Trump contra Medvédev: geopolítica del espectáculo nuclear

Seis puntos sobre la geopolítica de un espectáculo particularmente peligroso.
1 — De las redes sociales a los submarinos nucleares
Los submarinos nucleares lanzadores de misiles han ocupado la prensa y la opinión pública en los últimos días, por el anuncio del presidente de los Estados Unidos del despliegue de dos de ellos, en respuesta a las provocaciones del expresidente ruso Dmitri Medvédev.
2 — ¿Por qué Trump apunta a Medvédev?
La disputa verbal entre Donald Trump y Dmitri Medvédev, que se ha desarrollado en las redes sociales y en la prensa, no ha dejado de crecer durante más de un mes.
Lo que sigue sorprendiendo es que, a pesar de ser un expresidente, Medvédev es hoy un personaje marginal que destaca por su retórica extrema. Según el Mocow Times no sería más que un «provocador dentro del régimen», sin poder ejecutivo real y totalmente dependiente del Kremlin, es decir, una figura extravagante sin influencia real, cuyas posturas ultranacionalistas sirven sobre todo para poner a prueba líneas de propaganda sin comprometer directamente a Vladimir Putin.
3 — El ultimátum del 7 (o 9) de agosto
Dmitri Medvédev volvió a comentar las declaraciones del presidente estadounidense afirmando: «Cada nuevo ultimátum es una amenaza y un paso más hacia la guerra. No de Rusia con Ucrania, sino con su propio país».
Durante su campaña electoral, el presidente Trump proclamó que pondría fin a la guerra en Ucrania en cuestión de días, tan pronto como llegara al poder.
Más de seis meses después de su regreso a la Casa Blanca, el 28 de julio envió un ultimátum de «diez o doce días» a Rusia, concluyendo su mensaje con una nota que no debe hacer optimista al bando ucraniano: «Esta es la guerra de Biden, no la de TRUMP. ¡Yo sólo estoy aquí para ver si puedo ponerle fin!».
En una publicación sobre la continuación de los intercambios económicos entre la India y Rusia —empezando por las compras de petróleo ruso—, dos países a los que calificó de «economías muertas» (dead economies), Donald Trump volvió a responder a las provocaciones de Medvédev pidiéndole que «cuidara sus palabras», ya que estaba entrando «en terreno peligroso».
En este contexto, Medvédev publicó el mensaje que encendería la mecha y empujaría al presidente estadounidense a desplegar sus submarinos nucleares:
«Sobre las amenazas de Trump hacia mi persona, publicadas en su red personal Truth, a la que él mismo ha prohibido el acceso desde Rusia: Si unas pocas palabras de un expresidente de Rusia bastan para provocar una reacción tan nerviosa por parte de un presidente estadounidense tan temible, esto confirma que Rusia tiene razón en todos los aspectos y perseverará en el camino que ha elegido.
En cuanto a las ‘economías muertas’ de la India y Rusia y a la ‘entrada en terreno peligroso’, que recuerde sus películas favoritas sobre ‘muertos vivientes’.
4 — Ante la escalada verbal, el silencio del Kremlin
En general, los principales responsables rusos han respondido con silencio a estos acalorados intercambios y a la brutal respuesta de Donald Trump.
El viernes, en una rueda de prensa conjunta con el presidente bielorruso, Vladimir Putin se limitó a pedir que se prosiguieran las negociaciones en un ambiente sereno: «Para lograr una resolución pacífica de la cuestión, es necesario organizar discusiones en profundidad, no en público, sino con calma, respetando el proceso de negociación».
«¿Por qué Trump ha reaccionado así a las palabras del vicepresidente del Consejo de Seguridad? Nadie lo sabe. Una vez más, ha demostrado ante el mundo que tiene la ‘porra nuclear’ en sus manos. Se trata de un método puramente intimidatorio, pero aún no se puede hablar de amenaza de acción directa. Sobre todo, es inútil intimidar a Rusia. Quienes lo han intentado en el pasado han acabado acudiendo al Kremlin para firmar acuerdos de amistad y buen entendimiento».
5 — Entre los bastidores del espectáculo, continúa el acercamiento con Rusia
Según Lukianov, los procesos decisivos del diálogo diplomático entre Rusia y Estados Unidos no se desarrollan en las redes sociales, y es poco probable que estas disputas puramente verbales, sin propuestas concretas, puedan transformar los procesos en curso.
Desde este punto de vista, la llegada de Steve Witkoff a Moscú en los próximos días parece constituir una información mucho más importante.
Sin embargo, estas espectaculares pasadas verbales no deben hacernos olvidar que se está produciendo una convergencia de fondo entre las visiones estratégicas de la Casa Blanca de Donald Trump y del Kremlin, estructurada en torno a principios compartidos y a un orden más estable que coyuntural.
La administración estadounidense y la Rusia de Putin están de acuerdo en varios puntos: culto al líder, interés por debilitar el Estado de derecho y los contrapoderes, y afán de negocio sin límites.
Hasta ahora, el presidente estadounidense ha tolerado, e incluso fomentado, las iniciativas geopolíticas de Putin, considerando a la OTAN como una carga inútil y a Ucrania como un vasallo ingrato.
6 — Un problema de método: ¿hacia una ego-geopolítica?
Si se trata de una serie de declaraciones para-diplomáticas cuyo efecto sigue siendo desconocido, que los responsables rusos no han querido comentar y que los expertos consideran sin mayor importancia para el desarrollo de la guerra y las negociaciones, ¿por qué se ha dedicado tanto tinta y esfuerzo a ellas en Europa? Es porque ya no sabemos exactamente a qué atenernos.
Desde la investidura de Donald Trump, y más concretamente desde el inicio de la guerra en Ucrania, las decisiones geopolíticas parecen cada vez más arbitrarias, tomadas por un puñado de jefes de Estado.
Las ciencias sociales, la historia y los estudios geopolíticos nos advierten del riesgo de caer en el psicologismo al analizar acontecimientos pasados o actuales, así como sus posibles desarrollos. Sin embargo, nos vemos proyectados en un mundo en el que un presidente en ejercicio puede decidir, en un arrebato de ira, desplegar submarinos nucleares en respuesta a las provocaciones de un expresidente en X y Telegram.
Al centrarse en los individuos, la guerra pierde claridad, eso es un hecho. Sabemos o podemos saber cuántos tanques rusos salen de la fábrica Uralvagonzavod, cuánto uranio exporta Rusia cada año a Estados Unidos, pero no podemos saber qué se esconde en la psicología profunda de personalidades como Donald Trump o Dmitri Medvédev.
Este giro es una bendición para un debate público superficial: ya no es necesario preguntarse cuáles son los efectos tácticos de una bomba rusa lanzada sobre un puente de Jersón o qué pasaría sobre el terreno en caso de que se tomaran Chasiv Yar, Pokrovsk y Konstantinovka; basta con comentar la personalidad del presidente estadounidense y la de Dmitri Medvédev —o, mejor aún, la de Vladímir Putin—.
Es en ese momento cuando un rumor —como el de una publicación falsa de Medvédev que insinuaba la existencia de vídeos pedófilos en los que aparecía Donald Trump- puede suponer un riesgo real para la seguridad del mundo.