Los países pobres pierden en la carrera por conseguir suministros para combatir el coronavirus

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Foto: Mauro Pimentel/Agence France-Presse — Getty Images

Las naciones latinoamericanas y africanas no han logrado conseguir suficiente equipo ni insumos para realizar pruebas masivas. Tienen competencia: Estados Unidos y Europa los aventajan en presupuesto.

Cajas de mascarillas arrebatadas de aviones de carga en pistas de aterrizaje. Países que pagan el triple del precio del mercado para licitar por encima de otros. Acusaciones de “piratería moderna” contra gobiernos que intentan conseguir suministros médicos.

Mientras Estados Unidos y países de la Unión Europea compiten para adquirir el escaso equipo médico que detiene al coronavirus, otra brecha inquietante ha quedado a la vista: los países más pobres pierden contra los más ricos en la confusión creada por la búsqueda global de mascarillas y materiales de pruebas.

Las empresas fabricantes han informado a científicos en África y América Latina que los pedidos de kits de prueba van a demorar meses en surtirse porque la cadena de suministro está convulsionada y casi toda la producción se destina a Estados Unidos o Europa. Todos los países reportan incrementos significativos de precios, desde los kits de prueba hasta las mascarillas.

La enorme demanda global de mascarillas, junto con las nuevas distorsiones en el mercado privado, ha obligado a varios países en desarrollo a recurrir a Unicef en busca de ayuda. Etleva Kadill, quien supervisa los suministros en la agencia, dijo que intentaba comprar 240 millones de mascarillas para ayudar a cien países pero que hasta ahora solo había logrado conseguir 28 millones.

“Hay una guerra tras bambalinas y lo que más nos preocupa es que los países más pobres pierdan”, dijo la doctora Catharina Boehme, directora ejecutiva de la Fundación para Nuevos Diagnósticos Innovadores, que colabora con la Organización Mundial de la Salud (OMS) para ayudar a que los países más desfavorecidos consigan acceso a pruebas médicas.

En África, América Latina y algunas partes de Asia, muchos países ya están en desventaja pues tienen sistemas de salud sin suficiente presupuesto, frágiles y a menudo desabastecidos de equipo necesario. Un estudio reciente encontró que varios países pobres solo disponen de una unidad de cuidados intensivos por cada millón de habitantes.

Hasta ahora, el mundo en desarrollo ha reportado muchos menos casos y muertes de coronavirus pero muchos expertos temen que la pandemia sea especialmente devastadora para los países más pobres.

La primera defensa contra el virus es hacer pruebas, que han sido una herramienta importante para prevenir que demasiados pacientes sean hospitalizados. La mayoría de los fabricantes quieren ayudar, pero la industria de nicho que produce el equipo para realizar las pruebas diagnósticas y los reactivos químicos para procesarlas en laboratorios enfrenta una demanda global enorme.

“No había habido una escasez de reactivos químicos como ahora”, dijo Doris-Ann Williams, directora ejecutiva de la Asociación de Diagnóstico British In Vitro, que representa a productores y distribuidores de pruebas de laboratorio que se emplean para detectar el coronavirus. “Si fuera solo un país con una epidemia estaría bien, pero todos los principales países del mundo quieren lo mismo al mismo tiempo”.

Para los países más pobres, la doctora Boheme dijo, la competencia por los recursos es una “catástrofe global” en potencia, pues la que solía ser una cadena de suministro coherente se ha convertido rápidamente en un ejercicio de presión y forcejeo. Los líderes de “todos los países” están llamando en persona a los directores ejecutivos de manufactura para exigir un trato preferencial en el acceso a suministros vitales. Algunos gobiernos incluso han ofrecido enviar jets privados.

Amilcar Tanuri, en Brasil, no puede ofrecer jets privados. El doctor Tanuri dirige los laboratorios públicos de la Universidad Federal de Río de Janeiro, la mitad de los cuales están “atorados sin hacer nada” en lugar de administrar pruebas a los trabajadores sanitarios porque, dijo, los reactivos químicos que necesita están siendo enviados a países más adinerados.

“Si no tienes pruebas confiables estás ciego”, dijo. “Este es el principio de la curva epidémica así que estoy muy preocupado de que el sistema de salud pública aquí quede abrumado muy pronto”.

Hasta ahora, Brasil es el país de América Latina más afectado, con más de 10.000 casos confirmados y un retraso de al menos 23.000 pruebas. También es el actor más controversial de la región en la pandemia: el presidente, Jair Bolsonaro, ha sido francamente escéptico de los riesgos que presenta el coronavirus.

Pero detrás del ruido político, los científicos del país empezaron a intentar aumentar la cantidad de pruebas horas después de que se anunció el primer caso. Sin embargo, a las pocas semanas, el doctor Tanuri se vio obligado a llamar desesperadamente a empresas privadas en tres continentes para conseguir los reactivos químicos necesarios para procesar las 200 muestras que sus laboratorios reciben cada día, solo para enterarse que Estados Unidos y Europa ya habían adquirido meses enteros de producción.

“Si compramos algo que llegará en 60 días es demasiado tarde”, dijo. “El virus va más rápido de lo que nosotros podemos ir”.

La situación es similar para algunos países africanos.

Luego de reportar su primera muerte el 27 de marzo, Sudáfrica actuó con celeridad al introducir primero un cese estricto de actividades y anunciar un ambicioso plan de pruebas a domicilio que hasta ahora ya ha logrado realizar a 47.000 personas. Sudáfrica cuenta con más de 200 laboratorios públicos, una red impresionante que supera a la de países más ricos como Gran Bretaña y que ha sido desarrollada en respuesta a brotes anteriores de VIH y tuberculosis.

Pero, como Brasil, depende de los fabricantes internacionales para conseguir reactivos químicos y otros equipos que son necesarios para procesar las pruebas. El doctor Francois Venter, un experto en enfermedades infecciosas que está asesorando al gobierno de Sudáfrica, dijo que la batalla por los reactivos ponía en peligro la respuesta del país en general.

“Tenemos la capacidad para llevar a cabo un amplio despistaje, pero hemos sido atormentados por el hecho de que los materiales de testeo, los reactivos, no han estado llegando”, dijo. “No somos tan ricos. No tenemos tantos ventiladores, no tenemos tantos doctores, nuestro sistema de salud ya estaba en una posición precaria antes del coronavirus”.

“El país está aterrado”, agregó.

Para ocuparse del problema, los Servicios Nacionales de Laboratorios de Salud de Sudáfrica habían establecido un “cuartel” de alrededor de 20 personas que se dedican a llamar continuamente a distintos proveedores y aún así se topan con problemas de suministro de kits de prueba y equipo protector necesario.

“Los proveedores básicamente nos están diciendo que su producción no cubre las necesidades”, dijo el doctor Kamy Chetty, director de la agencia. “Están trabajando a toda marcha”.

Los expertos dicen que la industria que produce kits de prueba es bastante pequeña. Williams, la representante de los productores y distribuidores en Gran Bretaña, dijo que no hay escasez de reactivos químicos sino que más bien las demoras sucedían en el proceso de producción, incluso en los chequeos y aprobaciones, debido a que la enorme demanda estaba rebasando al sistema.

“Los fabricantes no solo quieren vender a los países ricos”, dice Paul Molinaro, jefe de suministros y logística de la OMS. “Ellos quieren diversificar, pero tienen toda esta demanda competitiva de diferentes gobiernos”.

“Cuando se trata de un entorno hipercompetitivo con aumento de precios, estos países de ingresos bajos y medios terminarán al final de la fila”, añadió.

La semana pasada, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, invocó la Ley de Producción de Defensa para prohibir la exportación de mascarillas a otros países y exigió que las empresas estadounidenses aumenten la producción de insumos médicos.

Una empresa estadounidense que fabrica mascarillas, 3M, respondió advirtiendo sobre “implicaciones humanitarias significativas” si paraba de suministrar mascarillas a América Latina y Canadá. Esta semana, la compañía y el gobierno de Trump llegaron a un acuerdo que permite a 3M seguir exportando a países en desarrollo, al tiempo que proporciona a Estados Unidos 166 millones de mascarillas en los próximos meses.

El mes pasado, Europa y China introdujeron sus propias restricciones a la exportación de pruebas y equipos de protección.

Algunas firmas privadas, sin embargo, están dejando de lado las ganancias para ayudar a países en desarrollo con sistemas de salud más frágiles.

Mologic, un fabricante de pruebas británico, ha recibido fondos gubernamentales para desarrollar una prueba casera para el coronavirus (de 10 minutos) en asociación con Senegal, que, de ser aprobada, costaría menos de un dólar para ser producida. No dependería de laboratorios, electricidad o de estar abastecidos de costosos suministros de fabricantes globales.

Mologic acordó compartir su tecnología con el Instituto Pasteur de Dakar, un laboratorio emblemático de aquella ciudad, para ayudar a producir el kit “al costo”. Si bien el objetivo es hacer que esté ampliamente disponible, su objetivo principal es ralentizar la propagación del virus en África.

Para países más pobres, el problema del suministro es más grande que el de las pruebas.

Zambia está en el comienzo de su curva epidemiológica con solo una muerte hasta el momento, pero ya está luchando para conseguir mascarillas, así como materiales de pruebas como hisopos y reactivos, dice Charles Holmes, miembro de la junta directiva del Centro de Investigación de Enfermedades Infecciosas en Zambia y ex médico jefe del Plan de Emergencia para el Alivio del Sida (PEPFAR, por su sigla en inglés) del gobierno de Barack Obama.

Cuando Zambia intentó ordenar mascarillas N95, dice el doctor Holmes, el proveedor intentó venderlas “de 5 a 10 veces” más caras que el costo habitual, a pesar de que al revisarlas se reveló que las mascarillas habían vencido en 2016.

“Es difícil para los países o los gobiernos tener estas conversaciones con los productores, cuando naciones mucho más ricas tienen las mismas conversaciones”, dice. “El sector privado probablemente responderá al mejor postor para muchos de estos suministros, así son los negocios”. Él dice que los fabricantes les han dicho a funcionarios de Zambia que no pueden garantizar una fecha de entrega de los suministros porque “la mayoría están siendo acaparados por Estados Unidos y Europa”.

Si bien pocos criticarán a los gobiernos por cuidar de su propia población, los expertos en salud creen que es de interés común ayudar a los países más pobres a obtener los suministros que necesitan.

“Una infección con un virus respiratorio altamente transportable a cualquier lugar del mundo pone en riesgo a todos los países”, dice el doctor Holmes. “Las naciones ricas no solo tienen la obligación de velar por los países en problemas, pero también deben tener algún interés en asegurarse de que la pandemia esté contenida en países en desarrollo”.

 

Jane Bradley es la corresponsal de investigación del Reino Unido para The New York Times. Tiene su sede en Londres, donde se ha especializado en revelar abusos de poder, delitos financieros y corrupción e injusticias sociales. @jane__bradley