Una supuesta grabación en la que Michel Temer obstruye la justicia estremece Brasil
Un nuevo sobresalto político ha puesto Brasil patas arriba en cuestión de minutos. El periódico O Globo asegura que existe una grabación en la que se oye al presidente, Michel Temer, autorizar a comprar el silencio del diputado corrupto Eduardo Cunha, lo que supondría que el presidente estaba intentando obstruir las investigaciones de la justicia. Minutos después de la publicación de esa noticia en su web, el asunto, estaba abriendo el principal informativo del país, el Jornal Nacional; la Avenida Paulista, arteria central de São Paulo, la capital financiera del país, se llenaba de manifestantes exigiendo elecciones y un diputado ha presentado una nueva petición de impeachment al presidente (que sea aceptada a trámite o no es otra cosa).
Nadie ha oído aún la grabación. El Gobierno niega su existencia. La fiscalía general del país no ha querido confirmarla ni desmentirla al ser preguntada por EL PAÍS, informa Afonso Benites.
Según el texto de O Globo, Temer fue grabado el pasado 7 de marzo mientras hablaba con Joesley Batista, uno de los magnates del poderoso grupo JBS, el cual está colaborando con la justicia y tenía escondida una grabadora en aquel encuentro en la residencia del presidente. Siempre siguiendo lo que asegura el periódico, Joesley comentó que estaba pagando una mensualidad al diputado Eduardo Cunha, anterior presidente de la Cámara de los diputados actualmente en prisión por corrupción. Es vox populi en Brasilia que Cunha tiene un conocimiento casi enciclopédico de la red de corruptelas que la Fiscalía investiga ahora en el caso Petrobras. Al oír lo del pago mensual, Temer contesta: “Eso tienes que mantenerlo, ¿vale?”. El empresario asegura que quien ideó el pagamento a Cunha no fue Temer, pero que el presidente sí sabía que se hacía.
Si lo asegurado por O Globo se confirma, arrastraría al Gobierno de Michel Temer al borde del abismo. Temer llegó al poder solo porque se admitió a trámite la petición de impeachment a Dilma Rousseff, de la cual él era vicepresidente. Precisamente él asumió las funciones de la presidencia hace un año estos días. Desde entonces, no ha logrado despertar en el electorado prácticamente ninguna simpatía que le garantice estabilidad en el puesto. Su apuesta por la austeridad, con la que espera sacar al país de la peor recesión que ha visto en décadas, le ha ganado dos huelgas generales y múltiples manifestaciones. Su gobierno se ha visto implicado en un torrente de escándalos de corrupción que han ido atenuando su ya de por si endeble popularidad.
El Gobierno se encontraba estos días arañando apoyos para sacar adelante su proyecto estrella del año, la reforma de las pensiones, para la cual necesita la aprobación de dos tercios de la cámara. Este último giro de guion cae como una bomba en sus esfuerzos por sacar adelante su gran objetivo y satisfacer a los poderes econónmicos a los, según quienes observan profesionalmente Brasilia, debe el seguir hoy en su puesto.