Los papeles que la justicia de EEUU busca al expresidente Trump sobre secretos del armamento nuclear resumen el pánico europeo por la diáspora del control de la planta Zaporiyia en Ucrania tomada por Rusia.
Los europeos viven con un amén en la boca. A la crisis alimentaria y energética por la guerra se suma el implacable estado de nervios que se vive en Zaporiyia, la más grande central nuclear viva en Ucrania controlada por Rusia. Las reminiscencias conducen en este caso a la histeria colectiva. En 1986 Chernobyl desprendió nubes de irradiación que rápidamente se propagaron por Europa dejando la incandescente irradiación liberada para el desastre. Las 4 000 muertes que indica la estimación se volverían 600 000. Una cuarta parte de esas personas morirían por cánceres espontáneos; el aumento en un 3% aproximadamente provocado por la radiación.
Yo vivía entonces en Novi Sad a 100 kilómetros de Belgrado y a igual distancia de Hungría, antes de la disolución de la exYugoalavia. La información era entonces un lujo. Las principales cadenas de televisión correspondían audiencias manipuladas como ocurre hoy. Solo que entonces, la información era menos híbrida que ahora, o sea el ruido poco menos denso por la vagabundeada de las redes y esa confusión que atrae seguidores, escaso conocimiento y payasadas a las que se nos mal acostumbra.
Entonces no veía noticias -a eso voy- y no me enteré de la explosión. Al día siguiente salí como siempre solía, sin protección a dar mi a acostumbrado paseo matinal por el parque urbano central de Novi Sad, un verdadero parque con más de 50 hectáreas de zona boscosa; o sea, nada parecido con el que se nos hacen creer aquí; echado sobre la grava húmeda, ronroneo incluido, rodeado de la nada. Es una de las vidas extras que Dios me regaló encarnada en una sola. Cuando volví del paseo ya era tarde. Las cadenas noticiosas de la televisión no paraban de informar de la catástrofe pidiendo cada 5 minutos a la gente no salir de sus casas a descampados por la irradiación.
Estados Unidos y los papales nucleares en poder de Trump
Dos casos que vivimos hoy mismo me llevan a la reminiscencia. Papeles de porte nuclear son los que buscan los agentes del FBI en el allanamiento a la casa de Mar-a-Lago de Trump en Palm Bech. No es poca cosa. Biden no sabía nada de nada y el Fiscal General Merrick Garland, que rompió su silencio tres días después, un todoterreno impoluto y quasi intocable, dice: “La orden de registro fue autorizada por un tribunal federal tras la necesaria constatación de causas probables (indicios de delito). La orden de registro es un documento que la ley federal exige que los agentes de la ley dejen al dueño de la propiedad. El Departamento ha presentado una moción para hacer pública la orden y el recibo a la luz de la confirmación pública del expresidente del registro, las circunstancias circundantes y el interés público sustancial en este asunto”. Trump que debe estar echado riendo patas arriba ha preferido no hacerla pública hasta ahora.
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Ha tomado las cosas con tranquilidad. Dice en sus declaraciones que le ha pedido al juez publicar la orden de registro. Todo en medio de una nueva pesadilla nuclear que vive Europa producto de descontrol de Zaporiyia, en el teatro de guerra, es decir Ucrania, accionada por ucranios, encañonados por rusos. O sea, una novela de terror mal contada. Rusos en Ucrania son rusos, ucranios en Rusia, quiere decir en la central que ya es rusa, un cuento chino. No tendrían que seguir en Zaporiyia. Y para zarandear a los pobres europeos, el presidente de Ucrania, Zelensky, dice en su discurso diario en video que “solo la retirada total de los rusos garantizaría la seguridad nuclear para toda Europa”.
Desde el fin de semana pasado, Ucrania y Rusia se han acusado mutuamente de bombardear la central nuclear. Mientras, el Consejo de Seguridad de la ONU se ha reunido con el fin de abordar la situación en la planta de Zaporiyia.
Son las noticias de la guerra que asustan a los europeos que, como describe el periodista de The Guardian, Max Scotel, asisten a una de sus peores crisis desde el fin de la segunda guerra mundial. La guerra híbrida que es la Tercera Guerra, está en su auge.