El especulador filántropo odiado y admirado, detrás de las protestas antisemitas en EEUU.
La anterior semana, una nota sobre las protestas pro palestinas en las Universidades de los Estados Unidos mencionamos que detrás de las manifestaciones estaba el financiamiento del magnate George Soros; entonces varios lectores reaccionaron algunos con un simplista ¡¡¡mmmmmm!!!, otros más simplistas aún con un “acaso no es judío” y otros, los menos, simplemente felicitaron a la redacción.
Esta semana les entregaremos a los lectores crédulos de nuestra publicación un par de artículos escritos hace por lo menos 14 años en lo que después de un largo periodo de comprobación de fuentes, publicamos una serie dedicada al magnate y su incursión a Bolivia. Para dejar esta parte en suspenso, permítannos en el presente artículo recordar quien es este especulador dueño de una de las riquezas más importantes del mundo que ha hecho fortuna especulando en los mercados y cómo en 2003 financió las movilizaciones que años más tarde derivaron en el Gobierno de Evo Morales.
Especulador legendario reconvertido en filántropo, George Soros, se prepara para ceder el control de su imperio a los 92 años.
Personaje odiado por una parte de la derecha dura y de los adeptos a las teorías conspirativas, que lo acusaron, entre otras cosas, de haber financiado manifestaciones violentas, maniobrado para derrocar gobiernos o fabricado una crisis migratoria en Europa. Soros, efectivamente judío, escapó cuando era adolescente de la persecución contra los judíos en la Alemania nacista y pasó a renegar contra su origen manejando listas para el Gobierno del Führer. Entre sus potenciales enemigos de reciente data y gente de mucho poder económico, el milmillonario, Elon Musk, lo atacó en un tuit señalando que “quiere erosionar el tejido mismo de la civilización. Soros detesta a la humanidad”.
Las críticas venían por los miles de millones que entregó mediante su organización Open Society Foundations (OSF) a favor de reformas de la economía y la justicia, del derecho de las minorías y los refugiados, o de la libertad de expresión. Fue luego de convertirse en una eminencia de las finanzas que destinó su dinero a defender estas ideas.
En su larga historia en los mercados, la mayor jugada de George Soros habrá sido su apuesta a la caída de la libra esterlina en 1992, cuando Inglaterra se hundía en la crisis económica. Luego de este ataque a la libra, que le permitió embolsarse mil millones de dólares de ganancias, se convirtió en una referencia en los medios financieros, adulado por muchos inversores y temido por los ministros de Economía de las mayores potencias mundiales.
Soros nació el 12 de agosto de 1930 en una familia judía de Budapest. Gracias a falsos documentos, él y su familia escaparon de los nazis durante la ocupación de la ciudad entre 1944 y 1945. Luego de la instauración del comunismo en Hungría partió a Londres en 1947, en donde estudió en la prestigiosa London School of Economics, antes de emigrar a Nueva York en 1956.
Prosperó en el mundo de las finanzas y creó en 1970 su propio fondo especulativo, origen de su fortuna. Actualmente posee un patrimonio evaluado por Forbes en 6.700 millones de dólares, aunque esa cifra no incluye los 18.000 millones de dólares transferidos a sus fundaciones en 2017.
Comenzó con la filantropía en 1979 a través de becas a estudiantes negros sudafricanos en pleno apartheid. Luego ayudó a disidentes de los regímenes comunistas en Europa central y, tras el final de la Guerra Fría, su actividad se extendió a todos los continentes y a otras áreas de actividad.
En Estados Unidos, por ejemplo, sostiene programas de ayuda a adictos y de reforma del sistema carcelario, se declara favorable al matrimonio entre personas del mismo sexo y a la despenalización del cannabis.
La defensa de estas ideas le granjeó críticas inmediatas, pero los ataques en su contra se volvieron más virulentos a partir de 2010, muchas veces rozando el antisemitismo. El primer ministro nacionalista húngaro, Viktor Orban, le reprochó alentar la inmigración y conspirar contra su gobierno a través de las ONG que financia. Su organización debió dejar el país en 2018.
Poco después, Soros fue nombrado “personalidad del año” por el Financial Times, que entonces lo calificó como “padre del sector de los fondos especulativos” pero saludó sobre todo su papel de “porta estandarte de la democracia progresista” y su combate contra “el autoritarismo, el racismo y la intolerancia”.
Pero la historia de George Soros no solo está hecha de éxitos: tuvo pérdidas monumentales durante el crack bursátil de 1987 o la crisis rusa de 1998 y en 2002 fue condenado en Francia por uso de información privilegiada y en Hungría en 2009 por manipulación de mercado.
Su fondo continúa por el camino que le trazó, invirtiendo en nuevas tecnologías, en el sector inmobiliario y en materias primas. Pero este paradójico “lobo” de Wall Street suele denunciar los defectos del capitalismo, y aboga por una mayor regulación de los mercados.
En un ensayo en 2011, escribió: “Mi éxito en los mercados financieros me aportó un grado de independencia más importante que el que tiene la mayoría de la gente. Eso me obliga a tomar posición en temas controversiales sobre los cuales otros no pueden expresarse”.