Silvio Rodríguez nació hace 74 años en el pequeño poblado habanero de San Antonio de los Baños, el lugar donde el domingo 11 de julio comenzaron las protestas contra el Gobierno, que rápidamente se extendieron por la isla provocando una inédita sacudida política. El cantautor cubano, que se considera parte de la revolución y denuncia el papel jugado por EE UU y su política de asfixia en el agravamiento de la crisis en su país, cree que lo sucedido marca “un antes y un después” y que las autoridades deberían responder con medidas económicas inmediatas, muchas de ellas retrasadas sin justificación, y también abriendo espacios políticos para que se expresen todos los ciudadanos, en especial los jóvenes. Se declara a favor del diálogo y en contra de “los extremos”.
Pregunta. ¿Qué sintió al ver las protestas del 11 de julio, y la respuesta policial?
Respuesta. Primero que nada, tristeza. Y no solo por ser un hecho insólito en Cuba. Es que ha ocurrido en el peor escenario posible: una pandemia mundial aún no controlada, que mata a diario, que exige medidas de distanciamiento que estaban siendo masivamente vulneradas. Por otra parte, en un panorama económico especialmente desfavorable —por la pandemia, claro está—y, para mi país, además, por 62 años de un bloqueo que ha sido muy dañino; para colmo incrementado por 240 medidas de asfixia extra que el gobierno de Trump nos impuso y que Biden mantiene hasta el día de hoy. De pronto se nos juntaron demasiadas crueldades e infortunios.
Respecto a la acción policial, en la primera manifestación, que fue en San Antonio de los Baños, no hubo respuesta alguna. Los manifestantes recorrieron las calles principales, pasaron por las sedes del gobierno municipal, frente al Partido y hasta por la policía. Allí no hubo represión, aunque después, en otras ciudades, sí la hubo. Una represión que, por tratarse de Cuba, se amplifica, aunque sabemos que algunos que nos señalan están acostumbrados a ver mucha más brutalidad en sus propios países. Por supuesto, afirmo categóricamente que estoy en contra de todo tipo de abuso.
P. ¿Lo sucedido marca un antes y un después, o es un “capítulo más” de la revolución?
R. Creo que es un antes y un después por lo inédito del hecho para nosotros. No creo que sea “un capítulo más”; es algo de gravedad que nos lleva a reflexiones y espero que a medidas inmediatas. En Cuba vivimos una situación de estrés social que se acrecienta y estoy consciente de que no solo es culpa del bloqueo. Desde hace años economistas, politólogos y ciudadanos se quejan de medidas económicas anunciadas que inexplicablemente no se han puesto en práctica. Todo ese retardo es también responsable de lo sucedido.
P. ¿Por qué cree que jóvenes como el dramaturgo Yunior García, uno de los detenidos, con quien se reunió hace días, dicen que su generación desde hace tiempo ya no se considera parte del proceso? ¿Qué se ha roto?
R. Nadie puede hablar en nombre de toda una generación, ni siquiera un joven de 39 años como Yunior. Aunque también es cierto que algunos –no sólo de su generación– han llegado a pensar que en Cuba no tienen futuro. Contradictoriamente, los que piensan así se han formado en nuestras universidades. Recuerdo que hace 30 años, cuando intentaba convencer al gobierno de la necesidad de construir estudios de grabación con tecnología de punta, uno de mis argumentos era la cantidad de buenos músicos que egresaban de nuestras escuelas y la insuficiente infraestructura que los esperaba en la vida laboral. Desde entonces hasta hoy las condiciones económicas se han ido volviendo más precarias.
Todo el mundo sabe que en Cuba es difícil adquirir cualquier cosa que tenga tecnología de los Estados Unidos (el bloqueo lo impide). Las profesiones que requieren de cierta base material, aunque sea mínima, están como condenadas a las limitaciones. Creo que todo eso, aunque no determine, influye; va creando una especie de sentimiento fatalista acerca de un futuro con estrecheces, mientras que en otros lugares del mundo no es así. Y lo cierto es que cuando uno es joven piensa que no le va a tocar la parte fea de la aventura sino la recompensa. Es parte de la ilusión de venir al mundo. El pueblo cubano ha escrito ejemplares páginas de resistencia, pero también ha pasado por décadas de penurias y escaseces.
P. Muchos jóvenes llevan pidiendo desde hace tiempo diálogo y espacios para expresarse y disentir (algo que hasta ahora no se ha producido), lo que en cierto modo implica que están dispuestos a contribuir a una solución si se les escucha ¿hay esperanza, o se ha perdido demasiado tiempo?
R. No solo jóvenes: también mucha gente con experiencia está dispuesta a contribuir a la solución de los problemas. Entre ellos, no pocos economistas brillantes. Por mi parte tengo esperanza y creo en los jóvenes. Soy así porque hubo personas que creyeron en mí cuando para otros resulté un problema. Todas las generaciones traen algo propio: lenguajes, reivindicaciones; todas las generaciones traen su dosis de continuidad y también de ruptura. Es su necesidad de plantar huella; es un impulso natural y, en ocasiones, es lo revolucionario que nos sacude y nos impele hacia delante. Estoy completamente a favor de dialogar. ¿No dialogamos con la superpotencia que nos maltrata de hecho y de palabra? ¿Por qué sería difícil dialogar con una parte de nosotros mismos? Debemos escuchar todas las voces, y mucho más las propias.
P. En los barrios más empobrecidos, que usted conoce, obviamente las penurias vividas son la base del malestar que hizo que mucha gente se echara a la calle, en su mayoría los jóvenes ¿Qué se debiera hacer desde el poder para contribuir a la solución de los problemas?
R. Estuve más de 11 años haciendo conciertos solamente en los barrios. Hace año y medio tuve que parar, por la pandemia. Lo hacíamos por la enorme necesidad que constatamos. Pero solo hemos dado lo que podemos dar: música, y eso es solo parte de lo que la gente necesita. Ni el documental que promovimos, Canción de Barrio, se pasó por televisión. Y siempre hemos pensado que la atención a los barrios se debiera sistematizar, hacerse cotidiana. Lo venimos diciendo y haciendo desde hace tres lustros.
A principios de la Revolución hubo planes muy efectivos con los barrios marginales. Los primeros moradores de La Habana del Este venían de viejos suburbios infrahumanos. Hasta los años 70 y los 80 aquel plan funcionó. Supongo que fue a partir de los noventa cuando aquella atención decayó, seguro por el bajón económico que significó el fin del campo socialista. Ahora estamos económicamente en una situación muy compleja, y hace solo unos días se anunciaron algunas medidas para recomenzar a atender las necesidades de los cientos de miles que viven en la periferia de algunas ciudades. En estos momentos parece que empiezan a reconsiderarse o a llevarse a cabo medidas que eran muy necesarias.
P. ¿Basta solo con medidas económicas, o hacen falta también cambios políticos?
R. A mi modo de ver necesitamos sobre todo medidas que agilicen el flujo productivo-económico, lo que de por sí significa ajustes políticos. Acaba de salir la Resolución 320, que elimina los topes en los precios. Eso va a estimular la producción y también va a subrayar desigualdades, pero lo veo como una medida necesaria. Por supuesto, también significará más trabajo asistencial para el gobierno. Lo más increíble es que muchos de los cambios necesarios están aprobados desde hace dos congresos del PCC [Partido Comunista de Cuba], y además refrendados en nuestra reciente Constitución. Uno supone, ya que no se ha explicado, que esos cambios han sido retrasados por corrientes de pensamiento más atentas a los viejos manuales de socialismo que a la realidad; también los frenan una burocracia acomodada e indolente.
P. Se están desarrollando ahora los juicios sumarios contra los detenidos. Usted ha pedido que se libere a los manifestantes pacíficos que no participaron en hechos violentos. En estos días ha habido decenas de condenas a más de un año de cárcel, y algunos de los arrestados han denunciado abusos policiales ¿Qué piensa de lo que está sucediendo?
R. Hice esa petición pública y la sostengo. De hecho, ya muchos han sido liberados. No sé de cuestiones legales y hablé con una amiga abogada, para aclararme. En primer lugar es obvio que las capacidades de nuestro sistema legal fueron sobresaturadas en unas horas. Eso explicó los juicios sumarios que, según me dicen, heredamos de una ley española del siglo XIX. Las sanciones de los juicios sumarios suelen ser multas. Cuando se convierten en prisión se hace más crítico el recurso, por la necesidad de garantías. Por ley no pueden rebasar el año de sanción. Se trata de delitos no graves.
P. La línea oficial es que no hubo un “estallido social”, y que detrás de todo lo ocurrido está la mano de EE UU y la manipulación extrema de las redes sociales para favorecer la desestabilización. Se insiste en calificar a la mayoría de los manifestantes en delincuentes, mercenarios y “confundidos” ¿está de acuerdo?
R. Mi criterio es que la mayoría de los manifestantes es pueblo saturado de múltiples angustias e incomodidades, estresado por un año y medio de pandemia, por un descenso drástico en el turismo (nuestra fuente principal de ingresos) y por el recorte severo de las remesas que impuso Trump. Algunas medidas, como poner las tiendas mejor surtidas en MLC, han sido francamente impopulares. En fin, no comparto la calificación esquemática que se dio a los manifestantes, aunque en los videos se ve que entre la masa heterogénea también hubo casos de vandalismo. Me pareció particularmente repudiable un caso de violencia contra un hospital materno-infantil en Cárdenas.
Por mi parte, puedo testimoniar que el domingo de las protestas recibí en mi blog un creciente número de instrucciones que llegaban por internet, guiando a la gente para que se lanzara a la calle. Decían que se habían levantado ciudades, que los gobiernos se habían rendido y que el poder estaba en manos de la rebelión. Subían fotos falsas. Era algo descabellado, pero algunos evidentemente lo creyeron. Sin duda así se coordinaron los brotes de protesta en varios lugares a la vez.
P. Este es un momento de polarización extrema, y desde los extremos a los que piden equidistancia se les acusa despectivamente de “centristas”. ¿Después de 62 años de revolución, se pueden resolver las cosas sin dialogo y centrismo? ¿Lo que usted hizo al reunirse con Yunior puede ser el principio de un camino, si las autoridades recogen el guante?
R. Un día desperté y vi que había una carta pública [de Yunior] invitándome a un diálogo; lo acepté. Si la invitación me hubiera llegado por vía privada, hubiera hecho lo mismo. Jamás he pretendido ser ejemplo de algo; bastante tengo con hacer canciones. Lo de centrista no me asusta. Los extremos son los que me parecen inadmisibles. Sin llegar a la polarización que se ve a diario en diversos lugares del mundo, lo que pasó el domingo 11 de julio nos estremeció, y sin duda debe llevarnos a una reflexión profunda. Supongo, espero, que eso esté ocurriendo a todos los niveles.
Creo que si en Cuba va a haber un solo partido este debe ser muy abierto, inclusivo, ecuménico, aunque tenga metas estratégicas. El país y sus instituciones se deben a toda la ciudadanía, no sólo a los que piensan de una forma. Todos tenemos derecho a ser respetados, escuchados y atendidos. En fin, creo que, como ha sido Cuba en la salud, debe serlo en todo lo demás.