Perú: Batidos ilegales de rana prometen mejorar tu salud

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Foto: BBC

Perú es uno de los países con mayor biodiversidad del mundo. Y es precisamente la variedad de su vida silvestre lo que convierte a esta nación en un centro “ideal” para el tráfico ilegal de animales vivos.

Tal es la envergadura del problema que la policía ecológica tiene grandes dificultades para combatir este crimen.

Advertencia: algunas partes de esta historia pueden herir su sensibilidad.

Preparar un batido de rana toma unos pocos minutos. Primero, la vendedora saca una rana del tanque. Le corta el cuello con un cuchillo y la pela con facilidad como si fuera una banana.

Luego la cocina en una olla con un líquido. Pone el resultado de esta preparación en una licuadora junto con otros ingredientes: maca en polvo (una raíz medicinal peruana), vitaminas, frutas y miel.

Con expresión de concentración prueba el brebaje. Le añade más miel, lo vuelve a licuar y vierte el contenido en una pequeña jarra.

“Es muy bueno para la anemia y para los dolores de pecho”, dice un cliente. También se lo conoce como el viagra andino.

“También es muy bueno para eso”, asiente.

“Para cualquiera que esté enfermo, si lo tomas tres o cuatro veces por semana, te sentirás mejor en poco tiempo”.

Receta familiar

Este licuado de anfibio es originario de las comunidades indígenas de los Andes pero se ha popularizado en el resto de la población.

Se vende por menos de US$2.

“Puedo llegar a vender unos 100 al día”, me dice la vendedora, que sabe que algunas de las especies de rana están amenazadas.

“Todos sabemos eso, pero bueno… si desaparecen, desaparecen. Mientras las tengamos, podemos ayudar a la gente con esta bebida”.

Una pareja se acerca con un recipiente de plástico. Compran dos ranas y se marchan. La mujer dice que hará el batido en su casa, siguiendo una vieja receta familiar. Lo quiere para tratar un problema pulmonar.

La dueña del puesto ha sido multada en varias ocasiones por vender licuados de rana pero esto no le ha impedido continuar con su negocio. Y sus clientes siguen creyendo, aunque no haya ninguna evidencia científica, que estos brebajes son buenos para la salud.

Operativo

En Perú es ilegal vender, transportar u obtener beneficios de la vida silvestre. Cualquier persona a la que se descubra con especies incluidas en la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES, por sus siglas en inglés) puede ser enviada a la cárcel.

“En los mercados locales encontramos cinco o seis animales de la lista al día”, dice José Miguel Ruiz, de la policía ecológica de Perú.

“La semana pasada descubrimos seis tucanes drogados en el aeropuerto. Los habían puesto en un tubo y los estaban enviado al extranjero”.

Pero, en la práctica, las sentencias de prisión son poco frecuentes. Ruiz dice que sólo fueron siete el año pasado en Lima.

En otro mercado en el norte de la ciudad, en el mercado de Santa Luzmilla, Ruiz y su equipo junto con integrantes del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR), hicieron una redada en la tienda de Gladys Permudes.

Encontraron conejos bebés y pollos en jaulas. También un loro y varios pericos, ambos incluidos en la lista de CITES.

La vendedora dice que pagó US$50 por el loro y que piensa enseñarle a hablar. No está en venta. Los pericos, sí.

Ruiz confisca las aves y le dice a Permudes que lo acompañe a la estación policial.

Animales para exportar

El tráfico de animales vivos es el que más preocupa a las autoridades. La enorme variedad de especies de animales son muy codiciadas por coleccionistas locales y extranjeros.

La mayoría de estas criaturas que se venden en Lima vienen de la Amazonía peruana, en particular de la región de Loreto, en el norte del país.

El mercado de Belén, en Iquitos, la capital regional, es un mundo en el que reinan los colores, el humo, el bullicio. Las tiendas están atiborradas de productos tropicales. Abunda la carne de animales silvestres como el caimán, el ciervo salvaje y el pecarí (de la familia del cerdo).

Las comunidades indígenas en Perú pueden practicar la caza de subsistencia, pero la venta de carne silvestre es un área gris.

Aquí también se pueden ver animales vivos en venta.

Un hombre de un puesto de frutas tiene en sus manos una iguana.

De debajo de una mesa repleta de bananas saca un tazón mugriento. Dentro hay tortugas, iguanas y cuatro caimanes bebé (una especie amenazada).

Me cuenta una historia de uno de los grandes compradores que visita el mercado, compra animales, los droga y los envía a Colombia.

Una mujer se acerca y me dice que llevó animales salvajes a Lima en su maleta y en el aeropuerto no pasó nada.

Ilegalidad encubierta

Perú cuenta con un comercio legítimo de fauna salvaje. En la región de Loreto hay comunidades indígenas que crían tortugas y pecaríes para exportar.

Estos proyectos les permiten subsistir y alientan la conservación.

Loreto también se conoce porque cría y exporta peces para acuarios.

Sin embargo, Rainer Schulter, un biólogo alemán y experto en ranas que ha vivido la mayor parte de su vida adulta en Perú, cree que el comercio legal es muchas veces una forma de encubrir actividades ilegales.

“Tienen un fondo falso en los tanques de peces para exportar. Bajo ese fondo, esconden ranas, tortugas exóticas, lagartijas… Yo diría que casi todas las ranas ilegales viajan así, con los peces”.

Schulter dice que los compradores -por lo general alemanes, según su experiencia- compran ranas por US$5 en las comunidades de los alrededores de Iquitos. Pero los coleccionistas pagan hasta US$100 por las especies raras en los mercados internacionales.

El cambio climático, amenaza ignorada

Hay quienes dicen que las autoridades muestran un exceso de celo en sus intentos por atrapar a los traficantes.

“Un hotel de aquí tenía una calavera de caimán que el dueño había heredado de su abuelo antes de que existiera CITES”, dice Richard Bodmer, un biólogo británico que vive desde hace años en Iquitos.

“La policía ecológica confiscó el cráneo porque reciben fondos del extranjero si lo hacen. Esto degrada la cultura”.

Al gobierno de Estados Unidos le preocupa el contrabando desde América del Sur (EE.UU. es el segundo mercado más grande para el tráfico ilegal de flora y fauna después de China).

Recientemente, el gobierno anunció el envío inminente de un funcionario de su Servicio de Pesca y Fauna Silvestre a Lima.

Pero Bodmer argumenta que la principal amenaza para la vida silvestre en el Amazonas, el cambio climático, está siendo ignorada.

“Este año, dos millones de animales morirán a causa de las inundaciones”, dice.

“Veo grupos que vienen aquí y que quieren cerrar todo en el mercado de Belén, mientras sus países -como EE.UU.- están produciendo todo el dióxido de carbono que está matando a dos millones de animales”.

Las amenazas a la vida silvestre en Perú son múltiples: la deforestación, la sobrecaza y el cambio climático han dejado su huella. El contrabando es una presión adicional.

Regla de oro

En la central de la Policía Ecológica en Lima, Ruiz completa el papeleo de las personas que detuvo en los mercados.

Deja ir a un anciano arrestado con dos monos ardilla debido a su edad.

Gladys Permudes, la dueña de la tienda que vendía los pericos, queda retenida por 24 horas. Al día siguiente, es liberada por un juez.

Para la señora del puesto de los batidos de ranas, todo sigue como si nada.

“En algunos casos hacemos una, dos o incluso diez visitas a las tiendas y logramos que dejen de vender”, explica Fabiola Muñoz, directora de SERFOR. “Pero al mes, alguien abre una tienda en la calle de enfrente”.

Para quienes estén pensando en comprar una mascota o un producto tropical de Perú, Muñoz tiene un mensaje: “Si no está certificado, no lo compres”.

 

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