Han sido días excepcionales en las orillas del lago de Ginebra. Muchos pensaban que la apresurada reunión de esta semana entre el Secretario de Estado de EE.UU., John Kerry, y su homólogo ruso, Sergei Lavrov, estaba destinada al fracaso, pero después de horas de discusiones arrojó un plan detallado para la eliminación de las armas químicas de Siria.
Ahora sabemos que se trataba de una idea que se ha estado cocinando a fuego lento por un año o más.
Después de desecharla el lunes pasado en Londres, por considerar que nunca iba a funcionar, Kerry ahora se presenta como su campeón.
Desde el jueves por la noche lo hemos visto a él y a Lavrov ahondar en los detalles junto a sus numerosos equipos de expertos.
Desde el techo de una gasolinera al lado del hotel Intercontinental de Ginebra, vimos cómo Lavrov se quitó la chaqueta y se sentó frente a la piscina, con el teléfono pegado a la oreja.
Las sirenas sonaban cada vez que los altos diplomáticos iban y venían. Visitaron al enviado especial de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Lakhdar Brahimi, y al ex secretario general de la organización, Kofi Annan.
En el vestíbulo del hotel, los periodistas se asomaban con la esperanza de escuchar algún chisme. Un colega incluso se las arregló para llegar a la sala de conferencias y tomar una foto con su Blackberry antes de ser expulsado.
Pero después de dos años y medio en los que Rusia y Estados Unidos han estado en desacuerdo sobre qué hacer en Siria, y apenas tres días después de que el presidente ruso Vladimir Putin cuestionara la política exterior estadounidense, las dos partes finalmente han concertado en un asunto plagado de peligros políticos y técnicos.
La amenaza de la fuerza
Todo sucederá rápidamente.
Siria tiene sólo una semana para entregar una lista detallada de todo el armamento químico que posee, que deberá ser destruido para mediados de 2014.
¿Y si Siria no cumple? Entonces corresponderá al Consejo de Seguridad imponer medidas de acuerdo al Capítulo VII de la Carta de la ONU.
Eso podría implicar el uso de la fuerza, aunque no vaya a ser el caso necesariamente.
Kerry dijo que las medidas de la ONU serían “acordes” con la violación cometida por Siria. Pero también dejó claro que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, no ha descartado el uso unilateral de la fuerza.
Tras su encuentro en Ginebra, ambos diplomáticos se agradecieron mutuamente de manera efusiva.
Lavrov dijo que Kerry había permitido dejar atrás “la retórica irrelevante”. Al igual que su homólogo estadounidense, habló de la posibilidad de que esta iniciativa audaz, pero limitada, pueda traducirse en algo más grande: en una conferencia internacional de paz para tratar de poner fin al largo tormento sirio.
Y así, después de un poco más de 36 horas de diplomacia de alto riesgo, el trato estaba hecho y Kerry salió a correr por el lago.
Con la ayuda de Vladimir Putin, Barack Obama ha dado un paso atrás desde el borde del abismo.
Los eventos dieron lugar a un desenlace poco probable que tal vez signifique una pequeña esperanza para Siria.
Lo que los rebeldes quieren
Rusia ejerce una importante influencia en el régimen de Damasco, pues le suministra sus armas. Más importante aún, Rusia ha estado cuidando la espalda del presidente Asad en las Naciones Unidas por lo que es probable que los rusos ya contaran con algún tipo de promesa de cooperación del régimen de Asad.
La escala de tiempo para hacer el trabajo es ambiciosa, pero una suposición lógica es que los almacenes químicos se encuentran en territorio controlado por el régimen. Eso significa que, de ser así, el acceso dependerá de las órdenes del presidente Asad y no del progreso de la guerra.
El Ejército Libre de Siria (FSA, por sus siglas en inglés), la coalición de rebeldes armados que han estado esperando por la ayuda de Occidente para luchar contra el régimen de Asad, ha rechazado el acuerdo. Hace menos de una semana, la FSA pensaba que los estadounidenses estaban a punto de lanzar un ataque militar que inclinaría la balanza de la guerra a su favor. Pero ahora creen que los estadounidenses los han dejado de lado.
Que las armas químicas se destruyan no es el punto. La FSA quiere que EE.UU. destruya el poder militar del régimen, y el acuerdo de EE.UU. con Rusia significa que las probabilidades de que eso ocurra están alejándose.