Los rolezinhos, jóvenes pobres en shoppings caros
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, rechazó la represión y la discriminación ante la multiplicación de los rolezinhos, encuentros de jóvenes pobres en shoppings de clase media. La mandataria citó a varios ministros para analizar el crecimiento de los rolezinhos y, de acuerdo con testimonios de la reunión, “dijo estar en contra de la represión y el prejuicio (contra adolescentes pobres)”.
Los rolezinhos -de role, que en Brasil significa pasar el rato- convocaron, a través de las redes sociales, a grupos de jóvenes de favelas y barrios humildes a shoppings de Río de Janeiro y de San Pablo, donde la policía detuvo a más de 60, acusados de alterar el orden.
La Justicia emitió una medida cautelar que permite restringirles el ingreso en masa y multarlos, lo que fue defendido, igual que la represión, por la Asociación de Shoppings Centers. Durante la reunión realizada en Brasilia, Rousseff encomendó a sus ministros, entre ellos el de Justicia y la de Cultura, que elaboren informes más detallados sobre los rolezinhos, y manifestó su recelo ante la posibilidad de que las reuniones deriven en episodios violentos.
“Los rolezinhos son una práctica por la cual los jóvenes pobres quieren más participación, ciudadanía, pero no lo hacen a través de los partidos ni dentro de reglas institucionalizadas”, afirmó la antropóloga brasileña Silvia Borelli, de la Pontificia Universidad Católica de San Pablo.
El secretario de Seguridad Pública de San Pablo, Fernando Grella Vieira, justificó las detenciones del último fin de semana. “Por su parte, el presidente de la Asociación Brasileña de Shoppings Centers, Luiz Fernando Veiga, expresó su rechazo a esa irrupción de jóvenes que, dijo, perturban a los “clientes que no están acostumbrados a ese tipo de tumultos”.
Para algunos, la ocupación de los shoppings remite al ascenso económico de cerca de 30 millones de pobres en la última década, gracias a lo cual estalló el encandilamiento por el consumo, junto a una demanda de más ciudadanía. “Me parece que el gobierno de (el anterior presidente) Lula mejoró la situación en el sentido de hacer políticas sociales más direccionadas y programas culturales, pero la cuestión es que hay un racismo muy importante; Brasil es un país racista”, sentenció el cineasta Paulo Lins.