¿Qué piensa la sociedad de la violencia contra las mujeres?

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Aunque el discurso de la opinión pública está cambiando y cada vez se registra un grado de intolerancia mayor, en la práctica todavía hay quien justifica el maltrato

Hasta finales de los 80 la violencia contra la mujer no fue un tema prioritario, pero a estas alturas nadie o casi nadie admite que la violencia contra las mujeres es justificable. Está pasando de concebirse como algo que se desarrolla en el ámbito de lo privado sin posibilidad de incidencia externa a un problema social y de derechos humanos que ha de resolverse. No obstante, no es raro escuchar en ocasiones explicaciones necias y engreídas sobre la igualdad o la desigualdad e incluso sobre la violencia que padece una mujer. La ‘Guía para sensibilizar y prevenir desde las entidades Locales la Violencia contra las Mujeres’, publicada por la Comisión de Igualdad de la Federación Española de Municipios y Provincias (Femp) buscó y recopiló en su día algunas de  ellas en lugares públicos, en la Prensa y en chats, comentarios que dan pistas interesantes sobre lo que todavía piensa la sociedad, o al menos una parte de ella, acerca de este asunto. Veamos cuáles eran, porque da pistas interesantes sobre las explicaciones populares que aún hoy en día se escuchan sobre la igualdad, la desigualdad o incluso la violencia.

“Es un tema personal, por eso no intervine”, opinaba una directiva ante su no implicación sobre un caso de acoso sexual a una empleada. “Es buena persona, no podemos entenderlo”, relataba un vecino de un agresor detenido tras el asesinato de su mujer, desconocedor del hecho de que los maltratadores suelen tener un comportamiento normalizado hacia el resto de la sociedad. “Es que se lo estaba buscando, con esa ropa no se puede venir a la oficina”, reflexionaban los compañeros de trabajo de una mujer que había denunciado por acoso sexual a otro. Detrás está la concepción de que las mujeres han de ser recatadas y renunciar a su libertad para vestir de un modo u otro. “Esto es porque allí son más machistas”, justificaba una mujer al conocer que la víctima era latina, sin duda porque desconoce que el machismo no es patrimonio de una u otra región del mundo y que en España, siete de cada diez casos de denuncia se realizan contra un español.

“Hay que ver, con lo bueno que era él, ella le dejó y claro, se volvió loco”, reflexionaba en voz alta una amiga de una pareja conocida en la que ella le ha denunciado. Con ese argumento, niega la libertad de elección de pareja o el divorcio y se justifica la violencia como un trastorno mental temporal, cuando sabido es que casi siempre coincide con una acción premeditada. “Lo hizo porque estaba muy agobiado cuidando a toda la familia”, apuntaban unos vecinos tras el asesinato de una familia por parte del padre, prueba de que la depresión o las malas rachas vitales se utilizan como razones convincentes de su inocencia. “No es un hombre violento, es el alcohol lo que le hace a veces perder la cabeza”, justificando así en un grupo de amigos una agresión a una mujer por parte de su pareja porque él cuando bebía, perdía el control sólo de vez en cuando y no sabía lo que hacía cuando llegaba a casa y agredía a la mujer por tener la cena fría o por no tener la camisa planchada. ¿Pero es que el alcohol es causa de un comportamiento violento contra las mujeres? “No te quejes, te controla porque te quiere mucho”, le decía una joven a otra porque ésta se sentía incómoda con tantas llamadas y mensajes de móvil de su novio. En este caso, se identifica el amor con la posesión de la otra persona (de ella) y no se valora la relación afectiva cargada de libertad y respeto.

“De dónde vendría a esas horas”

Dos personas en la parada de un autobús ante la lectura de una noticia de la violación de una joven, sueltan: “De dónde vendría a esas horas”. Se olvidan de la libertad de movimientos de esa mujer y ponen la acusación de su parte. Ella no debería salir a esas horas porque corre riesgos. Pero, ¿no había sido agredida? ¿O es que ahora la agresión pasa a ser una consecuencia lógica de sus actos y el agresor es invisible? “Es que cuando hay problemas económicos se puede perder el control”. Quien hacía este comentario desconoce que la violencia contra las mujeres no está relacionada con los problemas económicos de una pareja y que se produce entre personas de cualquier nivel económico. Se trata de la expresión máxima de la subordinación de una mujer a un hombre, y en eso, el dinero no cuenta.

La recopilación de comentarios hirientes no termina aquí: “Es que no era una mujer de su casa”. “Algo habría hecho”. “No digo que la mate, pero es que cuando te separas, te quitan todo”. “Se lo estaba buscando”. “Es que ahora no aguantan nada”. “Los niños necesitan de su padre”. “Fíjate que suerte, como es una maltratada le han dado una ayuda económica”… En resumen, se deduce que la sociedad ha naturalizado en parte la violencia y sus expresiones. Y aunque el discurso de la opinión pública está cambiando y cada vez se registra un grado de intolerancia mayor, en la práctica se mantiene como un modo de control de las mujeres y tanto agresores como parte de las víctimas lo incorporan como normal.