Las palabras del presidente Barack Obama en la graduación de la Academia Militar de West Point la semana que pasó fueron una expresión más del ya conocido nacionalismo norteamericano que se reserva el rol de líder y policía del planeta.
Lo nuevo reside en que ha aceptado que la guerra no es la única solución posible para mantener el mundo a la imagen de lo que ellos quieren. Ha admitido las limitaciones que tienen los Estados Unidos para continuar con el rol de superpotencia que se han atribuido y empieza a elogiar el multilateralismo.
Ante la nueva generación de soldados que salen de West Point para formar la elite militar del imperio, Obama advirtió: …”que tengamos interés en buscar la paz y la libertad más allá de nuestras fronteras no quiere decir que cada problema tenga una solución militar. Algunos de nuestros errores más costosos desde la Segunda Guerra Mundial no se debieron a que nos contuvimos, sino a nuestra disposición a apurarnos en aventuras militares sin pensar en las consecuencias, sin lograr apoyo internacional y legitimidad para nuestras acciones, sin explicar al pueblo estadounidense los sacrificios que se requerían. Las palabras duras a veces consiguen ser titulares, pero las guerras rara vez se conforman con lemas. El general Eisenhower, alguien que se ganó con gran esfuerzo su conocimiento de este tema, dijo en esta misma ceremonia en el año 1946 que ‘la guerra es la locura más trágica y estúpida de la humanidad, el buscar o aconsejar su provocación deliberada es un crimen oscuro contra todos los humanos’. … Las acciones militares de Estados Unidos no pueden ser el único, o incluso el principal, componente de nuestro liderazgo en cada instancia. No solamente porque tengamos el mejor martillo ello significa que todo problema sea un clavo. Y dado que los costos asociados a las actuaciones militares son tan elevados, ustedes deben esperar que cada líder civil, y en especial su Comandante en Jefe, sea claro en la manera en que ese abrumador poder debe utilizarse… el liderazgo mundial requiere que veamos el mundo tal cual es, con todos sus peligros e incertidumbres. Debemos estar preparados para lo peor, preparados para cualquier contingencia”.
Estas palabras fueron pronunciadas un día después de anunciar la retirada completa de tropas de Afganistán para finales de 2016. Obama hará concluir su mandato con la salida de tropas. Y allí quedan los talibanes intactos. Allí está también Irak sumido en la guerra civil, Libia destruida y Siria en una agonía interminable. No son resultados exitosos, no hay nada de qué alegrarse.
El senador republicano John McCain acusó a la Casa Blanca de falta de acción en Siria y en Ucrania, pero no se atrevió a sugerir una intervención militar. En la situación actual, aun los halcones se andan con cuidado. “Ninguno de nosotros quiere enviar tropas a Siria”, dijo McCain. Aclaró que ésta no es una opción pero sí lo es armar a rebeldes. Es decir, que otros hagan la tarea en la que no quieren arriesgar.
Pocos días antes, la mayoría republicana de la Cámara de Representantes aprobó el proyecto de presupuesto de defensa que descarta el plan de cierre de Guantánamo. Recorta las subvenciones al desempleo y a la sanidad, y quiere dotar al Pentágono con 495,000 millones de dólares.
El Balance Militar 2014 del Instituto de Estudios Estratégicos (IISS), basado en Londres, dice que Estados Unidos fue el país que más dinero gastó en defensa en 2013: 600,400 millones de dólares. China se ubicó en el segundo puesto con 112,200 millones de dólares; Rusia en el tercero, con 68,200 millones; y Arabia Saudita en el cuarto, con 59,600 millones.
Los representantes ignoraron la amenaza de veto dada por Obama en caso de que la ley restringiese la transferencia de ciento cincuenta y cuatro presos de la Base Naval de Guantánamo, de los cuales la mayoría tienen el visto bueno para su traslado a un tercer país.
En resumen, una superpotencia en problemas, un presidente maniatado y una oposición de halcones que saben que no pueden pero siguen en lo mismo.
Héctor Béjar
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