III Brasil: La estampida en Brasilia y la peligrosa contraofensiva del activismo judicial

Redacción dat0s
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brasil, juez alexandre Moares y Lula
Foto: Evaristo Sa | AFP

Sospechosamente, el gigante latinoamericano está herido. Mientras Lula da Silva aun festejaba su elección a la presidencia, grupos dispares de apoyo multiplicados en las grandes ciudades brasileñas seguían aguardando una posición definitiva de las FFAA para derrocar al presidente electo (esperando un golpe de Estado). A Lula lo apuntan de corrupto y su vigilia frente a los cuarteles en carpas montadas precariamente, estaban en realidad hirviendo el caldo de cultivo de la sublevación con o sin militares que hasta el domingo 8, cuando estallo el ataque a los tres poderes en Brasilia, habían permanecido contemplando con los brazos cruzados el devenir de los acontecimientos.

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Siguiendo el modelo norteamericano –el asalto al Capitolio en 2021 por grupos armados que ganaron los ambientes de esa institución democrática por excelencia- los manifestantes brasileños copiaron el ejemplo: tomaron la plaza de los Tres Poderes donde se encuentran los edificios del Ejecutivo, Legislativo y el Tribunal Supremo de Justicia, uno al lado del otro, y se lanzaron a la destrucción. Haciendo volar por los aíres mesas, sillas, obras de artes avaluadas en cientos de miles de dólares, destruyeron objetos valiosísimos exigiendo a los militares el golpe de Estado contra Lula.

Al retomar el control horas después, el Gobierno de Lula ha tomado decisiones que según algunos especialistas pueden resultar contraproducentes: Limpiar el camino del descontento para pacificar el país sentado en su silla de pequeño rey haciendo nombramientos a dedo no parece una buena decisión. Ha destituido de cuajo a más de 80 altos cargos de las Fuerzas Armadas y a otros tantos de la Policía Federal (PF). No ha caído bien el nombramiento de un juez con superpoderes para investigar los incidentes del pasado 8 de enero. De entrada, Alexander de Moraes abrió 1500 expedientes contra los “golpistas”, pero lo peor y es aquí donde viene el cuento es que Moraes es una ficha peligrosa en la reconciliación para salvar la democracia (y el riesgo de entraña).

Al tratarse de un juez con superpoderes el peligro es que sus decisiones encadenen un cuadro de venganzas inédito. Lula se refugia en él para atenuar el odio de los “bolsonaristas” a su Gobierno. El presidente del TSJ es considerado el terror de la ultraderecha. Una elección que podría acrecentar el malestar en la fragmentación. Moraes acusa a Bolsonaro de alentar la invasión en Brasilia. El superpoderoso fiscal en una de sus primeras medidas apartó del cargo al gobernador del distrito federal Ibanies Rocha, aliado del expresidente, acusándolo de connivencia y omisión.

Con estas fichas puestas hay quienes comentan que la decisión presidencial pone en riesgo la democracia. El activismo de la justicia representa un riesgo preocupante en un país fragmentado, con las FFAA divididas y con señales de indignación por el nombramiento de un fiscal con superpoderes que podría escribir un delicado capítulo en la frágil democracia brasileña.

 

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