Marina Silva: la singular historia de la ambientalista que desafía a Dilma Rousseff

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En sus 56 años de vida, Marina Silva ha enfrentado varias batallas difíciles: desde enfermedades que cambiaron su rutina hasta pugnas en el gobierno que integró. Pero quizá ahora llegó su mayor reto: esta ambientalista evangélica buscará arrebatarle el empleo a la presidenta brasileña, Dilma Rousseff.

Silva fue nombrada oficialmente este miércoles candidata presidencial del Partido Socialista Brasileño (PSB) para las elecciones de octubre en lugar de Eduardo Campos, quien murió en un accidente de avión el miércoles pasado.

La designación era esperada, ya que Silva era número dos de Campos por una alianza pactada entre ambos. Pero también supone un verdadero terremoto para la campaña electoral brasileña, que arrancó esta semana por radio y TV.

La primera encuesta realizada tras la muerte de Campos, atribuyó el lunes 21% de las intenciones de voto para Silva. El estudio de Datafolha la ubicó así un punto sobre del candidato socialdemócrata Aécio Neves y 15 puntos abajo de Rousseff.

Pero en un escenario hipotético de segunda vuelta con la presidenta, el sondeo dio a Silva 47% de intenciones de voto contra 43% de Rousseff, que busca la reelección por el izquierdista Partido de los Trabajadores (PT).

Esto sería un empate técnico considerando el margen de error. Pero refleja la gran diferencia que plantea la candidatura de Silva respecto a las encuestas previas, que daban a Campos tercero lejos y a Rousseff con opción de triunfar en primera vuelta.

“Es muy temprano para decir lo que va a pasar, pero Marina configura una posibilidad real de segundo turno en Brasil”, dijo Carlos Pereira, profesor de ciencia política en la Fundación Getúlio Vargas, un prestigioso centro de estudios en Río de Janeiro.

Por eso, hoy todos los ojos se enfocan sobre esta mujer que de joven trabajó como empleada doméstica y ahora quiere liderar al gigante sudamericano.

Luchando con la muerte

Silva nació en la ciudad de Río Branco, cerca de la frontera brasileña con Bolivia y Perú, en una familia pobre descendiente de esclavos africanos e inmigrantes portugueses.

Su padre era recolector de caucho en una zona rural y su madre falleció cuando ella había cumplido 14 años. Tuvo 10 hermanos, pero dos murieron temprano: una por sarampión y otra por malaria.

Silva contrajo hepatitis y fue a tratarse a Río Branco, donde se alfabetizó con 16 años y vivió en un convento católico. Inició labores de empleada doméstica y desistió de su idea de ser monja.

Con el paso de los años se casó y tuvo dos hijos, completó estudios de historia en la universidad, se divorció, volvió a casarse y fue madre dos veces más.

También comenzó a militar como sindicalista junto al líder cauchero y activista ambiental Chico Mendes, con quien fundó una central de trabajadores del estado de Acre antes que éste fuera asesinado en 1988.

En esos años se afilió al PT, por el cual fue electa senadora en 1990, a la temprana edad de 36. Cuando Luiz Inácio Lula da Silva llegó a la presidencia en 2003, Silva fue una de sus primeras designaciones para su gabinete: ministra de Medio Ambiente.

Aquel trajín de niña y joven dejó secuelas en su salud: contrajo hepatitis dos veces más antes de los 20 años y sufrió una contaminación por metales pesados.

“Siempre tuve miedo a la muerte antes de tiempo”, dijo a la revista Rolling Stone en 2010. “Luché con ella desde que nací”.

Hoy Silva evita consumir carne, lactosa, alcohol o gaseosas, así como usar perfumes y cosméticos, ya que pueden causarle problemas respiratorios o alérgicos.

Se muestra en público con escaso o ningún maquillaje. Su figura es delgada. Siempre lleva el pelo negro recogido y suele usar vestidos largos, camisas o blazers de tonos neutros.

Los analistas creen que su imagen llana y su forma de hablar le ayudan a conectar con un sector del electorado. “El discurso de Marina, principalmente el improvisado, consigue transmitir carisma, emoción y sinceridad”, indicó Pereira a BBC Mundo.

Palomas y serpientes

No es esta la primera elección presidencial en la que Silva compite. Ya lo hizo en 2010, cuando sorprendió captando casi 20 millones de sufragios (19%) como candidata del Partido Verde.

En ese entonces decía que quería ser la “primera mujer negra y de origen pobre” en ocupar la presidencia de Brasil.

Se presentó tras renunciar al gobierno de Lula, en el que se opuso a medidas como la liberalización de semillas genéticamente modificadas y a obras de infraestructura en zonas ambientalmente sensibles.

Durante su ministerio, Brasil redujo la tasa de deforestación amazónica, batió un récord de nuevas áreas preservadas y arrestó cientos de personas por crímenes ambientales. Esa gestión le valió premios de las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales.

Uno de los miembros de gobierno con quien tuvo roces fue la entonces ministra Rousseff, que ganó las elecciones de 2010 como candidata del popular Lula. Tras la votación, Silva recomendó a la presidenta electa tener “la simpleza de las palomas y la sagacidad de las serpientes”.

Pocos dudaban que buscaría revancha en los comicios de este año, y menos aún después que su popularidad creciera con la ola de protestas callejeras que sacudió a Brasil en junio de 2013–mientras caía la de la presidenta.

Pero el nuevo grupo que Silva creó, la Red Sustentabilidad, fue inhabilitado por faltarle las adhesiones mínimas requeridas para entrar en liza electoral. Así fue que se alió con Campos.

Ahora su inesperada candidatura tiene la difícil tarea de convencer a dirigentes y votantes del PSB con los que existe reticencia mutua, algunos vinculados al poderoso sector de agronegocios.

Su fuerte fe evangélica, que profesa desde 1997, quizá le ayude a captar votos entre los adeptos a la religión que más crece en Brasil. Pero también puede generar reparos entre la mayoría católica o entre los partidarios de cambios sociales que ella rechaza, como la legalización del aborto, el matrimonio homosexual y las drogas.

Por lo pronto, es posible que Silva haya obtenido un impulso con el impacto emocional que ha provocado en Brasil la trágica muerte de Campos, a cuyo entierro el domingo en Recife fueron miles de personas, incluidos los principales candidatos.

Una pregunta ahora es cuánto podrá extenderse este fenómeno de empatía, en tiempo y votos.

“Esa es la gran incógnita: si tendremos una elección más basada en la razón o la emoción”, señaló Cristiano Noronha, principal analista político de la consultora Arko Advice, en Brasilia. “Si el lado emocional prevalece, la más beneficiada sin dudas será Marina Silva”.