Las guerras que marcaron el 2014

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Testigo de varios conflictos armados, para el mundo 2014 es un año turbulento. Aunque en la actualidad no hay ninguna guerra activa declarada de forma oficial entre Estados diferentes, varios países sufren ahora mismo enfrentamientos violentos en sus territorios. Algunos, como Afganistán, los padecen desde hace años, mientras que otros estallaron este mismo año y aún siguen sin resolverse, como la crisis en Ucrania. El conflicto estalló en febrero pasado luego de que el entonces presidente Viktor Yanukovich se negara a firmar un acuerdo de asociación con la Unión Europea (UE).

En 2014 el mundo fue testigo también de la brutalidad que sembró el grupo terrorista Estado Islámico (EI), en su avance por Siria e Irak. Otro impacto del año fue la guerra de 50 días entre Israel y Hamas en la Franja de Gaza, que dejó más de 2000 muertos. Menos exposición tuvo la crisis de Libia, un país que desde hace tres años se hunde en el caos.

Como muchas ex repúblicas soviéticas, Ucrania lleva años tironeada por Rusia y la Unión Europea (UE). Pero la tensión salió a luz en noviembre pasado, cuando el gobierno del entonces presidente Viktor Yanukovich se negó a firmar el Acuerdo de Asociación con el bloque.

Ese rechazo desencadenó una ola de protestas, que desembocaron a la destitución de Yanukovich, el 22 de febrero. Varias áreas del Este y el Sur del país, afines a Rusia, no reconocieron al nuevo gobierno de Kiev.

En medio de la crisis, tropas rusas ingresaron a la provincia de Crimea, supuestamente en defensa de los rusos que residen allí, y el 11 de marzo esa provincia declaró su independencia de Ucrania. Un mes después, la tensión aumentó luego de que activistas prorrusos atacaran edificios gubernamentales en las regiones de Donetsk y Lugansk, en el este de Ucrania

Aunque el 5 de septiembre pasado el gobierno ucraniano y los rebeldes independentistas prorrusos firmaron un acuerdo de cese el fuego, prácticamente todos los días hay enfrentamientos en el este ucraniano.

Según un informe presentado por la ONU hace dos semanas, 4317 personas murieron y 9921 resultaron heridas desde que comenzó el conflicto en abril pasado, aunque los separatistas cifran el número de muertos en 5000.

Cuando en junio pasado los jihadistas de Estado Islámico (EI) tomaron Mosul -la segunda ciudad más importante de Irak-, las potencias occidentales decidieron no intervenir. Pensaban entonces que el grupo extremista no pasaría de ser un problema regional. Pero en pocos meses, EI se convirtió en una de las mayores amenazas para Occidente y estremeció al mundo con sus decapitaciones de periodistas y soldados occidentales.

El grupo, liderado por Abu Bakr al-Baghdadi, cuyo objetivo es establecer un califato en un territorio comprendido entre Siria e Irak, surgió como una organización próxima a Al-Qaeda para hacer frente a la invasión en Irak de 2003.

En sus inicios fue un movimiento débil, debido al éxito de varios operativos de las fuerzas de Estados Unidos para sofocarlo. Pero entre 2011 y 2013, cuando estalló la guerra en Siria, el grupo volvió a adquirir fuerza. En abril de 2013, la organización se denominó Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS, por sus siglas en inglés). Más de un año después, en junio pasado, los jihadistas anunciaron su objetivo de crear un califato islámico y se rebautizaron como Estado Islámico.

Armado con el arsenal estadounidense que obtuvo durante sus victorias sobre el ejército iraquí en la región, la CIA calcula que EI cuenta con unos 30.000 combatientes y que tiene acceso a fondos por 2000 millones de dólares.

El avance sostenido de EI puso bajo presión al presidente norteamericano, Barack Obama , que se vio obligado a actuar: el 10 de septiembre anunció que Estados Unidos lideraría una coalición de 40 países para atacar con bombardeos a los jihadistas. Los ataques aéreos de la coalición lograron debilitar al grupo, pero su poderío aún es una amenaza latente.

El conflicto en Afganistán se convirtió en la guerra más larga en la que participó Estados Unidos. En octubre pasado se cumplieron 13 años de la invasión, posterior a los atentados del 11 de Septiembre, y el poder de los talibanes aún representa un dolor de cabeza para el presidente norteamericano, Barack Obama.

A pesar de que Washington anunció que la misión de combate internacional en Afganistán se terminaría a finales de este año, la semana pasada el Parlamento afgano aprobó acuerdos alcanzados con Estados Unidos y la OTAN para permitir que soldados internacionales sigan en el país más allá de 2015.

Los acuerdos llegan después de que funcionarios norteamericanos dijeron que Barack Obama había aprobado nuevas directrices que permiten a sus tropas enfrentarse en combate con talibanes -no sólo a terroristas de Al-Qaeda- en Afganistán.

El cambio del presidente norteamericano se debe, en parte, al rápido avance que tuvo el grupo Estado Islámico (EI) en Irak, que generó críticas a Obama por haber retirado a los soldados estadounidenses de ese país antes de que el ejército iraquí estuviese preparado para hacer frente a los jihadistas.

El último capítulo del conflicto israelí-palestino se desató tras el colapso de las conversaciones de paz auspiciadas por Estados Unidos y el anuncio, a comienzos de junio pasado, de un gobierno de unidad entre las facciones palestinas de Al-Fatah y Hamas , considerado inaceptable por Israel .

Luego, el secuestro y asesinato de tres jóvenes israelíes, y la posterior muerte de un adolescente palestino encendieron la mecha de la violencia.

Israel y Hamas, que gobierna la Franja de Gaza, se enfrentaron brutalmente. En respuesta al lanzamiento de cohetes desde el enclave palestino, el gobierno del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, lanzó el 7 de julio la operación “Barrera Protectora”, cuyo principal objetivo fue la destrucción de los túneles que utiliza Hamas para ingresar al territorio israelí y atacar a sus ciudadanos.

Finalmente, el 26 de agosto, tras 50 días de guerra, Israel y Hamas aceptaron una tregua indefinida pactada bajo mediación egipcia.

La guerra dejó un saldo de más de 2140 muertos y 11.000 heridos -la mayoría civiles palestinos-, barrios completos destruidos en la Franja de Gaza y decenas de miles de personas sin hogar.

Como suele suceder, ambos bandos se atribuyeron “una victoria” por la tregua. Hamas la consideró como un triunfo “para la resistencia”, mientras que el gobierno israelí valoró que el grupo islamista se comprometiera a poner fin a las hostilidades.

Tres años después de intervención militar extranjera que derrocó a Muammar Khadafy, Libia se encamina hacia una nueva guerra civil. Las distintas milicias, que luchan por la influencia política y regional que dejó el dictador, sumergieron a Libia en un verdadero caos.

Los choques entre las milicias provocaron el bloqueo de la transición democrática y la paralización de la reconstrucción de las instituciones.

Tan pantanosa es la situación que se crearon dos gobiernos opositores, cada uno de ellos respaldado por algunas de las milicias en conflicto. La ONU, que actúa como mediadora, invitó a los dos gobiernos a una conferencia el próximo miércoles.

Luego de las elecciones parlamentarias de junio pasado, Abdullah al-Thani, apoyado por las fuerzas laicas y federalistas, fue nombrado por la Cámara de Representantes para tomar el poder. El gobierno de Al-Thani se instaló en la ciudad de Tobruk, 1600 kilómetros al este de Trípoli, para estar lejos de la espiral de violencia en la que está sumida la capital.

Sin embargo, dos meses después, el saliente Congreso General Nacional (CGN), reunido en Trípoli, encargó al pro islamista Omar al-Hassi formar un “gobierno de salvación nacional”. Según Al-Hassi, el gobierno de su rival fue incapaz de frenar a las milicias.

La caída de Libia en un caos absoluto genera gran preocupación entre sus vecinos, que temen que la inestabilidad pueda extenderse dentro de sus fronteras.

También Europa y Estados Unidos encendieron las alarmas ante la posibilidad de que algún grupo jihadista pueda situar su base de operaciones en Libia y, desde allí, lanzar ataques contra intereses occidentales. De hecho, algunas milicias ya le juraron su lealtad al grupo Estado Islámico (EI), que controla parte de Sira e Irak.