La (no tan) nueva estrategia de Trump contra Venezuela

Eduardo García | Diario Red
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Donald Trump y Pete Hegseth

La Operación Lanza del Sur es solo una parte de una estrategia más amplia que busca la reconfiguración geopolítica de América Latina. Si bien el narcotráfico se presenta como el principal enemigo, la verdadera batalla se libra por el control de los recursos naturales, particularmente el petróleo venezolano.

La administración de Donald Trump ha intensificado en 2025 la militarización de su política exterior hacia América Latina y el Caribe. Es indudable que las decisiones de Marco Rubio, Pete Hegseth y el propio Trump a lo largo de este año son parte de una nueva estrategia de reafirmación imperial. Bajo el pretexto de combatir el narcotráfico, el gobierno estadounidense ha desplegado sendos recursos militares en la región. Un ejemplo de esta ofensiva es la Operación Lanza del Sur, una iniciativa lanzada hace unos días bajo la dirección de Pete Hegseth, el secretario de Guerra de la administración Trump.

La militarización del Caribe

En el contexto de la creciente competencia global, especialmente con actores como China y Rusia, Estados Unidos ha decidido reorientar su enfoque hacia América Latina. El despliegue de fuerzas militares en la región es una clara manifestación de su deseo por reforzar su hegemonía, utilizando como excusa la lucha contra el narcotráfico. Sin embargo, el verdadero propósito de esta operación no es la seguridad nacional, sino el dominio hemisférico.

El portaaviones USS Gerald R. Ford, el más avanzado del mundo, ha sido enviado al Caribe como parte de esta estrategia. Esta demostración de poder no se limita a la presencia de este coloso naval, sino que forma parte de un esfuerzo más grande y continuo para intimidar y proyectar poder en los países de la región. Se trata de un mensaje para los “díscolos” como Venezuela y para los no alineados como Brasil o México: Aceptad mi hegemonía o ateneos a las consecuencias.

El despliegue se realiza bajo la supervisión del Comando Sur de Estados Unidos (Southcom), responsable de las operaciones en 31 países de América Latina y el Caribe, y establece la lucha contra el tráfico de drogas como su motivo central. Sin embargo, esta narrativa no es más que un pretexto.

En palabras de Pete Hegseth, la misión busca “proteger nuestra patria” y “expulsar a los narcoterroristas de nuestro hemisferio”. Pero este discurso de protección es un eufemismo para un esfuerzo mucho más ambicioso: mantener la supremacía estadounidense en el hemisferio occidental, aplicando una suerte de “repliegue americano” ante la inevitable emergencia de un orden multipolar no alineado con China a la cabeza que limita la proyección imperial norteamericana en Europa y Asia-Pacífico.

El cártel de los Soles

Uno de los elementos clave que ha acompañado a esta operación es la designación del Cartel de los Soles como organización terrorista extranjera, formalmente catalogada como tal desde el lunes 24 de noviembre de 2024. Esta medida tiene implicaciones que van mucho más allá de las intenciones declaradas por el gobierno de Trump. El Cartel de los Soles, dirigido según la narrativa de la Casa Blanca por altos funcionarios del gobierno venezolano (para lo cual no ha presentado ninguna prueba concluyente), ha sido acusado por Estados Unidos de estar involucrado en actividades de narcotráfico hacia Estados Unidos y Europa.

A partir de esta designación, llevada a cabo en base a suposiciones sin probar y afirmaciones vagas, se facilita la actuación de agencias como la DEA y el Departamento de Tesoro, abriendo la puerta a sanciones más severas y a la criminalización de cualquier relación comercial con el gobierno venezolano.

La Operación Lanza del Sur es solo una parte de una estrategia más amplia que busca la reconfiguración geopolítica de América Latina. Si bien el narcotráfico se presenta como el principal enemigo, la verdadera batalla se libra por el control de los recursos naturales, particularmente el petróleo venezolano. Estados Unidos ha mostrado un interés constante en asegurar que los recursos energéticos de Venezuela estén bajo su control, tal como lo hacía antes de la llegada de Hugo Chávez a la presidencia.

La retórica de lucha contra las drogas es, en realidad, una tapadera para la verdadera intención de Washington: mantener su dominio sobre las economías regionales y reprimir cualquier intento de soberanía económica. La intensificación de las sanciones, las acciones diplomáticas coercitivas y los despliegues militares son partes de una misma estrategia destinada a desestabilizar al gobierno de Maduro y a garantizar que Venezuela regrese a la órbita de influencia estadounidense. De paso, Washington ha buscado afianzar la sumisión geopolítica y militar de actores regionales como Trinidad y Tobago, y de actores continentales como Argentina o Ecuador.

¿Vuelve la mano dura?

La intervención en Venezuela no es un esfuerzo por contener el narcotráfico, sino un intento por reducir la influencia de Venezuela en el Caribe y, sobre todo, por estrechar los margenes de actuación soberana de los Estados latinoamericanos, amenazando ya no con sanciones o injerencias diplomáticos —como ya ocurría con Biden u Obama—, sino directamente con agresiones militares.

La presencia de gobiernos no alineados con Washington ha sido considerada una amenaza para la hegemonía estadounidense y, en la nueva coyuntura en la que Trump prioriza el hard power por delante de otras formas de dominación, indudablemente Estados Unidos está dispuesto a ejercer la violencia directa contra los pueblos de América.

Por supuesto, este patrón no es nuevo: durante el siglo XX, Estados Unidos intervino en múltiples ocasiones en América Latina, ya fuera mediante golpes de estado, intervenciones militares o estrategias de aislamiento económico. En aquel momento, las agresiones no se limitaron a gobiernos socialistas o anti estadounidenses, sino a cualquiera con una agenda verdaderamente soberanista y desarrollista, como evidencian los derrocamientos de Jacobo Árbenz en Guatemala o de Juan Domingo Perón en Argentina. Lo que se presencia hoy es la repetición de este modelo, esta vez con una intensificación de las tácticas militares y económicas.


"La realidad no ha desaparecido, se ha convertido en un reflejo"

Jianwei Xun
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