Con sus rostros sonrientes, las fotografías cuelgan de las paredes de los rascacielos, en los restaurantes y bares de Tel Aviv y en una pantalla gigante a la entrada de un centro comercial.
Son algunos de los más de 240 rehenes que fueron secuestrados violentamente en Israel el 7 de octubre en sus casas o trabajos cercanos a la Franja de Gaza, en bases militares, así como en un gran festival al aire libre.
Entre ellos había unos 30 niños, el más pequeño de solo 9 meses. Pero desde que hombres armados del grupo militante palestino Hamás se los llevaron a Gaza, se desconoce el destino de la mayoría.
Para los israelíes, conmocionados por las sangrientas masacres del mes pasado, se trata de un trauma constante.
“Ni los niños, ni los bebés, ni las mujeres mayores deben formar parte de ningún conflicto. Secuestrar niños es algo contra la humanidad”.
Aunque la actual es la mayor crisis de rehenes, a lo largo de los años Israel ha soportado muchas situaciones similares.
Durante la década de 1980, el país demostró que estaba dispuesto a pagar un alto precio por sus ciudadanos en canjes de prisioneros con grupos armados palestinos y libaneses.
El jeque Ahmad Yassin, que más tarde fundaría Hamás, fue liberado en un intercambio.
Incluso fueron intercambiados cadáveres de soldados israelíes para darles sepultura judía.
Luego, en 2006, Hamás secuestró a un soldado de 19 años, Gilad Shalit, en una incursión transfronteriza. Su padre, Noam, dirigió una dolorosa campaña de cinco años para llevarlo a casa, haciendo hincapié en el “contrato no escrito” entre el Estado y sus reclutas.
Benjamin Netanyahu, el primer ministro israelí (también en ese entonces), firmó el mayor intercambio de prisioneros jamás realizado por un solo soldado.
Más de 1.000 prisioneros fueron liberados, entre ellos Yahya Sinwar, que pasó a dirigir Hamás en Gaza y presuntamente fue el cerebro de los atentados del 7 de octubre.
“Entraña una especie de contradicción”
Una figura clave implicada en el acuerdo sobre Shalit dice que hay grandes diferencias entre las circunstancias de entonces y las de ahora, lo que, en su opinión, impedirá que se llegue a un acuerdo global.
“Tuvimos cinco años y cuatro meses para crear confianza con Gilad Shalit. Ahora tenemos solo días. El futuro de los rehenes se decidirá en los próximos días”, afirma Gershon Baskin, activista israelí por la paz que dirigió conversaciones secretas con Hamás.
La principal complicación esta vez, afirma, es la magnitud de las atrocidades.
“Lo que hizo Hamás fue cruzar la línea que hace inconcebible que continúen en el poder en Gaza cuando acabe la guerra”, afirma Baskin.
“Por tanto, intentar negociar con la gente a la que pretendes matar entraña una especie de contradicción”.
Al principio, Qatar negoció la liberación de una madre y su hija estadounidenses-israelíes. Egipto ayudó a liberar a dos mujeres israelíes de edad avanzada. Sin embargo, desde entonces no se ha concretado ningún acuerdo de mayor envergadura.
Esta semana, el ala militar de Hamás declaró que estaba dispuesta a liberar hasta 70 mujeres y niños retenidos en Gaza a cambio de un alto el fuego de cinco días.
¿Qué piensan los israelíes?
El domingo, en declaraciones a la cadena estadounidense NBC, Netanyahu planteó la posibilidad de un acuerdo. Desde entonces, el presidente de EE.UU., Joe Biden, ha declarado que mantiene conversaciones diarias para conseguir la liberación de los rehenes y que cree que se producirá.
Sin embargo, Israel públicamente ha rechazado un alto el fuego, argumentando que Hamás lo utilizaría para reagruparse. Ha dicho que podría aceptar pausas humanitarias más breves en las hostilidades.
Las encuestas sugieren que esta postura cuenta con el apoyo de muchos israelíes. En el último sondeo del Instituto Israelí para la Democracia, la respuesta más común -del 38% de los encuestados- fue que Israel debería negociar un acuerdo sobre los prisioneros, pero seguir luchando. En general, el 70% de los encuestados no cree que la guerra deba detenerse.
“A cambio de los rehenes están dispuestos a dar prisioneros palestinos. Pero la opinión popular es ‘no detengan los combates'”, afirma la profesora Tamar Hartmann, que realizó la encuesta.
“Es porque el costo de detener los combates ahora mismo podría ser mayor en términos de vidas humanas, si nos detenemos y no se alcanzan los objetivos de la guerra”.
Un pequeño grupo persistente de los encuestados -aproximadamente una quinta parte- rechaza cualquier tipo de acuerdo con Hamás.
Muchos israelíes señalan cómo, en el pasado, prisioneros -como Yahya Sinwar- que ya tenían las manos manchadas de sangre fueron liberados y pasaron a tramar nuevos atentados.
Aumenta la presión
Con las probabilidades en contra, las familias y los defensores de los rehenes están ideando formas creativas de aumentar la presión pública.
Una enorme instalación artística que llena la plaza HaBima de Tel Aviv muestra una cama vacía por cada adulto, niño y pareja desaparecidos en Gaza.
Todos los viernes del sabbat judío, los familiares se reúnen en lo que ahora se conoce como la Plaza de los Rehenes, frente al Museo de Arte. Colocan una mesa gigante con camas por cada persona desaparecida.
Cada día que pasa aumenta el temor por los rehenes. Hamás afirma que ya han muerto varias docenas en ataques aéreos israelíes.
La experiencia del pasado ha enseñado a los israelíes que es posible llegar a acuerdos, pero ahora la intensidad de la guerra en curso aporta un nuevo nivel de urgencia.