Lula enfrenta al adversario más temible: la ley
Lula dejó la Presidencia como quien batió el record de popularidad, con una aliada en su poltrona y convencido de que volvería al puesto más alto de la República. Hoy en día, Lula colecciona tasas de rechazo por encima del 50%, acaba de asistir a la destitución de su pupila y se enfrenta al miedo de ir a parar a la cárcel. Lula ha ganó un nuevo título. El Procurador Deltana Dellagnol, coordinador del grupo de trabajo de Curitiba, adjuntó al título de ex presidente, la designación de “máximo comandante de la corrupción en el caso Lava Jato.”
La denuncia inicial enviada al juez Sergio Moro incluye el triplex de Guarujá y el alquiler de containers por la OAS en el contexto general de la corrupción, caracterizando a Lula como el “general” de la banida. Y todavía queda mucho por venir. Lula está acusado o es sospechoso -en Curitiba y similares- de corrupción pasiva, lavado de dinero, tráfico de influencias, obstrucción a la Justicia y conspiración. Traducido de la pesadilla del lenguaje del Código Penal al portugués de la calle, Lula ha sido reducido a la condición de un vulgar sospechoso de beneficiarse del dinero sucio.
A finales de enero, en entrevista con un grupo de reporteros compañeros, Lula se jactó: “No estoy investigado”. Acribillado de sospecha ya entonces, se permitió un momento de autocomplacencia: “Si hay una cosa de la que me enorgullezco es que no tengo, en este país, un alma viviente más honesta que yo”. Después de ocho meses, el personaje está acusado en Brasilia y denunciado en Curitiba.
Lula luchó para alejarse de Sergio Moro. Su penúltimo intento produjo una bronca del ministro Teori Zavascki, ponente del Lava Jato en el Tribunal Supremo Federal. Al negar una nueva petición de la defensa del ex presidente para suspender las investigaciones que se realizan en su contra, en Curitiba, Teori señaló que la pieza era sólo uno de los muchos intentos de “obstaculizar la investigación.”
El cacique del PT tiene razones para temer a Sergio Moro. Sin alardes, el juez clavó el Lava Jato en la yugular de Lula. En primer lugar, avaló la inclusión del tríplex 164-A, que la OAS reservó para la familia Silva en el famoso edificio de Guarujá, en la lista de propiedades investigadas en la Operación Triple X.
En consecuencia, Moro libero a la Policía Federal para abrir, en la mega-investigación del asalto a Petrobras, una investigación específica sobre el sitio de Atibaia, cuyo uso fue subcontratado a Lula – libre de cargas y sin plazo- por dos socios del primogénito Fabio Luiz da Silva, el Lulinha.
Enseguida Moro enviará a Lula al banco de los reos. Y pronto le requerirá a prestar declaración. En ese momento, la postura de la persecución política y las notas oficiales del Instituto Lula tendrán poca utilidad. El declarante tendrá que dar explicaciones. Algo que viene rehuyendo por el momento. Tal vez debido a la falta de materia prima.
Lula se enfrenta ahora al adversario más implacable de toda su carrera: la ley. Contra este rival, su retórica fácil, las tribunas y los palcos amigos tendrán poca utilidad. El Grupo de trabajo del Lava Jato acaba convertir a Lula en un candidato a una pena puede variar de 4 años a 16 años de prisión. Y Lula ha pasado también de ser candidato a ser ex candidato en las elecciones presidenciales de 2018