Trump veta la entrada de refugiados e inmigrantes de varios países musulmanes
El presidente Donald Trump decretó este viernes el cierre temporal de las fronteras de Estados Unidos para los inmigrantes de países de mayoría musulmana y para refugiados de todo el mundo. La decisión, anunciada en el Pentágono, llega dos días después de que el nuevo presidente ordenase la construcción de un muro en la frontera con México para frenar la entrada de inmigrantes indocumentados latinoamericanos. Ambas medidas cumplen promesas electorales de Trump.
La prohibición a la inmigración de países musulmanes durará tres meses, y el veto a los refugiados, cuatro. La restricción, que tiene efecto inmediato, no afecta a los visados diplomáticos y se aplicará mientras se efectúa una revisión completa de los programas migratorios. El decreto rebaja a 50.000 el máximo número de refugiados que se aceptarán este año fiscal, casi la mitad que el año anterior.
El veto es más severo que el que se había filtrado en un borrador esta semana, que hablaba de una prohibición de un mes, no de tres, a los visitantes de determinados países. En una entrevista, Trump explicó que dará prioridad en la solicitud de refugio a cristianos sirios, algo que no detalla el decreto y que podría vulnerar la Constitución que prohíbe excluir a una religión.
Trump visitó el Pentágono para firmar esa orden ejecutiva o decreto y un memorando que culminan una primera semana intensa en la presidencia. Ambas tiene que ver con uno de los temas que centró su campaña electoral: el peligro -no demostrado- que la entrada de refugiados e inmigrantes musulmanes representa para EE UU.
La solución de Trump es, como ante la inmigración, echar el cerrojo hasta que EE UU mejore sus sistemas de control. El presidente quiere “mantener a terroristas islamistas radicales” fuera de EE UU, según dijo en un acto solemne en el Pentágono en el que el general James Mattis juró el cargo como secretario de Defensa. “Solo queremos a aquellos que apoyen a nuestro país y que quieran profundamente a nuestra gente”.
El texto no detalla los países cuyos ciudadanos tienen prohibida la entrada durante tres meses, pero el borrador del decreto hacía referencia a siete: Siria, Irán, Irak, Sudán, Somalia, Libia y Yemen. El veto podría ser indefinido para aquellos países que no entreguen información migratoria requerida por EE UU, lo que puede afectar especialmente a Irán dado que no mantiene relaciones diplomáticas con Washington.
En la lista no figuraría Arabia Saudí, país de procedencia de 15 de los 19 terroristas que atentaron con EE UU con aviones comerciales el 11 de septiembre de 2001. Tampoco incluiría a Emiratos Árabes Unidos y Egipto, el país de procedencia de otros tres de los terroristas. Las tres naciones son estrechos aliados de seguridad de Washington en Oriente Próximo.
El decreto establece una prohibición indefinida a la entrada de refugiados de Siria. La guerra civil en este país ha dejado casi cinco millones de refugiados. De estos, EE UU ha acogido a unos 12.000, según los últimos datos disponibles.
Trump vinculó el veto a la inmigración con la memoria a los cerca de 3.000 muertos en los atentados del 11-S en las Torres Gemelas en Nueva York, el Pentágono, a las afueras de Washington, y Pensilvania. “Los honraremos no solo con nuestras palabras sino también con nuestras acciones, y eso es lo que estamos haciendo hoy”, dijo.
El objetivo, según reza el texto, es “proteger al pueblo estadounidense de ataques de extranjeros admitidos en Estados Unidos” y recuerda cómo algunos de los terroristas del 11-S lograron visados. La orden ejecutiva justifica el veto en el hecho de que, tras los atentados de 2001, “numerosos” ciudadanos nacidos en el extranjero han estado relacionados con ataques terroristas en EE UU. La realidad, sin embargo, es que algunos de los últimos atentados en el país los han cometido ciudadanos de origen extranjero pero nacidos en EE UU, como el tiroteo de Orlando el pasado junio.
Organizaciones progresistas y de defensa de los derechos humanos criticaron el decreto. “Excluir a la gente según su nacionalidad -para lograr, de hecho, un veto basado en la religión- va en contra del tejido moral de nuestra nación y de nuestros intereses de seguridad nacional”, dijo, en un comunicado, la presidenta del Center for American Progress, Neera Tanden.
Precedentes
La prohibición no es una decisión sin precedentes aunque el contexto sea distinto. Tras el 11-S, el Gobierno del republicano George W. Bush paralizó temporalmente el programa de acogida de refugiados.
La ley permite a un presidente suspender la entrada de cualquier inmigrante cuando considere que “va en detrimento de los intereses de Estados Unidos”. Otros mandatarios lo han hecho, pero con un alcance mucho más limitado.
Jennifer Gordon, profesora de Derecho en la Universidad Fordham especializada en inmigración, explicó esta semana a la revista The Atlantic que los únicos precedentes de un veto a una nacionalidad entera son los aprobados por el expresidente Jimmy Carter en 1980 respecto a ciudadanos iraníes y Ronald Reagan en 1986 con la mayoría de cubanos. Hay antecedentes más limitados: Barack Obama prohibió la entrada de potenciales piratas informáticos relacionados con Irán o Siria; y George W. Bush a seguidores del régimen de Zimbabue.
Trump ha repetido varias veces que con la Administración Obama era “casi imposible” para los cristianos de Oriente Próximo entrar en EE UU, mientras que los musulmanes tenían las puertas abiertas. Se trata de un bulo. Según datos del Pew Research Center, en 2016 EE UU admitió casi el mismo número de cristianos (37.521) que de musulmanes (38.901).
Al principio de su campaña para la Casa Blanca, Trump prometió vetar la entrada de musulmanes a EE UU. Después matizó la promesa y dijo que el veto se aplicaría a las personas procedentes de países con presencia terrorista.
En contra de las acusaciones del republicano, EE UU ya somete a las personas que buscan refugio a controles estrictos que pueden prolongarse años. El nuevo presidente ha acusado a la canciller alemana, Angela Merkel, de cometer un “error catastrófico” en su política de acogida de refugiados.
Por otra parte, el memorando que firmó el mandatario promueve un incremento del presupuesto, que debe aprobar el Congreso, del Departamento de Defensa. Aumentaría el número de aviones y barcos, en línea con las promesas electorales de Trump. “Nuestra fortaleza militar no será cuestionada por nadie, tampoco nuestra dedicación a la paz. Queremos paz”, dijo.
REGISTRO DE EXTRANJEROS ‘RADICALIZADOS’
El decreto no establece la creación de un registro de musulmanes en Estados Unidos, una idea que Donald Trump había hecho flotar como candidato y que podría ser ilegal por discriminar a una religión. Pero el decreto da pasos en esa dirección y pueden interpretarse como guiños islamófobos. Ordena que en 180 días se haga público un registro con información sobre el número de extranjeros en EE UU acusados o sentenciados por delitos terroristas, también de los que se “han radicalizado” en la ideología terrorista tras entrar al país o han cometido ataques a mujeres.