo diplomático para resolver las controversias entre Estados. “Toda acción armada sin autorización de los Estados involucrados constituirá una agresión contra nuestra América”, dijo.
El gobierno de Javier Milei no se siente cómodo en ese foro impulsado en 2011 por México y la Venezuela de Hugo Chávez, del que no participan los Estados Unidos y Canadá, destinado a fortalecer el diálogo entre gobiernos y la integración regional. La primera cumbre, con todo, se celebró en el Chile de Sebastián Piñera.
La Argentina rechazó en abril de este año la declaración final de la última cumbre de Jefes de Estado en Honduras y responsabilizó a la presidencia hondureña de intentar imponer ese documento de “manera ilegítima”, bajo la inexistente figura de “consenso suficiente”. “La Argentina advierte con preocupación que en el seno de la CELAC se está otorgando voz y protagonismo a regímenes autoritarios y no democráticos cuya participación debería ser suspendida hasta que se reencaucen como países democráticos con plena vigencia de los derechos humanos y civiles”, sostuvo entonces un comunicado la Cancillería, en alusión a los gobiernos de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Por iguales razones Brasil abandonó el grupo en 2020, con la llegada al poder de Jair Bolsonaro. Regresaría con Lula cuatro años más tarde.
El despliegue
No hay constancia de que el gobierno de Milei haya sido informado por la Casa Blanca sobre los alcances de su incursión en el Caribe. Lo que se sabe hasta el momento es que Washington anunció el envío de al menos siete buques de guerra con el objetivo de frenar el tráfico a EE.UU. de fentanilo, metanfetamina, cocaína y otras drogas ilícitas, del que responsabiliza al régimen venezolano. El movimiento Involucra a unos 4.500 efectivos de la armada norteamericana.
La situación escaló rápidamente. El buque lanzamisiles USS Lake Erie, completó este fin de semana una travesía por el Canal de Panamá y se sumó a las dos naves de transporte y asalto anfibio, un destructor y un submarino de propulsión nuclear que ya operan no lejos de las costas venezolanas. El Pentágono difundió el jueves imágenes de unas maniobras.
En julio, el Departamento del Tesoro norteamericano declaró al llamado Cartel de los Soles como “entidad terrorista” y acusó a Nicolás Maduro “y otros altos cargos” del régimen venezolano de “proporcionar apoyo material a organizaciones terroristas extranjeras que amenazan la paz y la seguridad de Estados Unidos”. Y les impuso además nuevas sanciones financieras. Además, la Fiscalía General estadounidense puso precio a dos cabezas: US$ 50 millones y US$ 25 millones para quien ofrezca información para la detención de Maduro y de Diosdado Cabello, una de las principales figuras del régimen, respectivamente
El martes pasado, en un comunicado que pasó algo desapercibido, el Gobierno argentino informó que había dispuesto, en coordinación con la Cancillería y el Ministerio de Justicia, la incorporación “de la organización criminal transnacional conocida como ‘Cártel de los Soles’ al “Registro Público de Personas y Entidades vinculadas a Actos de Terrorismo y su Financiamiento”. Una medida en espejo con Washington.
Si bien se habla de su infiltración en la Guardia Nacional de Venezuela desde mediados de los años ‘90 hay dudas sobre la existencia en el presente del Cartel de los Soles, una nomenclatura que podría aludir a los soles dorados de las charreteras de los generales venezolanos. Venezuela rechaza desde luego las afirmaciones de Washington y también lo ha hecho el gobierno colombiano de Gustavo Petro.
Diferencias
En el gobierno de Trump sin embargo no hay consenso en torno a estas cuestiones. O no lo había: en el marco de una profunda reestructuración que llegaría un 35% de su planta, la directora de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard, despidió a dos altos funcionarios responsables de un informe que contradecía las afirmaciones de Trump de que Maduro intervenía en las actividades de una banda violenta que operaba en Estados Unidos, como informó el sitio especializado Defense One.
En ámbitos académicos la teoría de la Casa Blanca es puesta seriamente en duda. “Hay muchos interrogantes. Ha habido cárteles en Colombia y los hay en México, pero no hay ninguna prueba de que existan en Venezuela con una organización estructurada. Sin duda hay narcotráfico en Venezuela, y el régimen de Maduro lo ha beneficiado. Pero no está claro si es real o es un invento de Trump”, dijo Michael Schifter, ex titular del think tank Interamerican Dialogue, con sede en Washington, y profesor de Política Latinoamericana en la Universidad de Georgetown, en una entrevista con la Deutsche Welle.
Schiffer sostuvo que EE.UU. intentará combatir el narcotráfico y quitarle una fuente importante de ingresos a Maduro, de modo de generar fracturas en el régimen “que eventualmente lo lleven al colapso. Los dos objetivos están vinculados”. Pero advirtió sobre la “sensibilidad de la región” ante una intervención militar unilateral: “Podría generar una reacción muy fuerte en países como México, Brasil, Colombia y Chile”.
En un encuentro con la prensa internacional en Caracas, Maduro dijo este lunes que Venezuela “enfrenta la más grande amenaza en el continente en los últimos 100 años”. “Los ocho barcos militares con 1.200 misiles y un submarino” desplegados por EE.UU. en el Caribe representan “una amenaza extravagante, injustificable, inmoral y absolutamente criminal, sangrienta”, advirtió.
La situación en la región se enrareció más después de que este lunes el presidente de Guyana confirmó la versión del ejército y la policía de su país sobre disparos provenientes de territorio venezolano contra una embarcación que transportaba material en el Esequibo -una región en disputa con Venezuela- para las elecciones presidenciales que se celebraron este lunes. Más tarde, Maduro anunció el despliegue de 15 mil hombres en la frontera entre Venezuela y Colombia para su propia operación antinarco.
Sorprendió que la escalada de Trump se conociera a poco de un intercambio de prisioneros entre Estados Unidos y Venezuela, y después de que el propio Maduro anunciara que Washington había autorizado la renovación de las operaciones de la petrolera Chevron en el país. Una clave aún sin descifrar.
Hay dos antecedentes sobre la situación en el Caribe. El más dramático nos lleva a las invasiones de los Estados Unidos a Granada, en 1983, y Panamá, en 1989. El más cercano involucra al propio Trump, cuando en junio de 2020, en su primera presidencia, ordenó maniobras de un destructor USS Nitze en aguas internacionales, en respuesta a un reclamo desproporcionado de derechos marítimos. Y otros buques de la Marina y la Guardia Costera de Estados Unidos operaron en el Caribe como parte de una operación antinarcóticos lanzada por el entonces presidente.
“Coalición internacional”
¿Qué rango podría tener esta nueva incursión norteamericana? Para Geoff Ramsey, miembro senior del Centro para América Latina del Atlantic Council, “se trata de una importante demostración de fuerza, pero no significa que Estados Unidos vaya a lanzar ataques militares. Esto debería ser una advertencia al régimen para que, por ejemplo, no detenga a la política venezolana María Corina Machado. Trump asumió el cargo prometiendo acabar con las guerras, no iniciarlas”.
Entre las naciones de América latina, Trump alineó hasta al momento además de la Argentina, a Ecuador, Paraguay, Guyana y Trinidad y Tobago en lo que el secretario de Estado Marco Rubio llamó una “coalición internacional” contra el crimen transnacional. Una figura que tiene reverberaciones inquietantes. Aún considerando la importancia relativa de la Argentina -es un miembro del G20, finalmente-, se trata de un listado de países poco relevantes en el escenario global, por decir lo menos.
Milei ha inaugurado una “nueva doctrina” en política exterior, como él mismo anunció en abril de 2024 en presencia de la generala Laura Richardson, entonces jefa del Comando Sur. Si bien el alineamiento de Milei con Washington precede al gobierno de Trump, la doctrina que busca implementar el Presidente concibe las relaciones internacionales en clave ideológica y no en función de los intereses permanentes de la nación.
¿Qué tiene la Argentina para decir sobre la delicada situación en el Caribe? No lo sabemos. La reunión de cancilleres de la Celac nos podría haber dado una idea.