
El terror se ha apoderado de miles de inmigrantes que antes pasaban la frontera en busca del “sueño americano”. Por qué han dejado de hacerlo.
El presidente de los Estados Unidos con sus idas y vueltas en simultáneo parece haber amedrentar a los migrantes hispanos para que la piensen dos veces antes de pasar la frontera que los lleva a la pesadilla en la que se ha convertido la frontera de los Estados Unidos en Texas. De acuerdo a un informe de la prensa local los migrantes atemorizados están retornando a sus países de origen o se adaptan a una nueva vida en México.
Los migrantes que antes se juntaban precariamente en campamentos cerca de la frontera esperando el momento preciso para vencer los controles para acariciar el “sueño americano” están prácticamente desiertos. No se observa a nadie en las carpas donde hasta hace poco se juntaban para hacerse fuertes, se animaban entre ellos a celebrar un par de emotivos encuentros y hasta para escuchar el barullo de algunas guitarras.
Parece claro que no lograron cruzar la frontera, sellada por el candidato republicano que antes de alcanzar la presidencia el pasado mes de enero había advertido que sellaría la frontera y cumpliría esta vez su política de endurecimiento contra los migrantes a quienes en la campaña los apuntó como salvajes, de comerse los animales del vecindario. Lo más probable es que estén atemorizados. Se han registrado varios casos en lo que abusivamente la política ha deportado a latinos que tenían su situación legal en orden y hasta fueron trasladados a unidades de control donde permanecían incomunicados y en las peores condiciones para ser deportados de territorio norteamericano.
Por un acuerdo con el presidente salvadoreño Nayib Bukele muchos detenidos fueron conducidos a las cárceles de máxima seguridad que ha construido y que representan una erogación altísima de dinero sostenerlas por comprender gigantescas infraestructuras que requieren mantenimiento permanente.
El magnate republicano, que retornó al poder con una política de extrema mano dura contra la migración, prohibió el ingreso de solicitantes de asilo y marcó el inicio de la cacería de personas indocumentadas. “Miles de migrantes de Honduras, Venezuela, El Salvador o Cuba han emprendido ahora un viaje a la inversa, de regreso a sus países de origen o a otras ciudades dentro de México, que ha dejado de ser un sitio de tránsito y ha pasado a convertirse en país de destino, como lo muestra el aumento de las solicitudes de residencia y de trabajo por parte de ciudadanos de otros países”, afirma un informe de prensa.
Los organismos internacionales y las oenegés ya acusan un fenómeno inédito de migración del norte al sur en el continente americano. Las detenciones de migrantes en México y en la frontera de EE UU se han desplomado a mínimos históricos. Por el tapón del Darién ya se registran cruces a contracorriente de Panamá a Colombia, y los migrantes han comenzado a ver en Brasil o Chile un destino prometedor, según Naciones Unidas.
Las políticas de Trump, en fin, han destrozado el mapa del flujo migratorio como se conocía hasta hoy. El cambio en el paradigma obliga a las organizaciones humanitarias a reorganizar sus esfuerzos, y pone sobre la mesa la cuestión de cómo responderá el crimen organizado ante la pérdida del lucrativo negocio ilícito de la explotación de migrantes.