¿Se puede considerar que Rusia ganó la guerra en Siria?

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Foto: AFP

Rusia emergió de la crisis siria con su reputación militar y diplomática significativamente mejorada.

Aunque lo logró en medio de una enorme controversia sobre los medios utilizados y de fuertes críticas internacionales.

Moscú ha asegurado la supervivencia del régimen de Al Assad y al mismo tiempo ha incrementado su presencia militar en el país. Pero también las ramificaciones diplomáticas son considerables.

Rusia, y no Estados Unidos, es ahora el actor de referencia que está auspiciando una alianza informal entre Irán y Turquía para pilotar el futuro de Siria.

Incluso los saudíes han tenido que llamar a la puerta de Moscú.

Una lectura distinta

El Kremlin sacó sus propias conclusiones de los conflictos e intervenciones militares de las dos últimas décadas. Vio con alarma como EE.UU. y sus aliados elogiaron como el amanecer de una nueva era de la democracia en Medio Oriente los levantamientos de la Primavera Árabe.

Las conclusiones rusas fueron más pragmáticas y más pesimistas. Y Moscú ha aplicado las lecciones aprendidas en Siria.

Rusia no vio la rebelión popular allí como el positivo presagio de un nuevo orden democrático. Más bien lo entendió como parte de una marea más amplia de inestabilidad en auge en la región que amenazaba con salpicar las propias fronteras rusas.

Hizo una pragmática evaluación de la situación. Eligió mantenerse junto a su viejo aliado, el presidente Al Assad, lo que definió claramente sus objetivos estratégicos. Resultó crucial que Rusia desplegara la fuerza militar suficiente para llevarlos a cabo. En resumen, Moscú vio una oportunidad y actuó.

El poder aéreo ruso, sus fuerzas especiales y su material dieron una columna vertebral militar a unas fuerzas de Al Assad que se desmoronaban, mientras que los aliados de Irán, como Hezbolá y otras milicias chiitas aportaron los soldados sobre el terreno que tanta falta hacían.

Juntos permitieron a Al Assad derrotar tanto a las fuerzas rebeldes como al autodenominado Estado Islámico en amplias zonas del país. Las tropas del gobierno sirio y sus aliados han recuperado todos los centros principales de población de Siria.

No es que la oposición haya sido totalmente destruida, pero sí está ampliamente desmoralizada.

Como el profesor Joshua Landis, un experto en Siria de la Universidad de Oklahoma, me dijo una vez: “Queda un número de milicias que no han cedido y siguen teniendo apoyo del extranjero, pero están casi exclusivamente concentradas a lo largo de la frontera con Turquía”.

“Continuarán dándole problemas a Assad, hasta que los aplaste o se entienda con Turquía sobre qué hacer con ellas”.

Landis afirma que “la oposición ha sido ampliamente desmantelada”.

“Es posible que haya células secretas que intenten llevar a cabo ataques en edificios del gobierno y explosiones en mercados abarrotados, pero el gobierno de Al Assad demostró una considerable habilidad y crueldad en destapar esas organizaciones terroristas antes de que estallara el levantamiento”.

Rusia ha alcanzado esta “victoria, si quieren llamarlo así, mediante el simple ejercicio de la realpolitik, con muy poca preocupación por lo que sus muchos críticos llamarían la moralidad de sus acciones”.

Se alineó con un régimen del que mucha gente cree que no solo estaba volviendo las armas contra su pueblo, sino que estaba llevando a cabo crímenes de guerra. Ha protegido al régimen sirio de la presión de acusaciones fuertemente fundadas de que ha usado el gas sarín y otras armas químicas prohibidas.

La campaña aérea rusa siguió sus propias reglas y usó numerosas bombas “tontas”, misiles y otros proyectiles no guiados.

Bombas “tontas”

Estados Unidos y sus aliados han tendido a usar armas guiadas de alta precisión en sus operaciones en Irak y Siria. (Estas, por supuesto, también matan civiles inocentes, a menudo mucho más de lo que los portavoces militares están dispuestos a admitir).

Pero el hecho es que las fuerzas aéreas occidentales, conscientes, lo que no es menos importante, de la opinión pública en sus propios países, hacen todo lo posible por minimizar las bajas civiles. Los mandos rusos no tienen esas restricciones.

Y en la medida en la que la opinión doméstica en Rusia es un factor para el presidente Putin, este ha alcanzado el éxito en Siria con relativamente pocas bajas rusas y un limitado despliegue militar.

Entonces, ¿todo ha terminado para la oposición siria? El profesor Landis dice que “será muy duro para quienes viven en el exilio mantener una opción militar siria en el futuro en tanto los vecinos de Siria no estén por la labor de apoyarlos y prestarles refugios seguros como hicieron en el pasado”.

“Por supuesto”, señala Landis, “millones de miembros de la oposición siria que ahora viven como refugiados fuera del país, reniegan de Putin y Rusia, y siguen viendo en los gobiernos occidentales la forma de destruir al régimen sirio y poder retornar”.

“Como los rusos blancos de hace 100 años (los exiliados conservadores opuestos a la revolución bolchevique) probablemente quedarán decepcionados”, pronostica este experto.

El reto de “la paz”

Rusia se ha asegurado la victoria militar, pero, ¿puede también ganar “la paz”?

Lo cierto es que parece que sale de esta crisis con su influencia diplomática fortalecida. En muchos sentidos, superó a la administración Obama. Los esfuerzos de Washington por construir y armar una oposición siria fracasaron en repetidas ocasiones y eso permitió a los rusos darle mil vueltas al equipo del presidente Trump.

Algunos aliados de Washington como Turquía, que venían reclamando hace tiempo la deposición del presidente Al Assad, decidieron en último momento que necesitaban asegurar sus propios intereses estratégicos. Para Ankara, se trata sobre todo de prevenir la emergencia de una entidad autónoma kurda y por esa razón ha unido su destino al de Moscú y Teherán.

La administración Trump aún tiene que elaborar una política coherente sobre Siria o, más bien, para lograr su objetivo más amplio de contener la creciente influencia regional de Irán. Ahora tiene menos resortes que accionar. El único elemento exitoso de la estrategia estadounidense ha sido su apoyo a los combatientes kurdos, a los que ha armado.

Si Estados Unidos mantiene su apoyo a los kurdos podrá, dice Landis, “castigar al gobierno sirio y mantener su influencia en la región”.

“Estados Unidos ha ayudado a los kurdos a tomar el control de la mayoría de los campos de gas y petróleo de Siria. Esto significa que Siria pasará un periodo de reconstrucción mucho más duro”.

“Los esfuerzos de Estados Unidos por mantener a Damasco débil y empobrecida también limitarán el triunfo de Rusia e Irán en la región. A nivel estratégico, al elegir alinearse con los kurdos, Washington se seguirá alejando de Turquía, Siria e Irak“.

Pero la postura de Trump sobre los kurdos parece envuelta en dudas, a medida que aparecen informes que señalan que el presidente ha asegurado a los turcos que los suministros de armamento se detendrán tras la derrota militar del autodenominado Estado Islámico.

Como ocurre con frecuencia con esta presidencia, da la impresión de que estas noticias han pillado con el pie cambiado a otros miembros del gabinete.

La presión israelí

Un paso semejante ayudaría a apaciguar a Ankara, pero sería visto como una traición por los kurdos y podría debilitarlos si el gobierno sirio decide pasar a la ofensiva.

Rusia también podría afrontar problemas diplomáticos de ahora en adelante. Damasco, Ankara y Teherán están unidas ahora, pero sus objetivos estratégicos a medio plazo podrían diferir.

Moscú está bajo presión de los israelíes para rebajar la influencia de Irán en Siria. Quizá Israel no esté en condiciones de ejercer mucha presión diplomática sobre Rusia, pero tiene claramente la capacidad militar para influir en el desarrollo de los acontecimientos en Siria si se siente amenazada.

¿Seguirán entonces Rusia, Turquía e Irán viendo las cosas de la misma manera?

Los verdaderos planes de Rusia para el futuro sirio no están claros. Ha colaborado insistentemente con algunos grupos opositores para atraerlos a los acuerdos de alto el fuego. Pero esto son esencialmente soluciones a corto plazo. ¿Se mantendrán?

¿Tendrá el régimen sirio los medios humanos suficientes para mantener el control de las zonas que ha recuperado? ¿Se quedarán las milicias chiitas y Hezbolá en el país? Y si lo hacen, ¿a qué intereses servirán? ¿A los de Siria o a los de Irán?

La “victoria” de Rusia, si quieren llamarlo así, está lejos de ser completa. Si Moscú tiene un plan para Siria, se conocen pocos detalles.

Seguramente, Rusia tiene la sartén por el mango en el incipiente proceso de paz, pero sus objetivos siguen sin estar claros. ¿Seguirá Al Assad siendo un elemento inamovible o solamente el régimen que representa?

De todas, formas, Putin cuenta por ahora con muchos logros que puede capitalizar. Rusia ha mostrado ser un aliado fiable. Sus efectivos militares han demostrado su capacidad para organizar una compleja operación expedicionaria. Siria ha provisto además de un escaparate para los más modernos sistemas de armamento ruso.

En definitiva, Rusia es otra vez un referente diplomático en Medio Oriente, de un modo que no lo era desde comienzos de la década de 1970.

De hecho, entonces era probablemente una fuerza menguante. Hoy es una al alza que se enfrenta a unos esfuerzos diplomáticos de EE.UU., en gran medida, incoherentes.

El poder ruso está de vuelta en la escena mundial. Y si se deja de lado la miseria y el sufrimiento en Siria, al que han contribuido todos los actores externos, hay que anotarlo en el capítulo de éxitos del manual de estrategia del presidente Putin.