La invasión rusa de Ucrania en febrero fue un momento decisivo para la seguridad europea porque las relaciones entre la OTAN y la Unión Europea está empañada por la desconfianza mutua. Antes de dejar la Casa Blanca el expresidente Donald Trump advirtió a los líderes del Tratado que EEUU no los defendería si Rusia atacaba.
Rusia vuelve a representar una amenaza a largo plazo para la seguridad europea. El desafío clave de seguridad europea en los próximos años será fortalecer la disuasión contra Rusia mientras conserva la capacidad de abordar otras amenazas. Cuando se trata de disuadir a Rusia, la OTAN es claramente la organización indispensable, porque no existe una alternativa viable a su estructura de mando integrada. La guerra de Ucrania revitalizó la misión central de la OTAN de hacer frente a Rusia y defender el territorio de sus miembros si falla la disuasión. Según los nuevos planes de defensa, la fuerza de respuesta rápida de la OTAN aumentará de 40.000 a 300.000 soldados. Y Finlandia y Suecia se han convertido en pleno conflicto en sus nuevos socios.
El poder disuasorio de la OTAN se basa en las fuerzas estadounidenses estacionadas en Europa, que ha aumentado en alrededor de 20.000 desde que Rusia invadió Ucrania, a más de 100.000, y en el arsenal nuclear de Estados Unidos. Pero los europeos no pueden esperar que EEUU siga cargando con la mayor parte de su defensa para siempre. Incluso antes de la presidencia de Donald Trump, las quejas estadounidenses sobre el reparto injusto de la carga eran cada vez más fuertes y frecuentes. Y en su presidencia (2017-2021) el del jopo advirtió a los líderes de la OTAN que EEUU no los defendería si Rusia atacaba.
El mayor enfoque de Estados Unidos en Asia significa que es probable que su contribución a la defensa de Europa se reduzca con el tiempo. Y los europeos no pueden descartar la posibilidad de que Trump o alguien de su molde aislacionista de “Estados Unidos primero” se convierta en presidente en 2025 y abandone el compromiso de Estados Unidos con la OTAN.
Cómo los aliados europeos de la OTAN enfrentarán el presupuesto
Los europeos no tienen más remedio que contribuir más a su propia defensa. Desde que comenzó el conflicto de Ucrania, los países de la UE han anunciado un gasto militar adicional de 200.000 millones de euros (203.000 millones de dólares). Pero muchos países podrían encontrar políticamente difícil implementar estos compromisos dada la recesión económica y las demandas presupuestarias contrapuestas.
Además, el impacto del gasto de defensa adicional depende de un plan general para determinar los sistemas de armas, la logística y las municiones necesarias. Pero el gasto en defensa europeo sigue sin coordinarse, con poca cooperación intergubernamental. Según la Agencia Europea de Defensa, la investigación y el desarrollo conjuntos representan actualmente solo el 6 % del total de la I+D de defensa de la UE, y la adquisición conjunta representa solo el 11% del total de pedidos de equipos.
La UE tiene un papel clave que desempeñar en el fortalecimiento de la seguridad europea de una manera que complemente los esfuerzos de la OTAN. Para empezar, la Unión necesita ayudar a los estados miembros a manejar las consecuencias económicas de la guerra en Ucrania, ayudando así a mantener un consenso político para las sanciones contra Rusia.
La UE también puede ayudar a preparar mejor a los ejércitos europeos para los conflictos. El plan para establecer una fuerza de reacción rápida de 5.000 efectivos impulsaría a las fuerzas armadas de los estados miembros a cooperar más estrechamente, lo que contribuiría a su capacidad general para disuadir amenazas. Y la UE está mejor posicionada que la OTAN para enfrentar desafíos de seguridad como la desinformación y la interferencia electoral, porque es a través de la Unión que los estados miembros regulan las plataformas tecnológicas a través de las cuales se propaga la información errónea.
La OTAN versus la transformación verde y digital
Pero la mayor contribución potencial de la UE a la seguridad europea radica en su capacidad para fomentar un mayor gasto en defensa por parte de los estados miembros. Las reglas fiscales de la UE pueden fomentar esto al excluir la inversión en defensa de los límites del déficit presupuestario, de la misma manera que la inversión en las transformaciones verde y digital ha sido excluida desde el comienzo de la pandemia. Además, la Unión puede diseñar incentivos para promover la adquisición conjunta y una cooperación más profunda entre las fuerzas militares nacionales.
Las propuestas recientes de la Comisión Europea, en particular una exención del impuesto al valor agregado para la adquisición conjunta de defensa, podrían generar un progreso significativo en el gasto de defensa, la coordinación y los esfuerzos para fortalecer las capacidades militares europeas. Pero los países europeos carecen de una mentalidad verdaderamente colaborativa cuando se trata de desarrollar, adquirir y operar capacidades de defensa. El desarrollo de tal enfoque requerirá una dirección política más fuerte de los líderes nacionales.
La UE y otros miembros de la OTAN deben garantizar que sus mercados de defensa nacional estén lo más abiertos posible entre sí, para garantizar economías de escala. Los intentos de la UE de mejorar las capacidades militares deben guiarse por el principio de maximizar la eficacia y no deben dañar innecesariamente las relaciones duraderas entre las empresas de defensa de la UE y sus socios no pertenecientes a la UE.
Por su parte, EEUU debería seguir mostrando un firme apoyo a un mayor papel de la UE en la seguridad y defensa europeas, en particular en el desarrollo de las capacidades militares del bloque. Al mismo tiempo, los políticos estadounidenses pueden influir en la elaboración de iniciativas de la UE de forma que se evite la duplicación y se fortalezca la seguridad europea.
La guerra de agresión del presidente ruso Vladimir Putin contra Ucrania ha demostrado que defender los valores e intereses europeos es una cuestión de vida o muerte. Europa ya no puede permitirse tratar los argumentos casi teológicos sobre la primacía de la UE y la OTAN como más importantes que su propia seguridad.