Las protestas en Brasil: cuando el futbol ya no es suficiente

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Foto: United Explanations

Después de una ola de optimismo, los brasileños cuestionan si más poder de consumo significa mejor calidad de vida y menos desigualdad

El pasado lunes, un periodista preguntó a una joven que formaba parte de las más de 60.000 personas que salieron a las calles de São Paulo: ¿por qué acudiste a la protesta? A lo que ella contestó: “porque no encontré ninguna razón para no hacerlo”.

Tras la multitudinaria manifestación que tuvo lugar el pasado lunes, muchas personas se han preguntado por qué tanta gente salió a la calle en plena celebración de la Copa Confederaciones, el ensayo general del Mundial de 2014. Creo que hay más de una razón para explicar ese movimiento sorprendente, ya que incluso los brasileños no saben decir exactamente cómo empezó todo y, mucho menos, como terminará.

No obstante, la semana que comienza será decisiva para el futuro del movimiento,  puesto que ya se anunció la marcha atrás en el aumento de la tarifa del autobús de São Paulo, razón inicial de las protestas. Ahora sí sabremos si realmente “no es sólo por 20 céntimos”.

Por mucho tiempo se creyó que éramos un pueblo a quien no le gustan los temas de política y que, si ganamos el Mundial, todo lo demás nos daría igual. En efecto, en las últimas dos décadas asistimos en silencio a la repetición de problemas ancestrales como la corrupción en la política, el mal uso del dinero público, la mala calidad de los servicios sanitarios, de la educación y la falta de seguridad.

El país mejoró, es cierto. Pero está lejos del “primer mundo” y tampoco se refleja en la vida de los trabajadores ese milagro económico que ha situado a Brasil entre las grandes potencias emergentes del mundo. Los millones de brasileños de la nueva clase media, de la que tanto hablan los gobernantes, quieren más que la financiación para un coche nuevo o una televisión de 60 pulgadas.

Este no es un movimiento de respuestas, pero (sí) de interrogantes. Después de una ola de optimismo, los brasileños cuestionan si más poder de consumo significa mejor calidad de vida y menos desigualdad. Si es justo el altísimo precio que se paga para vivir de forma razonable en grandes las ciudades como Sao Paulo y Rio de Janeiro. También se preguntan cuáles serían los verdaderos beneficiados de los grandes eventos que recibirá el país y en los cuales se está invirtiendo muchísimo dinero público. Tampoco aceptan la clase política actual, que se muestra más interesada en mantener sus privilegios que en luchar por el desarrollo social de la población. El mensaje es que los brasileños no se sienten representados por ninguno de los más de 30 partidos que existen en el país y que rechazan su historia y sus ideales para mantenerse en el poder sea como sea.

La sociedad brasileña quiere mostrarse despierta y con ganas de poder decidir el rumbo del país.

El desafío es mantener unido y constante ese movimiento sin cabeza y sin nombre para que el sueño de democracia vivido el pasado lunes no ceda espacio a la pesadilla de la histeria colectiva y del descontrol, tal y como se vio el martes 18 de junio en algunos incidentes de saqueos y pillaje en las protestas en São Paulo.

Suelen decir que los brasileños no tienen memoria. Pues esta vez toca no olvidarse de lo que pasa ahora en Brasil y mantener el espíritu crítico para que la verdadera revolución se haga en las urnas el año que viene, cuando tendrán lugar las elecciones el mismo año del Mundial. Otra oportunidad para mostrar que la conocida alegría brasileña no se hace solamente de pan y circo, (sino) con ciudadanía.

Una explicación de United Explicanations